Un mercado confiado

En las últimas dos semanas hemos presenciado como el mercado volvía a situarse en el modo defensivo habitual, propio de la incertidumbre y del miedo a acontecimientos que puedan afectar de manera negativa a la economía.

En las últimas dos semanas hemos presenciado como el mercado volvía a situarse en el modo defensivo habitual, propio de la incertidumbre y del miedo a acontecimientos que puedan afectar de manera negativa a la economía.

Las preocupaciones sobre la salud del sistema de financiación en China, junto con la escalada de la tensión en Ucrania, han conseguido frenar en seco el apetito de riesgo de los inversores, provocando caídas en las bolsas por cierre de posiciones alcistas e incrementando la demanda de bonos soberanos de países como Alemania y Estados Unidos, en busca de refugio ante un eventual incremento de la tensión en los mercados.

Curiosamente, el movimiento en los activos, en general, ha carecido de la volatilidad habitual en estas situaciones. Una invasión Rusa en la misma frontera de la Unión Europea, junto con la acumulación de fuerza militar de este país y una toma de posición tan clara, en contra por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, en otros momentos hubiese provocado una situación de verdadero pánico entre los inversores.

Sin embargo, lo que vemos son ligeros recortes en los índices bursátiles, y los que es aún más sorprendente, un mercado de divisas que parece moverse ajeno a los acontecimientos. Sólo algunas compras de yen japonés y franco suizo, en busca de refugio, pero de menor intensidad, más producto de cierre de posiciones tácticas.

De hecho, el euro llegó a máximos cercanos a 1.40, elevado a esas cotas por la inacción del Banco Central Europeo, ignorando por completo el peligro que rondaba por el Este de sus fronteras. No es una reacción normal. Algunas interpretaciones se han vertido al respecto, imputando esta falta de volatilidad al exceso de liquidez existente en los mercados financieros, por las acciones de los principales bancos centrales del mundo. Con mayores disponibilidades monetarias se incrementa la posibilidad de mantener las posiciones establecidas.

Pero eso es sólo un razonamiento adicional. Aún teniendo recursos para soportar la presión, si no se cree en una inversión, se deshace. Por ello, si la mantienen, o sólo la recortan parcialmente, es porque confían en una pronta recuperación y, en este sentido, creo que los inversores vuelven a ser excesivamente confiados.

Pocos en el mercado quieren darle importancia al conflicto de Ucrania, a pesar de que la propia canciller alemana, Angela Merkel, quien ha sido la encargada de negociar directamente con Putin, manifestó su preocupación por las consecuencias negativas que podría tener para la economía europea.

No se trata tan sólo del tema de abastecimiento de energía a Europa por parte de Rusia, por sí mismo importante, sino de una más que posible congelación de las relaciones comerciales y de inversión entre Rusia y Occidente, una vuelta a la tensión que imperaba durante la Guerra Fría y a un peligro continuo de conflagración bélica, que no creo que vaya a alentar a la inversión en los países más próximas a una hipotética zona de conflicto.

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Como siempre se ha dicho, los mercados son soberanos y, por ello, la última decisión la toman sus participantes. Aunque creo que no es necesario recordar que este gran soberano mundial, llamado mercado, no se caracteriza, precisamente, por su coherencia o por su templanza. Por el contrario se trata de un monarca voluble, ciclotímico, a veces envalentonado y a veces asustadizo, todo ello dependiendo de su estado de ánimo.

Me da la impresión que el exceso de liquidez, en las circunstancias actuales, está actuando como un psicotrópico que ha funcionado para sacar de la depresión al paciente, pero que, en momentos de peligro, le impide ver la realidad.

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