Obama: cuando los intereses de "main street" confluyen con los de Wall Street

Antes de nada, tenemos que hacer dos confesiones. La primera es que Barack Obama nunca nos ha seducido al cien[…]

Antes de nada, tenemos que hacer dos confesiones. La primera es que Barack Obama nunca nos ha seducido al cien por cien. Sólo una vez hemos conectado fervientemente con él. Fue el 26 de enero de 2010, cuando el presidente retó al sector financiero diciéndole: "Si quieren guerra, la van a tener". El Gobierno demócrata había "contratado" al veteranísimo Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal norteamericana, como presidente del consejo económico asesor de la Casa Blanca para, además, llevar a cabo la reforma financiera más ambiciosa desde los años treinta. 

Los cambios legislativos eran muy farragosos por lo profundos, pero su capítulo esencial consistía en la separación de la banca comercial de la de inversión y, dentro de esta última, el establecimiento de una férrea frontera entre la actividad que cada banco realizaba por cuenta propia de la que realizaba por cuenta de sus clientes. El objetivo era proteger el dinero de los ciudadanos, aún a costa de la merma de los beneficios de la banca. La llamada regla Volcker venía acompañada de la ley "Dodd-Frank" denominada así por el senador y el miembro de la Cámara de Representantes que defendieron la necesidad de cambiar las normas de Wall Street y de proteger a los consumidores dotando de más regulación y más transparencia al sistema financiero.

La segunda confesión es que, aun sabiendo todo esto, que Obama tuvo una primera mitad de mandato muy beligerante con la banca, nos hemos creído a pies juntillas los informes que algunos bancos de inversión han ido publicando en las últimas semanas respecto a los posibles efectos del resultado electoral en Estados Unidos. Uno de ellos, decía: "Un segundo mandato del presidente Obama podría resultar en un salto en paracaídas, con el consiguiente riesgo de fractura". Y, ante la posible victoria del candidato republicano, Mitt Romney, aseguraba que la reacción del mercado sería de una "euforia inicial", aunque reconocía que podía decepcionar. Y en lo que coincidían todos los informes era en que uno de los sectores ganadores en caso de que los republicanos acabaran controlando tanto la Casa Blanca como la Cámara de Representantes sería el sector financiero: Romney levantaría la mano en cuestiones de regulación y dejaría, otra vez, que los intereses de Wall Street reinaran sobre los de Main Street.

Pero lo que hoy parecen decir los mercados es que les gusta que haya ganado Barack Obama. Europa se ha despertado en verde, pese a que hoy hay una jornada muy importante en Grecia: el Parlamento vota los ajustes a los que está condicionado el nuevo tramo de apoyo financiero del que depende que el país no se declare en quiebra. En Asia, el índice Nikkei de Tokio ha terminado la sesión plano, mientras que el Hang Seng de Hong Kong ha subido un 0,7%.

El dólar pierde posiciones. Bernanke sale reforzado

En el mercado de divisas, el dólar ha perdido posiciones. Mitt Romney había afirmado que no renovaría al presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, cuando su mandato llegara a su fin, en el año 2014, y nombraría a un halcón obsesionado con la inflación y no con el crecimiento y el empleo, como parece estarlo el actual presidente de la Fed.  

Ben Bernanke, parece ser, no repetirá al frente del banco central americano, pero Obama hará lo posible por elegir a alguien de su perfil. Quizás, y estamos haciendo un brindis al sol, un candidato ideal, el que más nos gusta, es Charles Evans, de la Fed de Chicago. 

En definitiva, el dólar, con su depreciación, está descontando que la política monetaria estadounidense seguirá siendo expansiva, que Ben Bernanke seguirá teniendo el campo libre, al menos en el próximo año y pico que le queda de mandato, para seguir inyectando dólares. 

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Este apoyo de la persona que pasará a la historia por haber impedido que Estados Unidos repitiera la trágica historia de los años treinta será fundamental para Obama. Especialmente ante el reto al que se enfrenta en los dos próximos meses: impedir el abismo fiscal que supondría la ejecución de los ajustes automáticos de gasto y de ingreso si republicanos y demócratas no se ponen de acuerdo en cómo ir embridando el déficit y la deuda de EE.UU. que, efectivamente, es muy, muy importante. Si no hay acuerdo y se ejecutan los recortes de gastos y las subidas de impuestos, EE.UU. entraría inmediatamente en recesión.

Los republicanos no pondrán fácil la negociación. Pero los ciudadanos americanos pueden estar más tranquilos: el presidente electo es la mejor opción dentro de las posibles (tampoco nos consideramos fanáticos del sistema electoral americano, mayoritario, que excluye sistemáticamente otras opciones que no sean las de las maquinarias republicana y demócrata. Aunque muchos quieran mostrarnos que es la mayor democracia del mundo, en realidad, excluye a muchas minorías ideológicas). Obama es la mejor de las opciones posibles porque se acordará un poco más de los intereses de los de abajo. Romney, no lo olvidemos, pertenece al 1% de los más ricos.

Obama garantiza la supervivencia del capitalismo

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Y vamos más allá. Con Obama, los intereses de Wall Street confluyen con los de Main Street de la única manera posible en que pueden hacerlo las clases dominantes con las dominadas. Y el secreto es al menos tan antiguo como Henry Ford, el de la fábrica de automóviles: no se puede ahogar a los trabajadores, porque, de lo contrario, ¿quién compraría los coches?

Sin duda, quienes también en Europa quieren que el capitalismo emerja de sus cenizas por enésima vez, deberían aprender algo de Obama o de Keynes, que no era un socialista precisamente.

Para quienes, en el sur de Europa, quieren que todo vuelva a ser como antes o para quienes simplemente quieren reducir el sufrimiento de los de abajo aquí y ahora porque no tienen esperanzas en un cambio radical aquí y ahora, el triunfo demócrata es una buena noticia. Una victoria de Romney hubiera sido fatal: el foco en la inflación y en la reducción del déficit hubiera dado fuerzas a Merkel y al Bundesbank y hubiera quitado argumentos a Draghi.

Aunque, bien mirado, en realidad, como decía el otro día Martin Wolf en el Financial Times, la religión de los republicanos no es el déficit cero, sino las bajadas de impuestos que, al final, disparan el déficit. De hecho, a excepción de la legislatura de Obama por la crisis, no ha habido épocas con más déficit que las de gente republicana y de orden como Ronald Reagan o George W. Bush.

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El crecimiento económico, el empleo, que deben seguir siendo apoyados por los poderes públicos, ayudan a "main street", a la gente de la calle, y también a los mercados. Incluso en Wall Street deberían estar contentos.

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