«Aprendí una lección de cada empresa que monté y fracasó»
Cuando cumplió 18 años, Rosauro Varo (Sevilla, 1979) se estrenó en el mundo de los negocios y lo hizo con[…]
Cuando cumplió 18 años, Rosauro Varo (Sevilla, 1979) se estrenó en el mundo de los negocios y lo hizo con bares de copas. Él y sus socios diversificaron y pocos años después ya estaban en el sector de la telefonía y la construcción, entre otros.
E
ntre negocio y negocio logró acabar la carrera de Derecho
y
hoy es profesor del máster de Banca y Finanzas de la Universidad Pablo de Olavide; miembro de la junta directiva de la Asociación de Empresarios del Sur de España (Cesur) y patrono de la Fundación Alalá para la integración social, cultural y profesional de niños y jóvenes de las Tres Mil Viviendas. En su primera entrevista como empresario, Rosauro recuerda que él y sus socios montaron muchas empresas y muchas fracasaron. «Cada uno de mis éxitos esconde miles de fracasos», admite Varo, quien d
e la mano de
Javier Hidalgo entró en la empresa de telefonía móvil Pepephone, que en 2016 vendieron a MassMovil por 158 millones de euros
. Ahora Gat, el holding
a través del cual Rosauro canaliza ahora sus inversiones, apuesta fuerte por Cabify y el mundo de las VTC.
-Un reciente estudio de la Cámara de Comercio de Sevilla revela que el sueño del 40% de los estudiantes de entre 15 y 18 años es ser funcionario ¿Le sorprende después de la crisis que hemos pasado?
-Tan respetable es una persona que decida trabajar por cuenta propio como por cuenta ajena. Para mí es súper gratificante emprender y animo a ello a cualquiera que tenga inquietudes.
-Pero en Andalucía hay pocos emprendedores comparado con Europa.
-No estoy de acuerdo con eso. España no tiene las tasas de emprendimiento de EE.UU. o Israel, pero en Europa somos el segundo país después de Reino Unido con más aceleradoras, incubadoras de empresas, crowfunding, fondos de capital semilla...
-Recientemente dio una conferencia sobre «Retos y oportunidades para la empresa en la era digital» ¿Qué le aconsejaría a un joven veinteañero que quiera emprender?
-No soy nadie para dar consejos pero desde mi experiencia puedo decir que la formación es muy importante en el emprendimiento. Hubiera sido mejor para mí haber tenido una formación acorde a lo que después he hecho. Yo estudié Derecho y estoy súper contento de haber terminado la carrera. Derecho te amuebla la cabeza y al ser una carrera muy generalista también me ha venido bien como empresario porque el tema jurídico está muy presente en los negocios pero habría sido más útil para mí haber estudiado Económicas, Empresariales o ADE teniendo en cuenta que hoy me dedico a emprender y dirigir empresas. Por otra parte, a la hora de invertir hay que tener en cuenta la tecnología, aunque eso a la gente de 20 años no hace falta decírselo porque son millennials. La tecnología es transversal y empapa todos los sectores, desde los más tradicionales, como el agrícola, a los más modernos, como la robótica.
-¿Usted se considera un millennial?
-Sí, porque un millennial no tiene por qué tener 20 o 30 años. Un millennial no es más que aquel que no rechaza ninguna tecnología y está dispuesto a aprender.
-¿Cuándo supo que quería ser un hombre de negocios?
-Yo no tenía una vocación a priori. En mi cuarto no habías póster de Amancio Ortega, Billa Gates o Steve Jobs, sino de Butragueño y Michel porque era del Madrid.
-¿Con qué edad creó su primera empresa?
-Esperé a tener 18 años para crear la empresa Vendedores de ilusiones, la primera que fundé con unos amigos que ya tenían negocios de hostelería. Esperé a la mayoría de edad porque, de lo contrario, hubiera necesitado la autorización de mis padres para crear la empresa. Vendedores de ilusiones se dedicaba a explotación de negocios de hostelería. La motivación principal para emprender fue generar dinero para poder gastarlo el fin de semana.
-¿Tuvo un tele botellón?
-No, trabajé en una empresa que se llamaba Motocopas y llevaba botellas a domicilio. Entonces estudiaba 2º de Bachillerato y tenía un Vespino rojo. Le decía a mi madre que me iba a estudiar los jueves por la noche a la Biblioteca nocturna de la Facultad de Matemáticas pero en realidad estaba repartiendo botellones por Sevilla... eso mucho antes de la Ley antitobellón. Después de eso se me ocurrió hacer una fiesta de fin de año y convencí a uno de los socios de Motocopas para hacerla conmigo. Hicimos la fiesta donde tres años más tarde abrimos la discoteca Boss. Con lo que ganamos montamos un negocio pequeñito que se llamaba La Joyanca en Los Remedios y después la terraza de verano Fandango, otro en El Puerto de Santa María... Llegamos a tener hasta 21 establecimientos de hostelería.
