Los retos del nuevo Gobierno de Rajoy

El presidente blinda a su equipo económico y refuerza las competencias de Sáenz de Santamaría y Guindos. La salida de Fernández Díaz y la llegada de perfiles jóvenes y sin lastres constituyen los guiños a la oposición.

A punto de ser investido, cuando ya no había marcha atrás, el último mensaje que Mariano Rajoy trasladó a la oposición fue el de que no permitiría que su proyecto quedara desvirtuado a golpe de pacto, que no «traicionaría» su legado, especialmente las políticas encaminadas a apuntalar la recuperación. Se trataba de una declaración de intenciones a la que ha puesto rostro cinco días después. Pese a las seis nuevas entradas en el gabinete gubernamental, el presidente ha apostado por el «continuismo» en la formación del Gobierno. Es la conclusión que se extrae de un primer vistazo a la fotografía del Consejo de Ministros, donde el equipo económico permanece intacto y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, asume además, como mano derecha del jefe del Ejecutivo, el gran reto de hacer frente al desafío catalán. Pasamos a desgranar los perfiles clave y los retos más importantes a los que se enfrentan:

Guindos: Más peso a costa de seguir dando la cara en la UE (Luis de Guindos, ministro de Economía, Industria y Competitividad)

Tras ver frustradas sus aspiraciones para presidir el Eurogrupo -el consejo de ministros de Economía de la zona euro-, Luis de Guindos seguirá al frente del departamento económico en el que ha permanecido inamovible desde finales de 2011. Lo hará con una pequeña gratificación mediante la que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, intenta compensar su cuota de poder en el Ejecutivo con respecto a otros compañeros, como el de Hacienda, Cristóbal Montoro.

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Además de bregar, de nuevo, con la cúpula europea en torno al cumplimiento de los objetivos marcados para la economía española, De Guindos asume las funciones de Industria, que se encontraban bajo la tutela del ministerio dirigido hasta mayo por José Manuel Soria, y que el actual responsable de Economía ya había asimilado en funciones de forma temporal.

Básicamente, supondrá desarrollar la política del sector de la automoción, el que más fábricas, empleados y exportaciones acumula de la industria. De sus decisiones dependerán las posibles ayudas con las que cuenten los fabricantes, concesionarios y consumidores -como el antiguo Plan PIVE-, así como los planes para conseguir que hasta un 20% del PIB proceda de este tipo de actividades manufactureras en un país claramente volcado al sector de los servicios. Pero poco más.

Porque las decisiones realmente importantes que Luis de Guindos tomará esta legislatura seguirán ligadas a su hábitat natural. El rescate que nunca fue ahora debe ser resuelto por el mismo Ministerio que negó el impacto de las ayudas a la banca entre los contribuyentes. Hasta finales de 2012 casi la mitad de las entidades -las antiguas cajas- recibieron 56.000 millones.

Ahora, Economía tiene que decidir cuál es la mejor opción para que dos de esos grupos -Bankia y Banco Mare Nostrum (BMN)- sean privatizados y, con ello, se revierta una parte del dinero prestado del Estado.

El ministro tendrá la última palabra sobre lo que debe hacer el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) con sus participaciones antes de que finalice 2017, el plazo dictado por Bruselas para deshacer esas posiciones. Puede hacerlo apuntando a la fusión entre Bankia y BMN, consolidando al grupo como cuarto banco del país, con 244.000 millones en activos.

Pero aunque ésta era la primera opción del FROB, ahora ya no descarta subastar BMN de forma independiente para después actuar con Bankia. Así se lo exigen al Ministerio todos los grandes banqueros, quienes oficialmente no muestran interés por BMN, aunque oficiosamente estarían dispuestos a pujar.

Aunque ninguno de los responsables de los bancos estiman todavía que sea momento para realizar más fusiones, sí serán irremediables a medio plazo. Y ahí también tendrá mucho que decir el responsable económico del Gobierno. Popular sería el caso más paradigmático de adquisición, por su debilidad financiera, con Santander, BBVA, CaixaBank o Sabadell a la espera.

Tampoco será tarea fácil explicar a los ciudadanos que los precios comienzan a subir y que -aún más relevante-, los tipos de interés pueden dejar de permanecer en niveles tan bajos como los actuales. Dependerá de lo que decida hacer el BCE.

En cuanto al comercio, deberá profundizar la ley de mercado único para homogeneizar las reglas que cada comunidad exige a las empresas para operar o trasladarse allí, así como eliminar las trabas burocráticas. En el ámbito internacional, el ministro deberá capear los efectos comerciales del 'brexit' y gestionar el el éxito o fracaso de las negociaciones con el TTIP.

LOS RETOS

-Sector bancario. La venta de la participación del FROB en Bankia y BMN debe ser completada en 2017 mediante una fusión de ambas o subasta.

-Plan europeo. Cualquier modificación de las condiciones que marca la Comisión pasarán por sus manos.

-Más funciones. En materia industrial supone gestionar el creciente sector del automóvil.

Álvaro Nadal: El cerebro del Ejecutivo consigue salir a la luz 

La saga de los Nadal ha conseguido lo que deseaban desde que Mariano Rajoy llegó al poder en 2011. Aspirar a un ministerio. Pero la carambola ha resultado completamente inesperada: el próximo ministro del renovado departamento de Energía no será Alberto, hasta ahora Secretario de Estado con las funciones del ramo eléctrico bajo su poder. Sino que accederá al cargo su hermano gemelo, Álvaro, el delfín que siempre había deseado llegar a la primera línea pública ministerial tras ejercer como uno de los escasos consejeros cercanos al presidente en los duros años de crisis a través de la presidencia de la Oficina Económica del Gobierno.

