Cataluña independiente es inviable desde la economía

Si bien es cierto que, por el lado de los recursos propios, la sostenibilidad como país parece ser posible, no lo está tanto desde el financiero, y en este aspecto habría que tener muy claro un punto en concreto, que es la divisa que el nuevo país va a utilizar.

A raíz del referéndum escocés se han suscitado diversos debates sobre la viabilidad de Escocia como país independiente desde una perspectiva económica y financiera. Si bien es cierto que, por el lado de los recursos propios, la sostenibilidad como país parece ser posible, no lo está tanto desde el financiero, y en este aspecto habría que tener muy claro un punto en concreto, que es la divisa que el nuevo país va a utilizar.

Los mercados se han ido inquietando poco a poco, a medida que se iba viendo la posibilidad de un sí en el referéndum, y todo a pesar de que una secesión de Escocia, de producirse, se haría con el acuerdo del gobierno central del Reino Unido, que ha permitido el referéndum sobre la autodeterminación. La inquietud es razonable porque las dudas seguirían estando ahí.

En el caso de Escocia, existirían dos posibilidades en cuanto a la divisa a utilizar, compartir la libra esterlina con el Reino Unido, por supuesto con el beneplácito de Westminster, esta sería la solución más sencilla, o que el nuevo país Escocia solicitara la adhesión a la zona euro y compartiera la divisa única con el resto de países de la eurozona, en caso de ser admitido. Esto último, menos probable, pero sería una posibilidad. En cualquiera de los dos casos, el asunto de la moneda a utilizar estaría resuelto con más o menos incidencias.

Pero, ¿qué pasaría con Cataluña si de alguna manera se declarase independiente? Aquí solo existe una posibilidad en cuanto a monedas ya existentes, que es la que el hipotético nuevo país siga utilizando el euro. La diferencia es que una Cataluña independiente no va a existir nunca con el beneplácito del Gobierno de España y, consecuentemente, la posibilidad de formar parte, ya no sólo de la zona euro, sino de la Comunidad Europea, son prácticamente nulas.

Cataluña tendría que emitir, por tanto, su propia moneda. Evidentemente no se trata de una Andorra o de un Vaticano que utilizan las monedas de su vecino. La envergadura del hipotético nuevo país y, sobre todo, su aparato gubernamental, ya existente, por cierto, necesitaría de una divisa fiable que permitiese la financiación del Estado. Para que Cataluña siguiese manteniendo su infraestructura y nivel de servicios actual tendría que recurrir a los mercados de capitales, como lo hace en la actualidad junto con el resto de España.

Pero, claro, una divisa no se crea de la noche a la mañana. Se necesitan una serie de requisitos para que sea fiable. Se necesita un banco central que la emita y que maneje las reservas que la sustentan. También sería necesario un sistema financiero que, dependiendo del Banco Central, dé cauce a la creación de dinero. Y se necesita un estado creíble con un nivel de deuda sostenible para la apreciación del mercado, que sea capaz de generar ingresos suficientes como para cubrir el servicio de ésta.

Todo esta hipótesis la estamos contemplando sin tener en cuenta que el nuevo estado catalán nacería ya con una deuda contraída, que debería servirla en una divisa, el euro, que no es la suya, y que con toda seguridad se vería incapacitado para hacerle frente, y me refiero no sólo a la parte proporcional de deuda del Estado Español que, sin más remedio, se mantendría como deuda de España, sino la emitida por el Gobierno Catalán en indiferentes tipos de bonos y pagarés, que en su mayor parte han sido adquiridos por ciudadanos e instituciones españolas.

Las dificultades serían extremas. Una nueva divisa emitida por un recién creado banco central catalán, sin un respaldo fiduciario consistente, y con una estructura gubernamental ya existente que, por tanto, necesitaría, de entrada, un endeudamiento elevado, carecería de credibilidad en los mercados financieros. A todo ello habría que añadir el problema de la fragilidad, por no llamarle carencia de sistema financiero, porque no hay que ser muy despabilado para darse cuenta que una hipotética Cataluña independiente se quedaría sin bancos. Lo que quedarían en su territorio serían sucursales de banca comercial de bancos españoles. Ninguna entidad financiera importante se quedaría como banco catalán, sería lo mismo que firmar su acta de defunción.

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Por tanto, la moneda de Cataluña se encontraría con innumerables trabas y dificultades insalvables para su operatividad. Serviría sólo para transacciones internas, pero, con seguridad no sería admitida en mercados internacionales. Cataluña tendría que endeudarse en euros, al igual que seguirían estándolo sus ciudadanos, que deben sus hipotecas en la actualidad en esta divisa y, sin embargo, tendrían que hacer frente a estas deudas con una divisa que, de entrada y en mucho tiempo, estaría muy devaluada.