-¿Ha recibido alguna vez una subvención?
-Nunca. No sólo no estoy en contra de ellas sino que creo que son necesarias tanto en la Administración Pública como en el sector privado, como son las lanzaderas o incubadoras que crean algunas empresas.
-¿Tuvo algún mentor en sus inicios como empresario?
-He tenido la gran suerte de haber tenido a lo largo de estos veinte años de negocios a personas que me han apoyado y me han aconsejado. Una de esas personas ha sido Alberto Yarte, al que conocí en Airtel y que lamentablemente falleció en 2015. En otra etapa tuve la oportunidad de conocer a Gonzalo Madariaga, de MP, que también me ayudó muchísimo y me trajo a Madrid. De Javier Hidalgo, mi socio, también he aprendido mucho. José María Pacheco, de Konecta, es una de las personas en la que actualmente más me apoyo. Además, hay otra persona con la que llevo quince años de socio y colaborando, que es Pablo Ferre, el CEO de Gat Inversiones y un pilar en todo lo que estamos construyendo.
-Empezó con bares de copas. Hay muchos empresarios de la noche que se quedan ahí para siempre atrapados en ese bucle. ¿Temió alguna vez que le pasara eso?
-No. Abrimos bares de copas porque cuando empiezas tan joven es difícil meterte en otro tipo de negocios que no conoces pero muy pronto diversificamos. De los 19 a los 23 años montamos una franquicia de ropa de niños, una cadena de televisión local, una empresa de rayos UVA a domicilio, una compañía de distribución de material tecnológico que importábamos de China, una constructora chiquitita, una empresa de distribución de Airtel que aún sigue viva (Bosynet)...
-Se le presenta como empresario de éxito pero admite que no todo han sido aciertos. ¿Qué proyectos fallidos tuvo?
-Ufff, muchos de los negocios que montamos, diría que la mayoría, no fueron bien pero aprendimos un montón.
-¿Qué aprendió de esos fallos?
-Aprendí una lección de cada empresa que fracasó. Hace veinte años creamos una televisión local de vídeos musicales y como había un vacío legal decidimos emitir por el canal "0" de los mandos de los vídeo. Tuvimos un gran impacto pero fastidiando a la gente porque no podían cambiar de canal. En 24 horas se saturó la oficina con llamadas denunciando el bloqueo de la emisión a media Sevilla y nos precintaron la televisión. Usamos un vacío legal pero nos salió fatal la jugada y la empresa duró 24 horas (risas) porque el impacto a corto fue positivo pero a medio plazo fue destructivo (risas). También montamos una franquicia italiana de ropa de niños en Sevilla Factory, en Dos Hermanas. Como teníamos 20 años y lo más parecido que habíamos visto a un niño era en la televisión, hicimos un pedido bestial de ropa pero sin criterio ni idea. No fuimos humildes porque nuestras madres se ofrecieron a ayudarnos y como nos había ido bien en otros negocios rechazamos esa ayuda con mucha arrogancia. Nos pegamos un castañazo serio y hemos estado regalando patuquitos hasta ayer (risas). ¿Conclusión?, como dice el inversor y empresario Warren Buffett, «no inviertas en negocios que no puedas entender».
-Abrió más de 30 tiendas de telefonía en Andalucía y eso le permitió conocer el mundo de la telefonía. ¿Fue ese negocio decisivo para entrar después en Pepehone?
-Sí, esa experiencia en el sector de la telefonía móvil fue la que más tarde nos dio el criterio suficiente para liderar Pepephone. Esas tiendas las abrimos antes de marcharme a Madrid y las gestiona Bosynet, una empresa que nació en 1999.
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J. R. LADRA
-Después de abrir tiendas de telefonía por toda Andalucía llega con 27 años a Madrid de la mano de Gonzalo Madariaga, de Mac-Puar (MP) .¿Qué le llevó a dar el salto a Madrid?
-Teníamos un grupo de empresas y de vez en cuando proponía proyectos a Gonzalo Madariaga. En una de esas, Gonzalo me propuso ocuparme en Madrid de MP, una empresa de ascensores, ingeniería, construcción y medio ambiente. Fue un cambio importante que supuso delegar los negocios de hostelería y telefonía que teníamos en Andalucía. Una de las peticiones que le hice a Madariaga fue poder compaginar MP con mis negocios, por supuesto con más implicación en MP. Durante mis tres años en MP tuve una de mis experiencias profesionales más importantes. Antes tenía una visión de pequeña empresa y pasé a una gran organización con planes estratégicos, comités de dirección, reportes de gestión.... Pasé de hacer planes de negocio a un año a planificar a cinco años vista. Además, había un equipo de profesionales en MP muy bueno. En 2010 mi empresa Gat Inversiones empezó a coger envergadura y ya resultaba complicado compaginar todo, por lo que dejé MP, aunque sigo teniendo una relación maravillosa con Gonzalo Madariaga.