Bajadas de salarios, sí; guerra de divisas, no

Europa no entrará en la guerra de divisas. Aunque el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, haya buscado la[…]

Europa no entrará en la guerra de divisas. Aunque el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, haya buscado la excusa para, cuando la situación lo requiera, intervenir para frenar la subida del euro: su apreciación puede llegar a afectar a la estabilidad de precios y la autoridad monetaria tiene como único mandato el de vigilar la inflación. Seguramente fue un globo sonda, para ver cómo reaccionaban sus colegas una vez dicho en público lo que les había confesado en privado.

Lo preocupante es que el euro no sube porque la Unión Monetaria esté fuerte o porque se esté superando la crisis de deuda. De ser así, podríamos hasta decir que es una buena noticia. Pero se aprecia por defecto, porque todos los bancos centrales del mundo, el suizo, el británico, el japonés o el estadounidense están tomando medidas para depreciar sus respectivas monedas. No sólo están imprimiendo billetes, como la Fed; están vendiendo su propia divisa en los mercados, como el Banco de Japón; y hasta han llegado a establecer límites en sus tipos de cambio, como el de Suiza.

El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, llevó la contraria inmediatamente a Draghi (y también al presidente francés, François Hollande) negando que el euro esté fuerte y advirtiendo contra la toma de medidas para debilitarlo. Y es extraño viniendo de un país, como Alemania, que vive, básicamente de las exportaciones, a las que, en principio, debería venir muy bien una divisa más barata.

Todo tiene una explicación porque todo lo que ocurre en Europa en los últimos tiempos responde al mismo plan: el empobrecimiento.

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Un euro fuerte para que los acreedores no sufran

Hace un año se puso de moda decir que si España no hubiera entrado en la zona euro, podría hacer frente a la crisis mucho más fácilmente porque podría devaluar la moneda. Con ello, ganaría competitividad en los mercados y reduciría el volumen de su deuda. Y es que los clásicos dicen que deudas como las que ha acumulado España en los últimos años (sobre todo la privada, y la de las entidades financieras, que se ha socializado), o no se pagan, o se pagan en moneda devaluada.

Ahí está la primera razón por la que Alemania no quiere que el euro entre en la guerra de divisas: sus bancos, los principales acreedores de los países del sur, devolverían sus deudas en una moneda que valdría menos. Por eso al Bundesbank le viene bien una moneda fuerte.

Un euro fuerte para ganar competitividad vía bajada de salarios

Pero hay más. Como España está en el euro, lo que le impide la devaluación, y tiene que ganar competitividad en el exterior porque el mercado interno está muerto, la ortodoxia ha impuesto un proceso conocido con el eufemismo "devaluación interna", es decir, bajadas de salarios. En definitiva, de lo que se trata es de ganar competividad reduciendo los sueldos, cuando lo menos doloroso sería depreciar la moneda. Lo sabe muy bien Bob Dylan.

Con este proceso, generalizado en toda Europa, además de abortar la posibilidad de un futuro inflacionista, se aseguran costes laborales reducidos y boyantes beneficios para las empresas.

Ése es el proceso que vivió Alemania durante el mandado del socialdemócrata Gerhard Schroder. Él es el responsable, como contamos aquí, de los grandes desequilibrios existentes en la Eurozona: el país, bajo su mandato, entró en una lógica de bajadas de salarios, empobrecimiento y subempleo, lo que le convirtió en un país egoísta, muy poco consumista y muy poco importador de productos del resto de los países de la Unión y del resto del mundo. O podemos decir que Alemania siempre fue así, pero que con las medidas del SPD, se acentuó. Además, el precio de su factor trabajo, muy devaluado, le hizo ganar competitividad respecto a sus socios del sur, a los que les salía más barato comprar algo alemán que local. De ahí, también, el proceso de desindustrialización que han vivido numerosos países del continente.

En principio, Alemania, pidiendo bajadas de salarios en el resto de Europa, parece estar actuando contra sus propios intereses: los portugueses, los españoles, los italianos y los griegos tendrán menos poder adquisitivo para comprar sus productos. Pues, pese a todo, su balanza comercial ni se ha inmutado. Para la locomotora del Viejo Continente, Europa ya no es su mercado más interesante. Ahora está volcada en vender a Asia, que tiene muchos más consumidores. A sus vecinos del sur les da por perdidos. Sabe que con la receta de empobrecimiento que les ha impuesto, han muerto como mercado.

¡Qué diferentes son las cosas en EE.UU.! Allí Obama ha planteado una subida del salario mínimo. Así sí se sale de la crisis. 

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