La pluma como símbolo de poder

«Bajo el Imperio de los grandes hombres la pluma es más poderosa que la espada»Edward George Bulwer, Escritor Si a[…]

«Bajo el Imperio de los grandes hombres la pluma es más poderosa que la espada»
Edward George Bulwer, Escritor

Si a Lewis Edson Waterman, a finales del siglo XIX, no lo hubieran despedido de una agencia de seguros para la que trabajaba por culpa de un escandaloso derrame de tinta en una firma; quizás todavía estaríamos afilando plumas de cálamo y de oca para remojarlas en tinteros y por supuesto yo estaría redactando sobre el arte de vivir fastuosamente con varios embadurnes, tachones y hojas nuevas.

Sin ánimo de alegrarme con la desgracia ajena, hay que reconocer que Waterman tenía que trascender fuera de la aseguradora; para cumplir el gran cometido de su vida: Comenzar una gran revolución de su puño y letra para cambiar la escritura universal de manera inmácula.

Cartel publicitario de 1904 de Ideal Fountain Pen
Cartel publicitario de 1904 de Ideal Fountain Pen - Tmblr

En 1883 nace la primera pluma estilográfica del bienaventurado que perdió su trabajo, la Waterman´s Ideal Fountain Pen. Esta ha ido salvando a algunas firmas históricas de posibles desastres irremediables con el tintero. Sin embargo el mecanismo seguía siendo bastante rudimentario y no tan estético como las estilográficas que le han estado sucediendo de esta casa y otras: Consistía en un depósito de tinta que era conducida hasta la plumilla a través de un alimentador que la distribuía de manera uniforme sobre el papel.

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Saphir Nocturne Fountain Pen, La Collection Privée
Saphir Nocturne Fountain Pen, La Collection Privée - Waterman

Una década después George S. Parker mejoró el alimentador, reproduciendo el arte de Waterman de no manchar el papel, más el añadido de mantener el estilo con los dedos sin manchas de tinta, una situación habitual que se producía al desenroscar el tapón. La solución se presentó mediante una curvatura que presentaba el alimentador, haciendo que el sobrante de tinta quedase dentro del plumín y al finalizar la presión ésta regresaba hacia la capilaridad interna de la pluma.

Antes de iniciar el S.XX seguían exprimiendo su creatividad para crear mecanismos de caligrafía inmejorables, pero con la llegada de la Revolución Industrial el mundo se estaba acelerando y los civiles tenían la misma prisa por avanzar y todo quedaba rápidamente obsoleto, por esa misma razón no había tiempo que perder con el cuentagotas, se precisaban algo más práctico para escribir, incluso para aquellos que tenían todo el día para destinar cartas. Como la tinta no nacía del artilugio por arte de magia, Tenía que inventarse sí o sí un sistema de autollenado.

Este capítulo de este intento de facilitarle la vida al usuario se ha visto con mucho ensayo y error. El primer intento lo hizo Roy Conklin en 1897 con este mecanismo llamo Crescent filler (o de media luna), sin embargo no dotaba de una particular belleza al instrumento, así que en 1907 Walter A. Sheaffer sustituyó esa pieza por una palanca que se embutía en el cuerpo de la pluma, actualmente se sigue reproduciendo el sistema de Sheaffer en preciosas estilográficas de Edición Limitada.

Parker desarrolló durante la década del Charlestón otro sistema llamado Vacuum-filler (llenado por vacío), este mecanismo llenaba de tinta el propio cuerpo de la pluma mediante el bombeo sobre un diafragama de goma.

Duofold Pen 1922
Duofold Pen 1922 - Parker

Justo cuando se empieza a surgir la demanda del sistema vacumatic de Parker, ocurre una serie de acontecimientos desfavorables mundiales que mantienen al margen de la Historia la pieza ilustre de la escritura: La Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y gran parte de la Guerra Fría.

Nadie tenía pulso para florituras ni caligrafía diplomática, se necesitaban hombres que sirvieran a sus naciones bajo presión, y bajo todo tipo de circunstancias críticas. Las grandes casas de estilográficas trataron de adaptarse a ese tiempo: Parker desarrolló el sistema aerométrico y el de capilaridad; Sheaffer comercializó el mecanismo snorkel-que terminó sustituyendo por el mecanismo touchdown y cartucho- y Waterman hizo populares los cartuchos de tinta. Sin embargo lo que realmente usaban los pilotos de combate durante la II G.M fue el coprotagonista de la pluma, el bolígrafo, patentado por Laszlo J.Biro en 1938. Ésta fue la respuesta económica y funcional frente a un era devastada por la guerra y la posguerra en la cual todo sucedía en cuestión de segundos y la pluma seguía siendo demasiado ceremoniosa frente a la rapidez que prometía ese tubo de plastico corriente con tinta.