Sus anhelos en materia económica no han despojado a Luis de Guindos de su cargo, aunque por el camino, el nuevo titular de Energía se deja las competencias de Industria, en favor del de Economía y Competitividad. Por la figura de Álvaro Nadal (Madrid, 1970) han pasado las grandes decisiones estratégicas que ha tomado el Ejecutivo de Rajoy en su primera legislatura completa. La reforma financiera, la fiscal, las políticas de ajustes, las reestructuraciones sectoriales y, por supuesto, los cambios en materia energética han sido validadas en un despacho desde el que siempre oteaba la mesa de un Consejo de Ministros al que ahora podrá pertenecer.

El eterno delfín ha conseguido destronar hasta a su propio hermano, al que se dirigían todas las miradas del sector para cubrir la vacante que había dejado José Manuel Soria, tras su abrupta dimisión en el mes de mayo. Los Nadal -además de gemelos, estudiaron la misma carrera y se sacaron la misma oposición de técnicos comerciales del Estado- pertenecían al mismo Gobierno desde 2013. A partir de hoy, podrían formar parte del mismo ministerio. Habrá que ver si en las designaciones que realice el Consejo de Ministros en cada departamento, el actual Secretario de Estado de Energía continúa en su puesto, esta vez bajo las órdenes de su propio hermano. De Nadal, de Alberto Nadal, se especuló que podría haber optado al puesto de director ejecutivo del Banco Mundial.

El horizonte de su hermano, Álvaro, sí está mucho más claro. Asume uno de los ministerios con más tareas pendientes a cortísimo plazo. No se trata de grandes proyectos de ley, sino de decisiones concretas que parecen encaminadas a subir el precio de la luz. El ministro tendrá que determinar cómo devolverá -vía recibo, presupuestos públicos o superávit eléctrico- más de 500 millones a las eléctricas por la financiación del bono social, anulada por el Supremo la semana pasada.

Además, deberá cuantificar el nuevo marque que se llevan las compañías comercializadoras del precio regulado (PVPC), tras la propuesta de Competencia de que se elevara más de un 30%. Antes de que termine el año, hará frente a una nueva subasta de energía renovable por 1.000 megavatios, de cuyo resultado depende la credibilidad del sistema. Y en cuanto el Ejecutivo comience a funcionar, deberá tomar una decisión definitiva sobre el cierre -o no - de la central de Garoña y el cementerio nuclear de Cuenca.

Álvaro Nadal tendrá que demostrar sus dotes de negociación ante uno de los sectores con mayor poder de la economía. Al exdirector de la Oficina presidencial no se le achaca precisamente una excelente relación con el empresariado después de cuatro años ejerciendo como el hombre de Rajoy en la sombra.

Dos de los sectores que esperaban contar con un Ministerio propio o, al menos, con mayor visibilidad en alguna cartera eran el turismo y las telecomunicaciones. El primero sigue siendo la «gallina de los huevos de oro» para España -en 2015 aportó 124.000 millones al PIB y 2,4 millones de empleos, según el «lobby» Exceltur, que funciona como gran patronal- y ha superado la crisis sin especiales sobresaltos.

Su primera reivindicación era dotar al sector de un mayor rango administrativo, con una comisión interministerial semestral encabezada por el presidente del Gobierno y otra interautonómica. Su otra prioridad es poner coto a la «clara competencia desleal» que, a su juicio, se genera por el crecimiento «desbordado» de servicios de alojamiento P2P a través de internet.

En el caso de las telecomunicaciones, sus aspiraciones de visibilidad política eran similares, aunque se podrían haber resuelto añadiendo al Ministerio de Economía las competencias sobre la sociedad digital. Consideran que bajo el paraguas de este departamento les iría mejor a las 'telecos', puesto que la digitalización puede ofrecer créditos apreciables de cara a mejorar el PIB del país.

LOS RETOS

-Electricidad. En las próximas semanas tendrá que decidir cómo devuelve a las energéticas los 500 millones del bono social; en qué cuantía eleva el margen de comercialización de las compañías por el precio regulado de la luz (PVPC); y cómo materializa una nueva subasta de renovables por 1.000 megavatios.

-Turismo. Mantiene el reto de que España siga recibiendo cada año más turistas, después de varios ejercicios históricos, en parte, por factores exógenos.

-Tecnologías. Asume la coordinación de la digitalización de la sociedad en un ministerio heterogéneo en funciones.

Alfonso Dastis Quecedo, Bruselas como trampolín

Su tiempo en la UE había llegado a su fin tras cuatro años agotadores, «terribles». Bruselas marca. Deja demasiadas cicatrices. No es territorio abonado para personalidades endebles. O te comes a la UE o la UE te devora. Simple. Bruselas hay que sufrirla para entenderla y Mariano Rajoy, que la ha conocido demasiado (mucho más de lo que le hubiese gustado), no ha dudado en premiar a Alfonso Dastis Quecedo, embajador español ante la UE desde diciembre de 2011, nombrándole ministro de Exteriores y Cooperación en sustitución de José Manuel García-Margallo, quien le nombró.

Es el gran desconocido de la selección de ministros presentada por Rajoy. Tanto, que incluso consiguió lo imposible: dejar sin palabras a los tertulianos que seguían en directo la decisión. ¿Quién es Alfonso Dastis? A vuelapluma, la mejor definición dice así: «todo lo contrario que Margallo». Que nadie espere una palabra altisonante o una declaración subida de tono. Es diplomático de carrera y sigue al pie de la letra todo lo que conlleva el término diplomacia. De Margallo a Dastis. Del político rimbombante al técnico que tendrá que aprender a ser político en un momento clave para una UE lastrada por los populismos y que deberá afrontar la madre de todas las negociaciones: el 'Brexit', la salida de Reino Unido.

