Verde, rico e intimidante

Un grupo de ejecutivos de Royal Dutch Shell se sentó en una sala de conferencias en la sede de la[…]

Un grupo de ejecutivos de Royal Dutch Shell se sentó en una sala de conferencias en la sede de la compañía en La Haya en noviembre. Al otro lado de la mesa estaban los representantes de dos pequeños accionistas: el comité de pensiones de la Iglesia de Inglaterra y el gestor de fondos holandés Robeco Institutional Asset Management BV. Los líderes de la mayor compañía energética de Europa se dieron cuenta de que, después de meses de disputas, habían perdido.

Los inversores querían que Shell diera un gran vuelco al cambio climático. Apenas seis meses antes, su CEO, Ben van Beurden, había declarado que la empresa no establecería objetivos a corto plazo para reducir las emisiones de carbono, alegando que serían poco más que carne de cañón para demandas judiciales. Pero, salvo en caso de cambio de rumbo de la compañía, se enfrentaba a una guerra pública con estos accionistas. Y aunque estos dos inversores solo contaban con una pequeña parte de las acciones de Shell, estaban respaldados por Climate Action 100 , una coalición formada por algunos de los mayores inversores del mundo, que en conjunto gestionan 32 billones de dólares en activos.

En diciembre, tras mencionar el trabajo llevado a cabo con este grupo poco conocido, Shell anunció objetivos climáticos a corto plazo. Los titulares, una vez hecho el anuncio, se repitieron una y otra vez: Shell había cedido.

Dos meses después, BP Plc afirmó que había aprobado un acuerdo de los accionistas presentado por los miembros de Climate Action 100 y que daría a conocer detalles concretos sobre la adaptación de sus inversiones al Acuerdo de París sobre el cambio climático. Menos de un mes después, Glencore Plc, compañía minera, dedicada a la compraventa de materias primas, con fama de ser inflexible y uno de los mayores proveedores de carbón del mundo, anunció que limitaría la producción del combustible fósil debido al calentamiento global. También había recibido la visita de Climate Action 100 .

Fácil de entender

Este grupo de accionistas se ha convertido en el mayor, más rico y, posiblemente, hostigador más benévolo que el mundo corporativo haya visto jamás. Lo que Climate Action 100 , o CA100 , quiere es fácil de entender y angustioso de lograr. Considera que las empresas deberían especificar con exactitud cómo el cambio climático afectará a su actividad, de tal forma que los accionistas puedan sacar su dinero de aquellas compañías que no se estén preparando para el futuro. (Pide a las empresas que sigan las recomendaciones del Task Force on Climate-related Financial Disclosures, otro grupo de trabajo sobre información financiera relacionada con el cambio climático, que preside Michael Bloomberg, accionista mayoritario de Bloomberg LP, editor de Bloomberg Businessweek.) Asimismo, quiere que las compañías adopten decisiones sobre gastos de capital acordes con los esfuerzos que se realizan para limitar el calentamiento global a menos de 2 grados Celsius. Y pretende también que se dejen de financiar aquellos grupos que presionan en contra de esos objetivos.

Esta idea no es nueva en absoluto. Docenas de grupos, desde el movimiento de desinversión hasta quienes para manifestar su descontento suben a lo alto de las plataformas petrolíferas, lo han intentado. La diferencia es que el CA100 no pretende exterminar a las malvadas compañías que no luchan contra el cambio climático sino que quiere contribuir a que tengan éxito, si bien de una forma distinta. El movimiento está funcionando y está creciendo. Y está llamando a todas las puertas.

Los primeros indicios de que algo importante se estaba fraguando se vieron en París a finales de 2015. Anne Simpson, directora del comité de gobierno y estrategia de la oficina de inversiones del Sistema de Jubilación de los Empleados Públicos de California, que gestiona las pensiones de los trabajadores estatales, viajó a París para preparar la 21ª cumbre climática de las Naciones Unidas. La embajadora de Francia ante la ONU la ayudó a invitar a unos 20 de los mayores inversores institucionales presentasen la conferencia a una serie de desayunos, donde juntos comenzaron a diseñar un plan.

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En aquel momento, la forma en la que los gestores de fondos trataban con las compañías cuestiones relativas al cambio climático era en gran medida ad hoc. Había docenas de grupos con tareas solapadas. No existía una lista unificada de quiénes eran objetivo y de qué preguntas debían formularse. «Lo que vimos fue la posibilidad de centrarnos en un número relativamente pequeño de empresas y llegamos a la conclusión de que si lográbamos asociarnos con otras, podríamos realizar una labor importante para que dichas compañías dieran un paso adelante», comenta Simpson.

