Ser padre también cambia el cerebro (y mucho)

Eso que llaman instinto maternal, mil veces ensalzado, ha sido muy estudiado por la neurociencia. Los científicos saben cómo la[…]

Eso que llaman instinto maternal, mil veces ensalzado, ha sido muy estudiado por la neurociencia. Los científicos saben cómo la llegada de un hijo provoca una serie de transformaciones químicas en el cerebro de la madre que consiguen que esta se vuelque en sus cuidados. Nada será más importante que el bebé, que dependerá de ella durante un largo período de tiempo en comparación con las crías de otros mamíferos. Ha invertido mucho esfuerzo en traerlo al mundo y resulta un ser muy valioso, por lo que puede incluso arriesgar la vida por él. Pero, ¿qué hay de los padres? ¿Acaso ellos no tienen su propio «instinto» paterno? ¿Qué pasa dentro del cerebro de los varones cuando cogen en sus brazos a su recién nacido?

Un nuevo estudio publicado en la revista «Nature» ha observado por primera vez esa transformación en ratones de laboratorio. Los investigadores descubrieron una especie de «circuito» de la paternidad, formado por células de 20 partes diferentes del cerebro que desencadenan cambios de comportamiento y hormonales en los machos que les llevan a implicarse en los cuidados de los animales más jóvenes.

Catherine Dulac, neurobióloga de la Universidad de Harvard y responsable del estudio, sentía curiosidad por los circuitos cerebrales que controlan la crianza de los hijos, no solo debido a las muchas actividades diferentes que deben coordinar, sino también debido a una distinción clave entre machos y hembras.


Al igual que las madres, los ratones padres también acicalan a sus crías y las llevan al nido
Al igual que las madres, los ratones padres también acicalan a sus crías y las llevan al nido - Dulac Lab/Howard Hughes Medical Institute/Harvard

Las hembras de ratón exhiben comportamientos maternos ya tengan crías propias o no. Los machos, sin embargo, no comparten ese instinto de crianza, a menos que se hayan apareado recientemente. Su comportamiento habitual hacia los pequeños es la agresión, pero tres semanas después del apareamiento, aproximadamente durante el momento en que deben nacer las crías, las cosas cambian. «Los hombres pierden su agresividad y su comportamiento se ve exactamente como el de una hembra», asegura Dulac.

Estos ratones pasan su tiempo construyendo nidos, acurrucándose junto a las crías, acicalándolas y manteniéndolas cerca. Se vuelven menos interesados en interactuar con animales adultos, y mucho más en hacerlo con sus «bebés». Los niveles hormonales también cambian. «Lo que agrupamos en un solo término, el cuidado parental, en realidad significa que muchas cosas cambian», dice Dulac. «Muchos circuitos neuronales se modifican dentro del cerebro».

Las neuronas clave

Hace varios años, Dulac y su equipo descubrieron un grupo de neuronas en una parte del cerebro conocida como el área preóptica medial que coordina estos cambios generalizados. Para el estudio actual, el equipo rastreó conexiones hacia y desde estas células de comportamiento parental, todas las cuales producen una molécula de señalización llamada galanina. De esta forma revelaron que el centro de crianza recibe señales de 20 regiones cerebrales diferentes y transmite información a otras tantas. Cada neurona productora de galanina individual se proyecta a solo una de estas regiones del cerebro, lo que sugiere que subconjuntos de células controlan diferentes funciones.

Para desentrañar cómo funcionan, el equipo utilizó herramientas basadas en la luz para manipular la actividad de diferentes conjuntos de células. Por ejemplo, cuando activaron unas neuronas determinadas, los ratones aumentaron el acicalamiento de las crías. ¡Incluso los machos vírgenes, que normalmente no tienen ese instinto! Por el contrario, la desactivación de las mismas neuronas redujo esa actividad tanto en machos como en hembras.

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Otro conjunto de neuronas envía señales a un componente clave del centro de recompensa del cerebro. Su activación aumentó drásticamente la motivación de los animales para interactuar con las crías. Tanto los machos como las hembras escalaron las barreras de plástico colocadas en su jaula para alcanzar a las crías en el otro lado. Sin embargo, la activación de estas células no tuvo impacto en el comportamiento de crianza de los animales. Esto fue más claro en los experimentos con ratones machos vírgenes, que escalaron la barrera solo para atacar a los cachorros.

El equipo también demostró que las neuronas galaninas que se proyectan hacia la amígdala, una región con forma de almendra conocida por su papel en el procesamiento emocional, mantienen a los padres atentos a sus cachorros, ignorando las señales sociales de otros adultos. «Nadie ha diseccionado el control de ningún comportamiento social complejo con tanto detalle, en este nivel de comprensión», asegura la autora del trabajo.

En general, el equipo no encontró grandes diferencias en el «cableado» de los circuitos de crianza entre machos y hembras. Todavía no se sabe si los humanos y otros animales comparten los circuitos cerebrales parentales identificados en ratones, pero los investigadores creen que es posible, así que los padres no tienen excusas a la hora de cambiar los pañales de los bebés. Además, según explican, descubrir cómo el cerebro controla la crianza de los hijos podría algún día ayudar a encontrar formas de ayudar a las madres a vincularse con sus hijos en casos de depresión posparto.

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