Realidades y mitos del petróleo

Una de las excusas para las abultadas correcciones de los mercados financieros en los últimos meses ha sido la intensa[…]

Una de las excusas para las abultadas correcciones de los mercados financieros en los últimos meses ha sido la intensa caída de los precios del petróleo. Y es que, desde los máximos de 2014, en el entorno de 110 dólares por barril, hasta los 34 actuales (tomando como referencia el Brent), las bajadas han dejado grandes ganadores y grandes perdedores.

Uno de los mitos del petróleo es que el desplome de la cotización es un claro signo de expectativas de recesión. Sin embargo, la mayor parte de la corrección que se ha producido desde verano de 2014 no ha sido por una menor demanda, sino más por un exceso de oferta. En primer lugar, Estados Unidos casi ha duplicado en los últimos años su producción de petróleo, como consecuencia del desarrollo de los campos de hidrocarburos no convencionales. Los principales países productores trataron de frenar el impacto en precios de esa mayor oferta reduciendo la suya propia, pero cuando constataron que eso significaba perder cuota de mercado de forma permanente cambiaron de estrategia, aceptando la corrección observada desde mediados de 2014 como forma de desincentivar la extracción mediante técnicas más costosas. La consolidación en los niveles deseados (en el entorno de 60 dólares) no ha sido posible porque varios productores están expandiendo sus exportaciones, básicamente Irak, Libia y, sobre todo, Irán, tras el levantamiento de las sanciones. Esto hace que en el actual mercado haya un exceso de oferta que hace difícil ver un repunte de precios en el corto plazo.

Por otra parte, las cotizaciones actuales no son compatibles con el mantenimiento de la actual capacidad de producción en el medio plazo. En estos momentos apenas se cubre el coste variable y, desde luego, es insuficiente como para atender la exploración y desarrollo de nuevos campos, así como la perforación de nuevos pozos. Por ello, pese a las señales que hemos descrito en el anterior párrafo, pensamos que la recuperación del precio del crudo en el medio plazo es inevitable.

Creemos que esta contradicción entre el corto y el largo plazo se resolverá en favor de una subida de precios hasta el rango de 45- 50 dólares, pero acordémonos de lo que afirmaba Keynes, que los mercados pueden permanecer más tiempo irracionales del que el inversor puede mantenerse solvente.

Otro de los mitos del precio del petróleo es que las variaciones del precio del petróleo son un juego de suma cero, en el que lo que dejan de percibir los países productores de petróleo es una mayor renta que retienen los consumidores. Que el mundo en su conjunto pueda tener acceso a más energía y a menores precios tiene efectos netos positivos para la economía global, con más ganadores que perdedores. Lo que pasa es que los efectos negativos son inmediatos, como ya hemos visto en la menor estimación de beneficios de las compañías de energía y las dependientes de ellas, y en un deterioro de su calidad crediticia, que incluso ha generado insolvencias en las empresas más débiles. Por el contrario, los efectos positivos son más dilatados en el tiempo. Desde que se produce la bajada del precio del petróleo hasta que esto es percibido por el consumidor como un aumento permanente de renta pasa un lapso de tiempo, que en estos momentos está siendo más dilatado de lo que cabía esperar por las turbulencias en los mercados financieros. Pero estos efectos finalmente aparecerán en forma de un mayor consumo en las economías importadoras de crudo, que arrastrará a la inversión. Esta es la razón por la que pensamos que la economía mundial no caerá en recesión, pues los países desarrollados mostrarán resistencia en su crecimiento por la oportunidad creada por la caída de los precios de la energía. 

El último mito es confundir inflación negativa con espirales deflacionistas. Por su importancia, la disminución de los costes energéticos pueden dejar las tasas de inflación en territorio negativo durante algún tiempo. Pero eso no significa necesariamente espirales deflacionistas en las que la bajada de precios retrae las decisiones de los agentes económicos que posponen sus decisiones de consumo en caso de las familias y de inversión en el de las empresas. Sinceramente, no hemos asistido a estos fenómenos ni son esperables en el corto plazo. Es cierto que inflaciones negativas son un caldo de cultivo para la deflación y de ahí la actuación tan decidida por parte de los bancos centrales para evitarlas.

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