Seguía sin suceder ningún cambio radical dentro de éstas, los bolígrafos comenzaban a reemplazarlas y a la par se iban cerrando fábricas de cada una de las matrices. Mientras tanto Waterman rescató el mecanismo de cartucho-en su momento de cristal, un fallo debido a la fragilidad- para hacerlo de plástico, siendo hoy el método más extendido para recargar.

El bolígrafo se asentó fuerte durante la época de los 50 y 60, aunque las generaciones nacidas durante esa época que fueron instruidos principalmente con monjas son quizás la última generación que nos diría a nosotros los hijos "haz buena letra", el uso del bolígrafo deformaba la caligrafía según las teorías estéticas de las monjas; los estudiantes tenían dos opciones o hacían sus dictados con con lápiz o con pluma.

Pero por mucho que abogasen las monjas por la caligrafía, no ganaron la causa. El boli con su simplismo mandó a la quiebra a varias casas reconocidas de estilográficas.

Unos a boli, otros a lápiz escribían sin la gracia que tenía mover la muñeca con una pluma. De pronto llegó la nostalgia en los 80´s resucitándola con la gloria imponente del lujo. Pasa de ser una necesidad a un símbolo de poder y distinción. Todos tenían bolígrafos en la posmodernidad, la gran sociedad agnóstica de antihéroes que consumían para obtener placer instantáneo en los objetos de usar y tirar, pero el ser humano desde su etapa más primitiva ha buscado trascender, y esa esencia innata a veces tiene sentimientos encontrados con los objetos, especialmente con aquello que nos defina, en este caso la estilográfica que escribe quiénes somos de donde venimos y hacia donde vamos.

«La pluma es la lengua del alma»
Miguel de Cervantes Saavedra, Escritor

A partir de ese momento las firmas emblemáticas de plumas entienden esta concepción de la personalidad que se forja a través de la estilográfica, rescatando las líneas clásicas de forma mejorada y con acabados de las décadas que han ido marcando su paso por la mano de grandes hombres.

Nacen ediciones limitadas y reediciones, incluso marcas mucho más jóvenes en el sector, como las italianas Delta en 1982 y Visconti 1988, respaldadas por la exquisitez del lujo italiano como las tradicionales Omas, Aurora y Montegrappa.

Cuando pienso en un referente de plumas, particularmente tengo una relación especial con Montblanc, las veces que he visto y he tenido una en la mano ha venido de otra que me ha inspirado más que poder: Respeto y admiración.

La pluma que se hizo un hueco en los bolsillos de los trajes masculinos fue la Meisterstück 149, la cual ha sido compañera de numerosas figuras de poder a lo largo de su lanzamiento en 1924. La power pen como así le dicen también es negra y robusta, un clásico que todo hombre debería tener consigo por lo que representa.

Meisterstück 149
Meisterstück 149 - Montblanc

El trabajo artesanal se hace en Hamburgo, no obstante durante la Segunda Guerra Mundial, la fábrica sufrió grandes daños a causa del bombardeo de los Aliados trasladándose a Barcelona. Hoy circula algún ejemplar de esa fecha en la que se grabó: Fabricado en España por Enrique Wiese.

El alma de la pluma Montblanc está exactamente en el plumín, una pieza que no llega al gramo pero que tiene un trabajo muy detallado resultante de 30 procesos y muchas semanas de dedicación. Sus plumines están fabricados en oro entre 14 y 18 quilates, la punta de oro se funde con una aleación de iridio para crear una microesfera que la hace resistente a las memorias de toda una vida.

Montblanc ofrece aparte de sus múltiples colecciones la realización de una estilográfica hecha a imagen y semejanza del alma del cliente. Los maestros toman nota de su biografía, de sus aficciones, de sus colores favoritos, de todo aquello que lo haga único junto con su forma de escribir -rotación, inclinación, velocidad y presión sobre el papel- para crearle una exclusiva pieza magistral.

Aunque hoy disponemos de innumerables maneras de plasmar nuestras ideas, escribir sigue siendo un arte que no solo reproduce el abedecedario con nuestro ritmo y movimientos personales, zurdos o diestros, es la gran expresión de nuestra alma manifestándose en su intimidad, eso no lo capta ningún ordenador, tableta o teléfono -sea del sistema operativo que sea-; porque en eso no se escribe, se teclea, como se mecanografía en una máquina de escribir en los cuales nunca interviene el ritual de sentir el tacto del papel y el melódico trazado de un plumín fino; en el que se desliza hasta aparecer el nombre de la persona que más queremos; porque cuando dedicamos, lo hacemos desde el corazón, de nuestro puño y letra como si fuera lo único válido de nosotros con nuestra firma y caligrafía.

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