Manuel Jabois retrata al delincuente de barrio que acabó en el horror del 11M
Manuel Jabois quería contar la historia fría y desnuda de Gabriel Montoya, "El Gitanillo", un delincuente de barrio que acabó[…]
Manuel Jabois quería contar la historia fría y desnuda de Gabriel Montoya, "El Gitanillo", un delincuente de barrio que acabó participando en la trama asturiana del 11M. Sin condenarle ni compadecerle, el periodista ha dibujado en un libro el retrato más aséptico del menor que involuntariamente acabó metido en el horror de la barbarie.
Que nadie espere de "Nos vemos en esta vida o en la otra" (editorial Planeta), que hoy ha salido a la venta, ni moralejas ni, por supuesto, nuevas claves de la investigación del mayor atentado en la historia de Europa.
Porque lo que va a encontrar el lector, según explica en una entrevista con Efe el autor del libro, es la fotografía descarnada, a cuerpo descubierto, de "El Gitanillo", también conocido con otro alias, "Baby".
Un chaval de familia desestructurada que con 16 años se cruza con Emilio Suárez Trashorras, el delincuente con más "caché" de Avilés, el capo de la noche que maneja drogas, chicas, coches... todo lo que un jovencito sin nada que hacer anhela, explica Jabois.
No es cuestión de desgranar aquí la historia del protagonista, ni siquiera de los compinches que le acompañan. Para eso está el libro, para descubrir paso a paso los meses que precedieron a la explosión de las bombas en los trenes.
Hay cosas que ya se saben, como que "El Gitanillo" contribuyó al traslado de la dinamita que haría saltar esos trenes, que Trashorras fue condenado a 34.000 años de cárcel o que la sentencia tras el juicio señalaba que la colaboración del menor fue involuntaria.
Jabois quería a toda costa plasmar en un relato estrictamente periodístico -eludió la tentación de escribirlo en primera persona- "cómo un crío se ve metido en una trama como la del 11M", reflejar de la forma "más neutra y objetiva posible" la "lógica perversa" que sigue la vida del menor hasta llegar a colaborar en los atentados, aún sin saberlo.
Le costó al periodista gallego, habitual colaborador del diario El País, conseguir que "El Gitanillo" accediera a entrevistarse con él. En un primer contacto, muy frío y al que no acudió solo, se negó, pero se intercambiaron los teléfonos y el joven dejó abierta una puerta que a Jabois le sonó a oportunidad futura.
Como rememora a Efe el autor, "Baby" dejó entrever que en algún momento de su vida tendría que contar su historia. No sabía si dentro de tres meses, un año o diez, pero lo haría. Así que, Jabois se interesó de forma periódica por él hasta que finalmente accedió.
Sin pretender sacar conclusiones, Jabois sí se atreve a afirmar que, de alguna manera, la historia de la trama asturiana puede mostrar cómo personas totalmente desvinculadas de la religión y de bandas terroristas "terminan siendo colaboradores necesarios", a la vez que refuerza "la suerte de nihilismo" que se está viviendo en Europa como se ha visto tras los recientes atentados yihadistas.
Y en las conversaciones sinceras con el protagonista, Jabois también ha descubierto cómo hay otra tentación, la del bien, que tratan de esquivar los que viven en el mal, los que como "El Gitanillo", lo han mamado al ser testigos de cómo su padre caía una y otra vez en la cárcel o de cómo maltrataba a su madre.
Manuel Jabois ha intentado, y conseguido, mantenerse frío con este relato, que reconoce inquietante cuando es el propio entrevistado el que, huyendo de la hipocresía, confiesa que si hubiera sabido que la dinamita era para atentar, quizá lo hubiera hecho igual en ese momento de su vida, apenas un adolescente que no pensaba.
No se arrepiente "El Gitanillo" de lo que hizo, pero sí de lo que pasó. Doce años después de la tragedia, con una vida normal, aparentemente reinsertado y con una pareja, abomina de ese espanto, pero en el relato insiste: "Buah, era un crío. Pero yo qué sé, te arrepientes de las muertes que ha habido y demás. Es arrepentimiento, pero te queda ahí un poquito de decir 'bueno'...".
Una entrevista que a Jabois no le ha resultado más difícil que cualquier otra que haya hecho en su trayectoria periodística. "Él quería hablar y su historia es una historia personal. Lo que tenía que hacer es escucharle. Nunca tuve la tentación de condenarle ni compadecerle ni tratar de entenderle", insiste el autor.
Porque Jabois es periodista. Solo trata de ofrecer la máxima información posible y dársela al lector para que "haga lo que crea conveniente y saque sus conclusiones".
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