A partir de una idea prestada de la crisis financiera, el grupo inversor identificó 100 empresas que consideró «emisores sistémicamente importantes», instituciones demasiado grandes para quebrar como consecuencia de la crisis climática. La más grande era el conglomerado Berkshire Hathaway Inc. de Warren Buffett; la más pequeña, el fabricante alemán de ascensores Thyssenkrupp AG. Climate Action 100 hizo su primera aparición oficial en diciembre de 2017 en la One Planet Summit celebrada en Francia.

Con arreglo a una persona próxima a las negociaciones con Shell, que pidió no ser identificada dado que las reuniones habían sido privadas, cuando CA100 apareció, la dirección se mostró muy preocupada por una posible ruptura con los principales inversores de la compañía. Si bien los miembros de CA100 consideran la desinversión como el último recurso, la amenaza está muy presente. A modo de ejemplo, Legal & General Investment Management, uno de los mayores accionistas de Shell, vendió parte de su participación al productor ruso de petróleo Rosneft PJSC y a la compañía estadounidense Occidental Petroleum Corp. en el mes de junio, tras no llegar a un acuerdo las empresas con L&G en materia de cambio climático.

El presidente de Shell, Chad Holliday, es particularmente sensible al tema. Todavía sufre las cicatrices de las luchas medioambientales libradas durante sus 39 años en DuPont, donde llegó a ser CEO y presidente antes de su salida en 2009. En la década de los 70, el fabricante químico se enfrentó a la acusación de que sus productos abrían un agujero en la capa de ozono y, con posterioridad, pasó a ser en uno de los principales objetivos de Greenpeace. En sus reuniones privadas, Holliday se mostró de acuerdo con el CEO de Shell, Van Beurden, en que la compañía petrolera tenía que demostrar que estaba en el lado «bueno» por cuanto respecta al cambio climático.

Reacción positiva tras la toma de medidas 

Cuando Shell anunció sus objetivos a corto plazo, la presión de los inversores disminuyó de inmediato, mientras que la reacción de los medios de comunicación fue tan positiva que los empleados de sus grandes rivales de la industria petrolera hicieron comentarios críticos sobre Shell a los periodistas. Entre bastidores, los miembros de CA100 incluso pidieron a un grupo activista, llamado Follow This, que dejara de poner a Shell en una situación comprometida debido a los acuerdos de sus accionistas basados en el clima. Y obedeció.

Shell va a tratar de cumplir con sus objetivos climáticos vendiendo en parte más gas natural: quema menos carbono que el petróleo y genera más beneficios para la compañía. Los representantes del CA100 dicen que están de acuerdo con cualquier razonamiento que las compañías hagan y que suponga asumir compromisos.
El objetivo del grupo es reducir el riesgo financiero asociado a la catástrofe medioambiental. La estructura de la propia organización es flexible y los avances están principalmente supervisados por dos inversores nombrados para cada empresa. El grupo incluye 323 inversores, y se espera que se unan más. 

El CA100 ha tenido que enfrentarse a algunos contratiempos: uno de sus grandes objetivos, Exxon Mobil Corp. logró convencer a la Comisión de Valores y Bolsa de los Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés) para que bloqueara una resolución presentada por miembros del grupo.

La decisión llegó incluso después de que un miembro del comité directivo del CA100 ayudara a redactar una carta, firmada por 114 inversores que gestionaban 9,5 billones de dólares, pidiendo a la SEC que rechazara la petición de Exxon.

Mark Lewis, director de investigación de la sostenibilidad de BNP Paribas Asset Management, afirma que la lógica que sigue el CA100 puede llevar en la práctica a un CEO a dejar de buscar el crecimiento. Es poco probable que algunas compañías, como las que están especializadas en industrias con alto contenido de carbono, logren una transición exitosa hacia una línea de negocio más limpia y, en consecuencia, tendrán que ir reduciendo su tamaño con el tiempo, comenta Lewis. «Nunca antes se había visto una movilización de inversores de esta magnitud», afirma Adam Matthews, que lidera el compromiso del comité de pensiones de la Iglesia de Inglaterra. «Para estas compañías, ya no hay donde esconderse».

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