Europeísta convencido y convincente, trabajador meticuloso y gran negociador en la sombra», el nuevo jefe de la diplomacia española (Jerez de la Frontera, 5 de octubre de 1955) es licenciado en Derecho e ingresó en 1983 en la Carrera Diplomática. Su carrera está jalonada de cargos relacionados con Europa y casi siempre de la mano de los gobiernos de Aznar, de quien fue su asesor en La Moncloa. Ya en 2004 fue nombrado embajador de España en los Países Bajos y hasta diciembre de 2011 era también uno de los coordinadores de la Representación Permanente ante la Unión Europea en Bruselas, la conocida como COREPER.

Ya el 31 de diciembre de 2011 asumió las riendas de la que quizá es una de las plazas diplomáticas más relevante y la de mayor desgaste. Negociar a diario con el club de clubes y hacerlo, además, durante madrugadas eternas y complicadas en plena Gran Recesión con el país al borde de la quiebra no es tarea fácil. Bruselas se ha convertido en el kilómetro cero de la política española, algo que Rajoy ha entendido no sólo nombrando a Dastis, también manteniendo a Luis de Guindos como su referente económico internacional.

Ayer, a las 16.50 horas, a sólo unos minutos de iniciar el acto de presentación del Instituto Elcano en Bruselas que tuvo lugar en la sede de la COREPER y que, paradójicamente, iba a moderarlo él, recibió una llamada del presidente del Gobierno diciéndole que iba a ser ministro, que cogiera primer vuelo a Madrid porque hoy, a las 9, juraba el cargo que nunca imaginó. Y eso que como De Guindos, es colchonero confeso, de esos atléticos que nunca dejan de creer.

Dastis esperaba destino y su anhelo estaba lejos de Bruselas, como desvelan fuentes de su entorno. Sabía, además, que era muy posible que le recompensasen con creces tras superar con nota esa 'mili' llamada Unión Europea. Entre sus predilecciones, la que más le gustaba era Nueva York, aunque Roma no le disgustaba. Ni una cosa ni otra. Ministro de Exteriores, quizá lo máximo para un diplomático de carrera. Simple. O te comes a la UE o la UE te devora. Y aquí, el ganador no admite discusión.

Iñigo de la Serna, un ingeniero de caminos renovador

Colocar a un ingeniero de Caminos, Canales y Puertos al frente del Ministerio de Fomento se antoja, a priori, casi lo ideal. La única objeción que se puede hacer al nuevo titular de esta cartera, Iñigo de la Serna, es su aparente inexperiencia en la primera línea de la política nacional -sí tiene un destacado, aunque corto, bagaje a nivel local- para hacerse cargo de un departamento que suele contar con una de las dotaciones presupuestarias más elevadas del Gobierno -en 2016 se le asignaron 10.129 millones de euros, casi un 6% más que el año anterior y para 2017 se mantendrá la misma cifra a la espera de que se puedan aprobar unas cuentas nuevas-, y directamente la primera en las épocas de bonanza económica.

Pero esos tiempos quedaron atrás con la última gran crisis económico-financiera que comenzó en 2008 y no está claro cuándo llegará otra etapa de vacas gordas. Por ejemplo, la inversión en infraestructuras, considerada un termómetro de la recuperación del país, va a encadenar tres años sin apenas variar de los 9.500 millones. Y esta tesitura ocupar ese sillón no será un dulce.

Más bien al contrario, al menos en la primera etapa de la nueva legislatura que se acaba de abrir. Porque Iñigo de la Serna (Bilbao, 1971) se encontrará nada más llegar una bomba de relojería en el cajón:_el rescate de las autopistas de peaje en riesgo de quiebra. Tiene de plazo hasta julio de 2017 para acordar con las concesionarias cómo se mantiene la explotación de las vías y, al tiempo, se vende -o cierra- lo no necesario. En juego, más de 3.000 millones de euros en indemnizaciones.

En su reciente etapa como alcalde de Santander poco habrá conocido de este problema ya que ninguna de las vías en concurso de acreedores se encuentra en Cantabria, la comunidad donde ha desarrollado hasta ahora toda su carrera política desde comienzos de siglo. Primero en la consejería de Medio Ambiente y, a partir de 2003, como concejal del mismo ramo en su capital.

En 2007 fue elegido alcalde por mayoría absoluta -era el primer edil más joven de España, con 36 años- y luego repitió en 2011. Un año después pasó a presidir también la Federación Española de Municipios (FEMP), hasta que fue relevado en 2015 y se quedó como 'número dos'.

Casado y con dos hijos, a sus 45 años De la Serna tendrá el reto de repartir los cuantiosos fondos de su departamento (ahora menores) sin herir susceptibilidades regionales. La conclusión de la red ferroviaria de alta velocidad -tarea a la que se han dedicado 3.660 millones este año-, que abarca más de 1.600 kilómetros, será una buena prueba de fuego ante las quejas de las capitales a la que no llegará el AVE y los problemas presupuestarios con los contratistas que han ralentizado -en algún caso parado- las obras en Galicia y el corredor Mediterráneo.

Otra asignatura que no pudo aprobar su antecesora, Ana Pastor fue la liberalización del corredor del AVE a Levante, congelada desde hace casi un año, para dar entrada al primer competidor privado en la historia del ferrocarril español. Además, habrá de refrendar el megacontrato de Renfe para renovar s u parque de trenes de alta velocidad (hasta 30, mantenimiento incluido) con un presupuesto estimado de 2.600 millones.

Racionalizar la red aeroportuaria y renovar el parque de carreteras también ocuparán parte de su agenda ministerial.

