Ciudadanos: Dos corrientes centristas enfrentadas

Este fin de semana, con la Asamblea de Ciudadanos, se inician los decisivos encuentros de los cuatro grandes partidos españoles en los que deberán concretar sus propuestas estratégicas e ideológicas que marcarán su devenir en las próximas décadas.

Este fin de semana, con la Asamblea de Ciudadanos, se inician los decisivos encuentros de los cuatro grandes partidos españoles en los que deberán concretar sus propuestas estratégicas e ideológicas que marcarán su devenir en las próximas décadas. Es un momento decisivo para el panorama político español, que puede dar un vuelco e incluso asistir al riesgo de desaparición de algunos de esos partidos. Ninguno de los cuatro partidos podrá evitar enfrentarse a una realidad semejante a la que en otros países está creando un escenario político que no habríamos podido imaginar hace apenas tres años. Hoy inauguramos una serie en la que analizaremos la situación de los cuatro principales partidos españoles. Empezamos con Ciudadanos por ser el primero en la agenda.

(I) Ciudadanos: Dos corrientes centristas enfrentadas

En apariencia, Ciudadanos es el partido que afronta con menos dificultades el futuro más próximo. Pero, sólo en apariencia. El partido de Rivera sufre también, como no podía ser de otra manera su propia crisis como consecuencia del reposicionamiento de las fuerzas políticas españolas a las que también afecta el virus que ha revolucionado en los últimos meses el escenario británico o el estadounidense. El principal riesgo de Ciudadanos en este momento es esa perdida de influencia en el ámbito político que le llevó a ser decisivo en la constitución de los gobiernos autonómicos de Andalucía y Madrid. Y ello preocupa y está poniendo muy nervioso a un importante sector del partido.

Ciudadanos, que será el primer gran partido que celebre su Asamblea (4 de febrero) tiene su caladero de votos en el centro y ha pretendido hasta ahora una equidistancia entre el PP y el PSOE. Su futuro, por tanto, dependerá no sólo de la claridad con la que consiga proponer una alternativa nítida y distante de ambos partidos, sino también de la deriva que tanto el PP como el PSOE tomen a partir de sus congresos. Un PSOE con Pedro Sánchez al frente dejaría un cierto espacio a Ciudadanos. Un PP donde triunfaran las tesis de José María Aznar, supondría también una buena noticia para Rivera y los suyos. Sin embargo, lo peor para Ciudadanos sería que los dos grandes partidos optaran por posiciones que hicieran resurgir el bipartidismo apoyándose en asuntos clave y dejando de invitados de piedra al resto de las formaciones. Es el riesgo de Ciudadanos en los últimos tiempos y el origen del principal conflicto que deberá asumir en su próxima asamblea.

Se trata de definirse como un partido liberal progresista o mantener su inspiración socialdemócrata. El debate no es baladí y muestra las dos grandes corrientes que existen en el partido. En Cataluña, cuna de Ciudadanos, los partidarios de mantener el ADN social demócrata acaban de derrotar a quienes defienden la posición oficialista que defiende Rivera, al que la eurodiputada del partido, Carolina Punset, ha acusado muy recientemente de "intentar derechizar al partido".

Eludir la actual confrontación que se vive en Ciudadanos sería posponer su posicionamiento político, tal vez hasta que el resto de los partidos, especialmente aquellos con los que limita a derecha e izquierda, resuelvan sus problemas y decidan sus definitivas apuestas. Definirse dentro del "liberalismo progresista" significaría decidir optar por el centro derecha en competencia con el PP, dejando al PSOE y a Podemos el centro izquierda. Mientras tanto, Ciudadanos seguiría ofreciéndose como alternativa con la reivindicación de aquellos valores democráticos olvidados por las formaciones con las que compite en el mismo caladero de votos. Y, consciente del riesgo que puede significar el papel de convidado de piedra, se apresura a incluir en su ponencia política la posibilidad de entrar a formar parte del Gobierno a partir de 2019, una vez concluido el actual periodo parlamentario.

En cualquier caso, Rivera controla más del 75 por ciento del voto de los compromisarios y es fácil imaginar, por tanto, que sus propuestas no tendrán dificultad en ser aprobadas, aunque si, no cierra bien el debate, volverá a aparecer en muy poco tiempo.

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