Reforma, pero de todas las pensiones

Nadie puede negar que, de seguir así las cosas, en poco más de 20 años, por cada dos jubilados cobrando[…]

Nadie puede negar que, de seguir así las cosas, en poco más de 20 años, por cada dos jubilados cobrando una pensión sólo habrá un trabajador cotizando a la Seguridad Social. El actual sistema no va a quebrar ni hoy, ni mañana, ni para quienes tengan ahora más de 50 años, aproximadamente. Pero será, no ya difícil, sino imposible de mantener a medio y largo plazo. Independientemente de que gobierne quien gobierne, y de que volvamos a crecer al 4% anual y a crear millones de trabajos cuando llegue la próxima "burbuja".

Quien no lo quiera ver así se confundirá radicalmente, porque la evolución demográfica de nuestro país -el más envejecido ya de toda la Unión Europea-, nos tiene que hacer reflexionar sobre el actual modelo. Se puede abordar la cuestión de la edad de jubilación, pero no se quede el audaz lector mirando la punta del dedo, cuando lo que nos están señalando es la luna. La reforma puede llegar por otras muchas vías, porque se trata de mantener la solidaridad del actual sistema, pero con dosis de realismo.

En Suecia -paradigma de una visión social colectiva, y mucho más que España-, existe un sistema mixto en el que, de las cotizaciones que paga el trabajador, una (gran) parte se destina un fondo común y una (pequeña) parte a una cuenta individualizada que el contribuyente puede gestionar a su manera. Y allí sí que se tiene en cuenta toda la vida laboral, y no sólo los últimos 15 años. Trasladado a España, es posible que el importe de algunas pensiones (las de los 2.400 euros) bajase; pero también muy probable que los 500 ó 600 euros que ahora cobran más de tres millones de pensionistas, se incremente de forma considerable. Es decir, que unos dejen de cobrar tanto para que otros cobren algo más. Eso sí sería solidaridad.

Y no estaría de más que, en medio de la negociación que se está gestando, nuestros políticos echaran un vistazo a los planes de pensiones -esos que muchos de ellos ya tienen-. Lejos de empeorar la fiscalidad de estos productos de ahorro a largo plazo, como ya ocurrió con la última reforma de 2006, los productos de previsión social (planes de pensiones individuales, de empresa, etc.) deberían tener el apoyo necesario para que la jubilación, la de quienes ahora cotizamos, sea mucho más digna de la que están disfrutando nuestros padres o abuelos.

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