Sáenz de Santamaría, una vicepresidenta para Cataluña

De la abogada del Estado que en el año 2000 llegó a la Moncloa con el currículum bajo el brazo en busca de una oportunidad laboral, aún quedan la tenacidad y la perseverancia. La historia de Soraya Sáenz de Santamaría (Valladolid, 1971) no empieza en las Nuevas Generaciones del PP ni pegando carteles electorales. La suya ha sido una carrera forjada bajo la luz del flexo, primero como aplicada opositora y, después, asesorando a quien estaba llamado a ser el sucesor de José María Aznar y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. 

El origen de su vínculo con el líder del PP nació en los mismos despachos donde ahora ejerce de 'vicetodo'. Dicen que fue Paco Villar, el entonces jefe de Gabinete del vicepresidente Rajoy, el que fichó a Sáenz de Santamaría, fascinado por su determinación y su expediente. Pocos podían vaticinar entonces que aquella funcionaria laboriosa acabaría en lo alto de la pirámide de poder y ocupándose del gran reto la democracia: el encaje de Cataluña en el Estado. 

Siempre bajo el paraguas de Rajoy, el «jefe» al que dicen que preparaba los papeles como nadie, Sáenz de Santamaría fue asumiendo cada vez una mayor responsabilidad. Cuando en el congreso del partido en 2008 el presidente quiso desprenderse de los últimos coletazos del 'aznarismo' y la situó al frente del grupo parlamentario, pasó a ser para muchos la «niña» de Rajoy, una paracaidista de la que decían que podría haber trabajado exactamente igual para el PP que para el PSOE. 

Pero ahí estaba Sáenz de Santamaría, poniendo a temblar a María Teresa Fernández de la Vega, la número dos de José Luis Rodríguez Zapatero, y tejiendo la estrategia de oposición al último Gobierno de los socialistas hasta la fecha. En su entorno, recuerdan las tardes de los martes en su despacho de la Cámara baja, preparando a conciencia los tres minutos de intervención de la sesión de control del día siguiente, el escenario en el que se labró su fama como oradora parlamentaria. 

Para cuando Zapatero quiso convocar elecciones anticipadas con su Gobierno desmoronándose, ya no había duda de que la perfeccionista y metódica portavoz del PP en el Congreso estaba llamada a hacerse con el cargo de mayor confianza del presidente en la Moncloa. Aun así, que pasara a ocuparse de la vicepresidencia, del Centro Nacional de Inteligencia, de la coordinación de las crisis políticas y de las funciones de Rajoy en la Comisión Delegada para Asuntos Económicos siempre que él no pudiera, sorprendió en el partido. 

Pero el exceso de responsabilidad no amilanó a Sáenz de Santamaría, que, según sus colaboradores, siempre está dispuesta a «asumir más». En el PP atribuyen su ambición a un afán oculto de situarse en la casilla de salida de la carrera sucesoria. Y en ese marco se explican los populares su rivalidad con la secretaria general de la formación, el otro pilar del presidente, María Dolores de Cospedal. 

Incluso desde los ministerios han llegado a mirar con desconfianza a Sáenz de Santamaría. Frente a los 'sorayos', dirigentes nacidos a su lado en la oposición, en los últimos cuatro años y capitaneado por José Manuel García-Margallo, se creó el desmantelado 'G-8', el grupo de amigos de Rajoy que censuraba el carácter tecnócrata de la vicepresidenta y su empeño en idear evasivas para cada pregunta espinosa en las ruedas de prensa de los viernes. «Le gusta mantener su imagen limpia, aunque eso suponga lavarse las manos de los problemas del partido», reprocha un alto cargo territorial a la ya exportavoz del Ejecutivo.

Por eso, cuando su nombre comenzó a sonar con fuerza como relevo de Rajoy en las horas bajas del presidente tras las elecciones del 20-D, algunos sectores del PP advirtieron de que estarían dispuestos a dar la batalla para impedir que la formación termine quedándose en sus manos. 

María Dolores de Cospedal, Una mujer de armas tomar

Quienes conocen a María Dolores de Cospedal la definen como «ambiciosa y dura». La secretaria general del PP y nueva ministra de Defensa (Madrid, 1965) ha demostrado en sus treinta años de carrera política una gran determinación para lograr lo que se propone y una indudable habilidad para sobrevivir a sus superiores. Nadie sabe a ciencia cierta qué fue lo que llevó a Mariano Rajoy a situarla al frente del partido en 2008, cuando dobló el brazo a Esperanza Aguirre (a la que ella era cercana) en el convulso congreso que siguió a su segunda derrota electoral frente José Luis Rodríguez Zapatero. El caso es que, desde entonces, el presidente del Gobierno ha mantenido en ella una confianza a prueba de bombas.

Ahora, después de haber perdido el poder autonómico, ocupará un cargo acorde con su carácter recio. Será la segunda mujer en la democracia, después de la socialista Carme Chacón, en dirigir un departamento considerado hasta hace poco parcela masculina. De nuevo, resiste, aunque esta vez sea con más galones que peso político.

Fueron muchos los que en 2015 creyeron que el siempre parsimonioso Rajoy la relevaría del cargo orgánico que se había empeñado en compatibilizar con la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha, desde 2011, y con el liderazgo del partido en la región. Los barones se quejaban de que estaba tan ocupada en sus obligaciones gubernamentales que tenía desatendidos los territorios. Y, además, después de ese polémico episodio en el que trató de disfrazar el contrato que permitía seguir cobrando un sueldo al supuestamente destituido extesorero Luis Bárcenas (aquello que vendió como una «indemnización en diferido»), desapareció del primer plano.