Las perspectivas financieras son tan desfavorables que haría imposible la viabilidad de ese nuevo Estado. Cataluña sólo podría ser independiente si España se lo permite.

A raíz del referéndum escocés se han suscitado diversos debates sobre la viabilidad de Escocia como país independiente desde una perspectiva económica y financiera.

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Si bien es cierto que por el lado de los recursos propios la sostenibilidad como país parece ser posible, no lo está tanto desde el financiero y en este aspecto habría que tener muy claro un punto en concreto que es la divisa que el nuevo país va a utilizar.

Los mercados se han ido inquietando poco a poco a medida que se iba viendo la posibilidad de un
síÍ en el referéndum y todo a pesar de que una secesión de Escocia, de producirse, se haría con el acuerdo del gobierno central del Reino Unido que ha permitido el referéndum sobre la autodeterminación. La inquietud es razonable porque las dudas seguirían estando ahí.

En el caso de Escocia, existirían dos posibilidades en cuanto a la divisa a utilizar, compartir la libra esterlina con el Reino Unido, por supuesto con el beneplácito de Westminster, esta sería la solución más sencilla, o que el nuevo país Escocia solicitara la adhesión a la zona euro y compartiera la divisa única con el resto de países de la eurozona, en caso de ser admitido Esto último , menos probable, pero sería una posibilidad. En cualquiera de los dos casos el asunto de la moneda a utilizar estaría resuelto con más o menos incidencias.

Pero ¿qué pasaría con Cataluña si de alguna manera se declarase independiente? Aquí solo existe una posibilidad en cuanto a monedas ya existentes, que es la que el hipotético nuevo país siga utilizando el euro. La diferencia es que una Cataluña independiente no va a existir nunca con el beneplácito del Gobierno de España y consecuentemente la posibilidad de formar parte, ya no sólo de la zona euro sino de la Comunidad Europea son prácticamente nulas.

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Cataluña tendría que emitir por tanto su propia moneda. Evidentemente no se trata de una Andorra o de un Vaticano que utilizan las monedas de su vecino. La envergadura del hipotético nuevo país y sobre todo su aparato gubernamental, ya existente, por cierto, necesitaría de una divisa fiable que permitiese la financiación del Estado. Para que Cataluña siguiese manteniendo su infraestructura y nivel de servicios actual tendría que recurrir a los mercados de capitales, como lo hace en la actualidad junto con el resto de España.

Pero claro, una divisa no se crea de la noche a la mañana. Se necesitan una serie de requisitos para que sea fiable. Se necesita un banco central que la emita y que maneje las reservas que la sustentan. También sería necesario un sistema financiero que, dependiendo del Banco Central, dé cauce a la creación de dinero. Y se necesita un estado creíble con un nivel de deuda sostenible para la apreciación del mercado, que sea capaz de generar ingresos suficientes como para cubrir el servicio de ésta.

Todo esta hipótesis la estamos contemplando sin tener en cuenta que el nuevo estado catalán nacería ya con una deuda contraída que debería servirla en una divisa, el euro, que no es la suya y que con toda seguridad se vería incapacitado para hacerle frente y me refiero no sólo a la parte proporcional de deuda del Estado Español que sin más remedio se mantendría como deuda de España, sino la emitida por el Gobierno Catalán en indiferentes tipos de bonos y pagarés que en su mayor parte han sido adquiridos por ciudadanos e instituciones españolas.

Las dificultades serían extremas. Una nueva divisa emitida por un recién creado banco central catalán sin un respaldo fiduciario consistente y con una estructura gubernamental ya existente que por tanto necesitaría de entrada un endeudamiento elevado carecería de credibilidad en los mercados financieros. A todo ello habría que añadir el problema de la fragilidad por no llamarle carencia de sistema financiero, porque no hay que ser muy despabilado para darse cuenta que una hipotética Cataluña independiente se quedaría sin bancos. Lo que quedarían en su territorio serían sucursales de banca comercial de bancos españoles. Ninguna entidad financiera importante se quedaría como banco catalán, sería lo mismo que firmar su acta de defunción.

Por tanto, la moneda de Cataluña se encontraría con innumerables trabas y dificultades insalvables para su operatividad. Serviría sólo para transacciones internas pero con seguridad no sería admitida en mercados internacionales. Cataluña tendría que endeudarse en euros, al igual que seguirían estándolo sus ciudadanos que deben sus hipotecas en la actualidad en esta divisa y sin embargo tendrían que hacer frente a estas deudas con una divisa que de entrada y en mucho tiempo estaría muy devaluada.

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Las perspectivas financieras son tan desfavorables que haría imposible la viabilidad de ese nuevo Estado. Cataluña sólo podría ser independiente si España se lo permite

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