Bolsa: bandera blanca y a otra cosa

En la bolsa, como en la vida, hay caídas y caídas. Las hay de las que uno se levanta sin[…]

En la bolsa, como en la vida, hay caídas y caídas. Las hay de las que uno se levanta sin mirarse la heridas y otras, menos aparatosas, que nos quitan la confianza, el buen humor y las ganas de aventuras durante mucho tiempo. La del lunes en Europa -en el fue la segunda mayor del año pero, con diferencia, la primera por su impacto- marca un punto y aparte. No fue sólo una caída libre de las cotizaciones en todo el Viejo Continente tras una oleada de ventas indiscriminadas; fue también el día en el que la divisa europea se vino abajo con estrépito, sobre todo frente al yen japonés.

Los pesimistas hablan de rendición y capitulación de los mercados y los menos pesimistas esperan una señal. Si no pasa nada extraordinario, a las bolsas sólo les queda un camino: seguir bajando.

Los mercados de valores están pasando por todas las obstáculos posibles. Como a Hércules se le multiplican los trabajos para ganarse el perdón de los dioses, y cada prueba superada supone enfrentarse a una más difícil todavía. Han tenido que superar la caída de un buen puñado de bancos estadounidenses, entre ellos varios iconos del capitalismo mundial, para toparse inmediatamente después con las dudas sobre la aprobación del plan de rescate en Estados Unidos. Nunca la consecución de un objetivo de tal magnitud y tan duramente peleado ha tenido un impacto tan efímero. Las bolsas subieron el viernes para caer el lunes a la vista de que el sistema financiero europeo está contra las cuerdas. Y ahora, ¿qué más?

Esa es la cuestión y ninguna de las posibles respuestas es tranquilizadora. Queda mucho y muy feo por salir a la superficie -ahí está la compra directa de deuda bancaria por parte de la FED ayer, en una intervención sin precedentes- y de eso no queda ya ninguna duda. Roto el efecto del plan de rescate y sobre el tapete la extrema debilidad de la banca europea, no queda más esperanza que un recorte de tipos contundente y extraordinario en Europa.

Sería para ganar tiempo pero no solucionaría el problema de fondo. Un problema de dimensiones desconocidas hasta que los Gobiernos y supervisores decidan dar un golpe en la mesa y obligar a los bancos a que pongan negro sobre blanco sus miserias y sus fortalezas. Algo a lo que los mercados y las economías mundiales no están dispuestos, por si acaso no aguantan con el peso en las espaldas.

Peres, rentabilidades por dividendo, recomendaciones... El precio de las cosas está totalmente en entredicho y de poco valen los fundamentales cuando es la confianza la que flaquea o la que, sencillamente, ha desaparecido. Cuando en algunas mesas de contratación los clientes preguntan a los traders si su depósito en tal o cual banco está en peligro es que es mejor sacar la bandera blanca y a otra cosa. Pedirle mucho más a los inversores en las circunstancias actuales es una utopía.

En las firmas de bolsa ya se da cuenta a los clientes de que los índices pueden bajar otro 10% desde los niveles actuales. Por muy intervenidos que estén los mercados, una reacción hasta final de año sería una sorpresa mayúscula. No hay una sola razón sobre el tapate para justificarla por mucho que oíga que hay precios baratos ¿Baratos respecto a qué? Y la caída del lunes ha dejado bien clarito que son muchos los que tardarán tiempo -años- en volver a la renta variable.

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