Para regocijo del entorno de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, su eterna rival, durante meses, la luz de Cospedal parecía apagarse. Algunos dirigentes se quejaban de que Génova estaba vacía. El 'runrún' sobre su destitución empezó a ser tan fuerte en mayo que dos cargos de su confianza salieron a frenarlo con unas declaraciones que hicieron aflorar su tensa relación con otro hombre cercano a Rajoy, Javier Arenas.

El expresidente del PP de Andalucía fue el primer jefe político de la hoy poderosa secretaria general en el ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, en el que la joven funcionaria, hija de un excandidato del Partido Reformista, había entrado aún en época socialista, en 1994, como Abogada del Estado Jefe. Arenas la hizo subsecretaria. En el Partido Popular explican que su relación fue «muy estrecha» pero acabó mal.

Lo cierto es que si de verdad el exministro y ex secretario general del PP intentó mover los hilos para que su expupila cayera, como decían sus fieles, no tuvo éxito. Cuando, en junio de 2015, Rajoy renovó la dirección del partido hubo quien pensó que sólo la había mantenido «por compasión» (acababa de perder las elecciones autonómicas). Creían que quedaría eclipsada entre el nuevo secretario de Organización, Fernando Martínez- Maíllo, y el jefe de gabinete de Rajoy, Jorge Moragas, al que se hizo responsable de campaña para las generales del 20 de diciembre. Sin embargo, volvió a hacerse fuerte.

A lo largo de su vida, esta mujer determinada -que, con 40 años, entre un matrimonio y otro, se atrevió a tener un hijo en solitario- ha pasado por tres ministerios, una consejería y una presidencia autonómica. Fue Ángel Acebes, su jefe en el Ministerio del Interior, y amigo personal, quien la llevó a liderar el fracturado PP en Castilla-La Mancha después de que José Manuel Molina diera la espantada en 2006 a un año de los comicios. E Ignacio González, vicepresidente de Esperanza Aguirre, quien la llevó en 2005 al Gobierno de Madrid. Ambos caerían posteriormente en desgracia. Ella sigue en pie. 

Fátima Báñez: Objetivo, crear dos millones de puestos de trabajo

No solo es la prioridad de este Ministerio, sino la del mismísimo presidente del Gobierno:  crear dos millones de empleos en esta legislatura. El objetivo es reducir el indecente número de parados que todavía hay (más de 4,3 millones, según la última EPA) y llegar a los 20 millones de ocupados que existían antes de la crisis. Una tarea de envergadura para la que será necesario un plan de choque integral, con políticas activas eficaces y unos planes de formación reales. Para ello esta vez sí se tendrá que contar con los sindicatos y la patronal y recuperar el diálogo social, ausente en los últimos cinco años. La reforma laboral será seguro un caballo de batalla, junto con la modificación del Estatuto de los Trabajadores. Pero no menos importante es revisar el actual sistema de pensiones, y hacerlo en el marco del Pacto de Toledo, que ya ha empezado con algunas reuniones de trabajo.

El 'marrón' recae de nuevo en Fátima Báñez (Huelva, 1967), la mano derecha de Soraya Sáenz de Santamaría desde que el Partido Popular estaba en la oposición y que se ha alzado como uno de los grandes apoyos de Rajoy. Licenciada en Derecho y Económicas, dio el salto a la política nacional en el 2000 pero llegó al Ministerio en 2011 casi como una desconocida. Ha tenido que lidiar con un Miura -símil del mundo taurino, al que ella es tan aficionada-: los más de seis millones de desempleados que llegó a haber. Y lo ha hecho con un discreto temple. 

En esta legislatura, el Partido Popular ya no cuenta con mayoría absoluta, por lo que no podrá gobernar a golpe de decreto ley -muy utilizado especialmente en el ámbito laboral-. Al contrario, tendrá que pactar con otros grupos parlamentarios y con Ciudadanos en primer lugar. En este partido alaban la actuación de Báñez durante la negociación del pacto de investidura. Cien medidas, entre las que se incluyen un contrato de indemnización creciente y con duración máxima de tres años, así como la 'mochila austríaca' (un fondo de capitalización para los trabajadores que podrán levarse si cambian de trabajo y cobrar en caso de desempleo o de jubilación). Medidas con las que buscarán afrontar problemas como la dualidad del mercado laboral (el 90% de los nuevos contratos son de carácter temporal y sólo un 10% indefinidos).

Entre los puntos negros de su gestión al frente del Ministerio de Empleo se encuentra la ineficiente gestión de las políticas activas. Hasta Bruselas ha criticado el escaso impacto que en España ha tenido la Garantía Juvenil, un programa europeo para que los jóvenes de entre 15 y 24 años puedan acceder a un empleo, unas prácticas o una nueva formación en el plazo máximo de cuatro meses después de haber acabado sus estudios. Sólo el 10%  de los 'ninis' españoles se han beneficiado de la iniciativa frente al 60% que lo han hecho en Alemania o el 80% en Francia. Y eso que la tasa de 'ninis' en nuestro país es del 16%, cuatro puntos más que la media europea.

El gran reto de la ministra será, sin duda, la nueva reforma del sistema de pensiones. La última fue aprobada en 2013 sin consenso con el resto de los grupos y ha resultado insuficiente. La hucha de las pensiones se agotará el año que viene y el sistema de la Seguridad Social presenta un déficit creciente. De hecho, el Gobierno estima que este ejercicio acabe con un agujero de 18.000 millones, el mayor déficit de su historia. Parte de ese problema se encuentra en la partida de ingresos. Y es que los nuevos cotizantes no consiguen aumentar esa recaudación lastrados por los bajos salarios. 

Las medidas para garantizar las pensiones vendrán, seguramente, por utilizar los impuestos, algo que apoyan otros partidos como el PSOE. También podrían financiarse con cargo a los Presupuestos las de viudedad y orfandad. En cualquier caso, la decisión deberá tomarse con acuerdos o no pasará el trámite parlamentario. 

