Cómo maximizar el precio de una empresa

Me encuentro a diario con empresarios que se niegan a vender su compañía cuando ésta gana más. Sin embargo, no[…]

Me encuentro a diario con empresarios que se niegan a vender su compañía cuando ésta gana más. Sin embargo, no dudan en hacerlo si sus resultados comienzan a fallar. Claro error.

Cuando una empresa tiene tensiones de liquidez, los compradores se asustan y aquellos que se interesan lo hacen buscando comprarla muy barata o, incluso, sin desembolsar dinero con el mensaje de que aparecen como salvadores para resolver un problema.

Las empresas se valoran estimando sus beneficios futuros. Cuando la empresa está en su mejor etapa de beneficios se puede proyectar un futuro prometedor y maximizar su precio. Cuando está pasando una mala etapa es mucho más difícil hacer creíble un futuro ilusionante.

La economía tiene ciclos. La clave es vender durante un ciclo económico alcista, no sólo porque la empresa factura y gana más en esa fase, sino también porque los compradores son más optimistas y porque hay mayor abundancia de dinero.

En los momentos alcistas las empresas que cotizan en bolsa están dispuestas a pagar más porque sus acciones también cotizan a múltiplos superiores.

También en estas épocas de boom económico es más fácil para los compradores financiarse para adquirir, ya sea a través de bancos o emitiendo deuda corporativa, lo que les permite pagar aún más.
Las bolsas pasan de la exuberancia irracional al pesimismo injustificable. En los 90 la inflación bajaba, los beneficios subían y la bolsa se disparaba. Entre 2000 y 2002 las bolsas cayeron un 50 por ciento. Lo volvimos a ver en 2008 y muchas todavía no han recuperado los niveles de entonces. No sabemos cuándo vendrá otra crisis, pero vendrá. Si eres empresario y tienes más de 60 años, no esperes mucho pues te tocará vender en ciclo bajista. Vender en ese momento puede convertirse en todo un drama.

Otro elemento externo que afecta al valor de una empresa son los tipos de interés. Cuando los tipos están altos las empresas valen menos y cuando están bajos valen más. Ello es porque el valor se calcula descontando los flujos de fondos que va a generar la empresa durante el resto de su vida. Se descuenta sobre la base los tipos de interés más una prima que representa el riesgo que tiene esa empresa de no cumplir sus previsiones. Si los tipos de interés son bajos, se descuenta a una tasa menor. Al ser más bajo el denominador, la cifra resultante en la valoración es mayor. Por eso, con tipos bajos las empresas valen más que con tipos de interés altos.

Hay periodos, como el actual, en los que se producen olas de concentración sectorial. Las grandes se comen a las pequeñas y los capitales riesgo intentan entrar en el sector tal vez siguiendo la estela de una operación corporativa de un capital riesgo de mucho más tamaño. 

Es evidente que cuando vendes una empresa, no es lo mismo negociar con alguien que tiene los bolsillos llenos, que con un comprador que gana poco dinero y tiene mucha deuda. Por muy interesado que esté, no podrá pagar mucho dinero porque no lo tiene ni se lo van a prestar. Sin embargo, muchos vendedores negocian con el primero que se les acerca a comprar.

El mejor comprador no es primero que aparece, ni el más evidente o cercano. Una empresa en otro sector, afín o ubicada en la otra cara del mundo puede pagar muchísimo más.

Para vender bien, la clave es la búsqueda. Buscar aquel comprador que tenga mucha liquidez y para quien tu empresa aporte más sinergias, sin importar donde esté. Si este potencial comprador percibe verdadero valor, pagará mucho más.
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