«Después del ensayo», el teatro como metáfora de la vida

«Cada día, después de ensayar, me gusta quedarme a solas en el escenario y sumergirme en el silencio del teatro[…]

«Cada día, después de ensayar, me gusta quedarme a solas en el escenario y sumergirme en el silencio del teatro vacío... Para reflexionar sobre el trabajo, en estas horas que separan la mañana de la tarde...». Son palabras de «Después del ensayo», una pieza de Ingmar Bergman que llega hoy al teatro Infanta Isabel, intepretada por Emilio Gutiérrez Caba, Rocío Peláez y Chusa Barbero. La adaptación es de Joaquín Hinojosa, y la dirección de Juan José Afonso, que lleva cerca de una década queriendo subir este texto al escenario.

«?Después del ensayo? es -dice el director- la obra, el testamento como hombre de teatro de un Bergman ya maduro, que se autoanaliza de forma implacable, sincera y atormentada... Esta obra es una reflexión sobre la vida que no se quiere o no se puede vivir. Es, también, la demostración de la existencia de determinados comportamientos humanos emocionalmente desequilibrados que, inevitablemente, se repiten y que, por ello, hacen imposible, aunque se intente desde el amor, que puedan ser soportados o perdonados. Bergman nos habla en esta obra de la tragedia del desamor, de la asunción de la soledad y de la derrota de las creencias ante el paso arrasador de la vida».

El origen de «Después del ensayo» es una película para televisión que Ingmar Bergman rodó en 1984; había escrito el guión cuatro años antes y en él presentaba a un viejo director de teatro, él mismo, a quien tras un ensayo se le aparecen dos mujeres: una es una joven actriz dispuesta a sacrificarlo todo por el arte, y la otra una antigua amante.

Emilio Gutiérrez Caba encarna al viejo director, un remedo de Ingmar Bergman, que dijo de esta obra que estaba destinada a ser «un episodio agradable en mi camino hacia la muerte». El actor se encuentra cómodo en el mundo que retrata Bergman. «Habla del teatro, de un ambiente que reconozco perfectamente, claro». Pero, asegura Gutiérrez Caba, Bergman utiliza el teatro como una metáfora para hablar de la vida, de la soledad del creador, de la melancolía de quien está en el ocaso de su vida. «A su manera, en esta obra se confiesa, pasa revista a su vida y trata de expiar sus culpas», añade.

Claro que hay melancolía en su personaje, al que entiende perfectamente «porque los recuerdos empiezan a llenar tu vida y porque al llegar a una edad tu escala de valores ha cambiado, y empiezas a dar importancia a cosas muy simples, como tomar un té o leer un buen libro».

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