Isabel García Tejerina: Profundizar en la defensa del campo

Lleva en el cargo desde abril de 2014 (relevó al hoy comisario Miguel Arias Cañete) y ha demostrado su voluntad negociadora aunque los frutos no han sido precisamente todos los deseados. Con unas ayudas de la PAC (la política agraria de la UE) ya solo pendientes del reparto, la principal meta de Isabel García Tejerina (Valladolid, 1968) es fortalecer al escalón más débil de la cadena alimentaria, los productores .

Con ese fin esta ingeniera agrónoma y abogada de profesión, además políglota, negoció con todas las partes (industria y distribución incluida) un pacto para revalorizar la leche, pero un año después los ganaderos cobran un 5%menos. Esa brecha de precios origen-destino sigue siendo el gran quebradero de cabeza del sector.

La bienintencionada regulación de esa cadena alimentaria ha resultado claramente de menor eficacia a la perseguida. Y ha sido, según las asociaciones agrarias que reclaman su endurecimiento, a causa de que las sanciones a los infractores no son desincentivadoras.

La renovación de la flota pesquera y un gran pacto por el agua, todavía caballo de batalla histórico entre varias comunidades, son otros de sus retos pendientes.

Los retos son:

-Cadena alimentaria. Con un pacto lácteo más bien decepcionante aún sigue pendiente resolver la brecha de precios origen-destino.

-Pacto del agua. Lograr un sistema duradero de reparto entre comunidades que no se politice como en el pasado.

Montoro: La recompensa por asumir ajustes y reducir el déficit

Cristóbal Montoro, a diferencia de otros compañeros de Gabinete, no se ha pronunciado nunca públicamente sobre sus preferencias para seguir o no en el cargo. Como «hombre de partido» aceptaría de buen grado lo que Mariano Rajoy le pidiese, según su entorno. Pues bien, el presidente le llamó este jueves para decirle que seguirá llevando las cuentas públicas de España. Montoro resiste como ministro de Hacienda a pesar de ser uno de los titulares más cuestionados por la oposición por temas controvertidos como la amnistía fiscal y el responsable de los ajustes presupuestarios. Sin embargo, Rajoy confía en él para mantener la senda de reducción del déficit. Eso sí, pierde competencias sobre Administraciones Públicas en favor de Soraya Sáenz de Santamaría, aunque fuentes de su departamento insisten en que mantendrá el grueso de sus atribuciones. También deberá reconfigurar su equipo. De momento, el secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ferre, fue el primero en confirmar este jueves su marcha.

De esta forma, Montoro (Jaén, 1950) afronta su tercera legislatura al frente del Ministerio de Hacienda después de ocupar esa cartera por primera vez en el segundo mandato de José María Aznar (1996-2000).  En la pasada legislatura tuvo que aprobar importantes subidas de impuestos y recortes presupuestarios para cumplir con Bruselas. Una tarea que deberá repetir, aunque en cuantías menos importantes. De hecho, decidir cómo se realiza el ajuste de 5.500 millones para seguir la senda de consolidación fiscal será el principal reto, y además, el más inmediato para el ministro. Es más, casi su primer cometido será aprobar el techo de gasto, paso previo para la elaboración de los Presupuestos de 2017. Unas cuentas públicas que serán miradas con lupa con Bruselas, que ya ha pedido que garanticen la reducción del déficit del 4,6% de 2016 al 3,1% del próximo año. 

El responsable de Hacienda deberá decidir si ese ajuste se realiza mediante un aumento de los ingresos, es decir, subida de impuestos, o un recorte del gasto. Sin embargo, a diferencia de los últimos cinco Presupuestos en los que el PP contaba con mayoría absoluta, en esta ocasión el ministro deberá alcanzar acuerdos con la oposición, por lo que uno de los retos será compatibilizar las exigencias de la Comisión Europea con las del Parlamento. 

Otra de las cuestiones que deberá abordar Montoro será la siempre pospuesta reforma del sistema de financiación autonómica. Todos los gobiernos regionales han pedido en reiteradas ocasiones un cambio de modelo. Una modificación que también cuenta con respaldo del Gobierno de Rajoy, que ya en la anterior legislatura se comprometió a abordar al recordar que siempre se opuso al sistema actual. Las comunidades reclaman una mayor cuota del reparto de los ingresos impositivos del Estado (IRPF, IVA y Especiales) al considerar que con el modelo actual están infrafinanciadas. Una negociación que Montoro deberá coordinar ahora con Sáenz de Santamaría.

La lucha contra el fraude y la elusión fiscal es otro de los grandes frentes del Ministerio justo en un momento en el que entrarán en vigor algunas de las medidas aprobadas en foros internacionales. Es el caso del programa BEPS de lucha contra la erosión de bases imponibles que abandera la OCDE y en el que, entre otras medidas, las multinacionales deberán informar de los beneficios, trabajadores, e impuestos que pagan en los países donde operen.

Dolors Montserrat, una nueva cara en Sanidad

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad se sido la silla más 'caliente' para Rajoy, ocupada por dos ministros y una titular en funciones -Fátima Báñez tras la marcha de Alonso al País Vasco- en los últimos cuatro años y diez meses. Ahora llega a la sede del paseo del Prado Dolors Montserrat (Sant Sadurní d'Anoia, Barcelona, 1973) a un departamento con pocas competencias -todas transferidas a las comunidades- pero muy sensible y que se ha convertido en un arma política por culpa de los recortes impulsados entonces por Ana Mato.

Esta abogada especializada en Derecho Civil, diputada desde 2008, concejal entre 2003 y 2015 y expresidenta de la Joven Cofradía del Cava de Sant Sadurní, se medirá a un Congreso en contra que quiere revocar alguna de las medidas más polémicas, como el copago de medicamentos o la retirada de la tarjeta sanitaria a los 'sin papeles'. En este último apartado falta por desarrollar el anuncio de Alfonso Alonso de dar un documento que les permita recibir una sanidad básica. También tendrá que convencer a los ejecutivos regionales sobre las bondades de la compra conjunta de vacunas -como ocurrió con la hepatitis C- o la necesidad de que la 'e-salud', la implantación de tarjetas y recetas electrónicas, sea uniforme en todo el país. Los profesionales sanitarios se han quejado de que hay casi tantos sistemas como regiones; unos médicos y enfermeros que están enfrentados por la prescripción. 

Asimismo, habrá que aclarar qué ocurre con la situación de miles de eventuales tras la sentencia del Tribunal de la UE. El desarrollo de la ley de dependencia, las medidas para acabar con la lacra de la violencia machista o designar al sucesor de Rafael Matesanz al frente de la Organización Nacional de Trasplantes son otros de los objetivos para los próximos meses.

Zoido, un tipo tranquilo para pacificar Interior 

Nadie o casi nadie recuerda a Juan Ignacio Zoido involucrado en una polémica innecesaria. Mariano Rajoy parece haber buscado en el exalcalde de Sevilla la antítesis de su predecesor al frente de Interior, Jorge Fernández Díaz. La toma de posesión de Zoido ya se espera como agua de mayo en el convulso palacio de Castellana 5, necesitado desde hace meses de algo de paz interna. Pero lo cierto es que Juan Ignacio Zoido no había aparecido en ninguna -en absolutamente ninguna- de las quinielas para ocupar la máxima responsabilidad de Interior. 

El perfil 'técnico' del nuevo ministro del Interior ha gustado -y mucho- en la cúpula de la Policía y la Guardia Civil. Zoido es un político con más de 20 años de carrera en la filas del Partido Popular, pero también es un jurista con una dilatadísima experiencia, que le llevó a ser juez decano de los juzgados de Sevilla y miembro de la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía antes de colgar la toga. Además, tampoco le falta conocimiento en el campo de la seguridad, algo que también es muy del agrado en los dos cuerpos de seguridad. En 2000 fue nombrado delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha y en 2002 inició su carrera política en Andalucía cuando ocupó el mismo cargo en esa comunidad autónoma.

Quizás por esa formación extensa, en el Partido Popular lo consideran el «hombre versátil», el político «apto para cualquier puesto». O, como lo definió el exalcalde de Granada, José Torres Hurtado, un 'rotavator', una herramienta agrícola «que sirve para todo». De hecho, desde su salto a la política ha hecho de todo, siempre de la mano del PP. Empezó en el Gobierno de José María Aznar como director General de Relaciones con la Administración de Justicia con Margarita Mariscal de Gante como ministra. Pero a su gran valedora y amiga, María Dolores de Cospedal, no la conocería hasta poco después, cuando ejerció como delegado en Castilla-La Mancha. Cuando pasó a ejercer el mismo puesto en Andalucía, se convirtió también en un íntimo de Javier Arenas. Tras la derrota electoral del 14 de marzo de 2004, tomó las riendas del PP andaluz en sus momentos más bajos y siempre bajo la atenta mirada de Arenas.

Cospedal y Arenas fueron los que le pidieron el favor en 2012 de presidir el PP andaluz tras la salida del propio Arenas. Para entonces era una figura más que emergente en el partido en Andalucía. De hecho, ya había ganado las elecciones a la alcaldía de Sevilla en 2007, aunque no pudo gobernar. Logró su sueño en 2011 cuando volvió a vencer en los comicios municipales, esta vez con una amplia mayoría absoluta que en su partido le recompensaron, además, con la presidencia de la Federación Española de Municipios y Provincias. En las elecciones de 2015, de nuevo su candidatura fue la más votada en la capital hispalense pero, por segunda vez, no pudo acceder a la alcaldía.

Hombre de profundas convicciones religiosas, como su antecesor, su único borrón político es su intervención como delegado del Gobierno en un problemático ERE en Huelva. Sus polémicas son contadísimas y casi ridículas. Hay que rebuscar mucho en la hemeroteca para encontrar la controversia que provocó con sus compañeros de Huelva cuando atribuyó a la capital hispalense un puesto más destacado que a la vecina ciudad en el descubrimiento de América.

Es este perfil tranquilo y conciliador el que también ha gustado en las fuerzas de seguridad, que esperan de Zoido la «pacificación» de un departamento desgarrado por las guerras internas entre los más importantes mandos de la Policía Nacional. Un departamento con el nombre manchado por la implicación de varios de sus responsables en la denominada 'operación Cataluña' de guerra sucia contra los independentistas, por las escuchas en el mismísimo despacho de Fernández Díaz o por la implicación algunos mandos en el 'caso Pequeño Nicolás'.

En el palacio de Castellana 5, con el perfil que ya ha demostrado Zoido, le vaticinan un «futuro político tranquilo» si no sigue la estela polémica de su antecesor.  Quizás, la única  china que puede encontrar en breve es qué hacer con la patata caliente de la denominada 'Ley Mordaza', contestada por la mayoría del Congreso de los Diputados y que podría ser tumbada en breve. 

Será entonces, con la supuesta reforma de esa polémica Ley de Seguridad Ciudadana, donde Zoido pueda demostrar ese talante tranquilo y conciliador con el que acaba de desembarcar en Madrid. 

Rafael Catalá: Más tiempo para el hombre tranquilo

Rafael Catalá (Madrid, 55 años) es de los pocos ministros en funciones (y ministrables) que se dejaron ver en público este jueves. Lo hizo en un acto de Fomento, la cartera que, dicen, anhelaba para la nueva legislatura que ahora comienza. Cuando sustituyó a Alberto Ruiz-Gallardón, en septiembre de 2014, se le presentó como un hombre de la casa. Como aval, haber sido secretario de Estado de Justicia entre 2002 y 2004 con José María Michavila, y secretario de Estado de Infraestructuras, Transporte y Vivienda con Ana Pastor. 

En este tiempo en Justicia se ha mostrado como un hombre tranquilo, moderado y dialogante, de los que no pierden los nervios. Ha demostrado capacidad de interlocución, y falta le hará mantenerla dado que el PP ha apostado por desarrollar y dar continuidad a las profundas reformas aprobadas en estos cuatro años sin contar el ejercicio en funciones. Los puntos fuertes de la legislatura estarán en la búsqueda de la agilización de la respuesta judicial, el 'papel cero' en los juzgados o los retoques en la recién aprobado Ley de Enjuiciamiento Criminal (Lecrim) para dar mayor autonomía a la Fiscalía o matizar los plazos de las investigaciones penales. 

En materia orgánica, se trabajará en desarrollar fiscalías especializadas en aquellos ámbitos que despiertan mayor preocupación social, como en los casos de la protección de personas con discapacidad, propiedad intelectual o la sustracción de bebés.

En el capítulo de los desahucios, la novedad estará en las reformas para lograr mayor seguridad jurídica y claridad normativa. Según el programa electoral del PP, se creará un título dedicado a los juicios de desahucios arrendaticios en la Ley de Enjuiciamiento Civil, poniendo fin a la dispersión de las normas en esta materia, y se incrementará el control de las cláusulas abusivas.

Con respecto a las nuevas leyes, en la hoja de ruta de Catalá está alumbrar la Ley de Derecho de Defensa para mejorar su regulación y reforzar otros derechos y obligaciones conexos, como la formación, la confidencialidad de las conversaciones entre abogado y cliente o la inviolabilidad de las comunicaciones.

Íñigo Méndez de Vigo: De bombero de Wert a rostro del Ejecutivo

Íñigo Méndez de Vigo (Tetuán, 1956) llegó el 25 de junio de 2015 a un Ministerio de Educación incendiado por su antecesor, José Ignacio Wert, con la legislatura casi agotada y con el objetivo fundamental de calmar en lo posible la sublevación de la comunidad educativa contra una Lomce impuesta solo dos años antes a todos por el PP. Sobre el papel era el parche de urgencia para cubrir la salida de Wert, camuflada de destino dorado en la OCDE, ya en puertas de unas elecciones generales.

Sin embargo, en sus 16 meses de ministro, 11 de ellos en funciones, se ha ganado la confianza de Mariano Rajoy que no solo lo ha renovado en el cargo sino que ha decidido que se convierta en la cara visible del Gobierno, en el miembro del Ejecutivo que venda cada viernes los acuerdos del Consejo de Ministros y toree desde la mesa de la sala de prensa de Moncloa las embestidas de la actualidad política.

Se trata de un evidente refuerzo político del presidente para un ministro al que ha encomendado uno de los retos más complejos de la legislatura, casi un imposible, trenzar una tela de complicidades con los partidos de la oposición y con los profesores, padres, alumnos y sindicatos de la enseñanza como para cerrar en esta legislatura un pacto nacional por la educación, con una ley y un plan educativo para más de una década, algo que ninguno de sus homólogos ha logrado conseguir en los 39 años de democracia. Como primera ayuda le regaló el anuncio de la congelación 'sine die' del valor académico de las polémicas reválidas, medida que sin embargo consideran insuficiente todos salvo el PP y Ciudadanos.

Méndez de Vigo, abogado, letrado de las Cortes, profesor universitario, políglota -inglés, alemán y francés-, y IX barón de Claret, ha desarrollado toda su carrera política en las instituciones europeas, donde recaló con 28 años, en 1984, de la mano de Marcelino Oreja, entonces secretario general del Consejo de Europa, que lo nombró consejero especial. Fue 19 años eurodiputado del PP, partido en el que ingresó en 1989, en el momento de su refundación, y tuvo un papel de relevancia en buena parte de los hitos que construyeron la actual Unión Europea, como ponente en varios de los tratados fundamentales y en la Constitución comunitaria.

La confianza de Rajoy comenzó a ganársela desde el 23 de diciembre de 2011 cuando, apoyado por su buen amigo José Manuel García-Margallo, fue nombrado secretario de Estado para la Unión Europa y le tocó ser uno de los principales colaboradores del presidente, gracias a su amplia agenda de contactos y su conocimiento del medio, en las múltiples reuniones y cumbres en las que, en lo más profundo de la crisis, España se jugó su intervención.

Quizá está experiencia negociadora, acreditada durante años con mandatarios de distintos países y sensibilidades políticas enfrentadas, y su talante correctoy dialogante -características contrarias a las de su antecesor-, son las que han animado a Rajoy a ver en él al hombre indicado para intentar la muy difícil entente con el Parlamento y el mundo educativo.

Terminó su mandato en funciones con una huelga educativa, ya sabe que lo inaugurará con otra, convocada para el 24 de noviembre por el Sindicato de Estudiantes, y que le espera una tercera, en febrero, en este caso de la Ceapa, si antes no ha renunciado a las reválidas, comenzado a derogar la Lomce y revertido los recortes educativos.

Mientras lidia con políticos, docentes, padres y alumnos se tendrá que pelear con Hacienda para rebajar del 21% al 10% el IVA cultural, la gran reclamación sin la que no recuperará los puentes volados por Wert con el mundo de la cultura.

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