Los «extraños experimentos» de la bruja española profanadora de cadáveres

Era conocido como el «periódico de las porteras», se decía que sus páginas «chorreaban sangre» por la cantidad de crímenes[…]

Era conocido como el «periódico de las porteras», se decía que sus páginas «chorreaban sangre» por la cantidad de crímenes que atesoraban, y aquellos que lo compraban en el quiosco lo escondían para que nadie supiera que lo leían. «El Caso» ha pasado a la historia como uno de las publicaciones más controvertidas de España. Sin embargo, tras ese velo de semanario morboso que permitía a su editor vender habitualmente más de 100.000 revistas, había unos redactores decanos en el periodismo de sucesos que investigaron hasta las últimas consecuencias ?y en muchos casos enfrentándose a la censura- algunos de los crímenes que hicieron estremecerse a este país. Uno de los más famosos fue el «Misterio de la mano cortada». Un caso en el que se mezclaron la profanación de cadáveres, la magia negra, dos oficiales nazis e, incluso, una serie de extraños experimentos humanos que su protagonista, Margarita Ruíz de Lihory, habría realizado supuestamente en su vivienda.

Este hecho, digno de una película de Hollywood y que hizo que «El Caso» sacase a la calle unos 200.000 ejemplares, es uno de los tantos que provocó la fama de este semanario y le convirtió en el primer diario de sucesos de España. A su vez, también es uno de los que ha llevado a TVE a rendirle un homenaje a esta publicación mediante la serie de televisión que fue estrenada el pasado martes, y cuyo nuevo capítulo podrá verse hoy a partir de las 22:15. La ficción, no obstante, avanza un poco en el tiempo. Y es que, mientras que el «Misterio de la mano cortada» se sucedió en 1954, la cadena pública y Plano a Plano han decidido recrear los años en los que este periódico comenzaba a hacerse grande: los 60. Una época en la que la mítica reportera Margarita Landi ?acompañada siempre de su pipa- ya empezaba a estampar su firma en el papel y hacía sus pinitos como investigadora. La producción, que cuenta con la participación de Fernando Guillén Cuervo y Verónica Suárez, muestra además cómo investigaban un crimen sus periodistas. Un proceso que hemos querido recrear hoy.

Comienza el caso / La casa de los horrores

El 30 de enero de 1954. Esa es la fecha que marcaba el calendario cuando Luis Shelly Ruiz de Lihory se presentó en el Juzgado de guardia (el número 14 de los de instrucción de Madrid) afirmando que sospechaba que su madre, Margarita Ruiz de Lihory -quien usaba los títulos de marquesa de Villasante y baronesa de Alcahalí- había cometido un delito. Según explicó a las autoridades presentes, su progenitora se había encerrado con el cadáver de su hermana Margot poco después de que esta muriera de leucemia y, sin permitir a nadie ver los restos, los había introducido en un ataúd. En principio no se le prestó demasiada atención, pero su insistencia en que la anciana había atentado contra la difunta hizo que la policía decidiese personarse en la casa de la mujer, ubicada por entonces en la calle Princesa número 72.

Al llegar a la vivienda y acceder sin violencia a la misma, los agentes de la Brigada de Investigación Criminal que mandaba el inspector Rivas no pudieron creer lo que vieron. Y es que, en el interior hallaron -para empezar- desde cabezas de los perros fallecidos de la marquesa, hasta los restos conservados de multitud pájaros muertos (a los que, por cierto, se les habían extraído varios órganos). Con todo, lo más grave -y lo que hizo que más de uno tuviera probablemente arcadas- fue toparse con la mano amputada de Margot conservada en una lechera de plástico llena de alcohol. La misma que, posteriormente, daría nombre al caso: «El misterio de la mano cortada». Inmediatamente se detuvo a la Marquesa y a su amante, José Bassols.

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Juan Ignacio BlancoJosé Ramón Ladra

Aquel año 54, mientras la policía abría la puerta de la casa de la Marquesa, Juan Ignacio Blanco (redactor de «El caso» desde 1977, director del mismo semanario en los años 90 y cofundador de la web «Criminalia» junto a Christian B. Campos y Francisco Murcia) aún no había escrito ni una línea como periodista en este periódico. Sin embargo, a día de hoy conoce el crimen a la perfección debido a que sus veteranos compañeros fueron de los primeros en enterarse del suceso y acudir a la vivienda. Y es que, durante más de 30 años, esta publicación fue puntera en la cobertura de los asesinatos más famosos de nuestro país. Todo ello, gracias a las múltiples fuentes de información de las que disponían y las que les permitían llegar los primeros a las escenas del crimen.

«Teníamos cuatro formas de conseguir los datos. La primera era pegarnos a los dos teletipos que teníamos, el de EFE y el de Europa Press. Esperábamos a que escupieran las primeras informaciones de algún tipo de suceso para "trincarlo" y, con el beneplácito del redactor jefe y el director ?que casi siempre lo daban- salir a cubrirlo. Nuestra segunda fuente de información eran las comisarías y las comandancias de la Guardia Civil. Teníamos una relación muy estrecha con las autoridades y, cuando tenían algún tema en el que hubieran realizado un "brillante servicio", como se denominaba entonces, nos llamaban para que fuéramos a cubrirlo y les diésemos publicidad», afirma en declaraciones a ABC el antiguo director, famoso también por la cobertura que hizo en los años posteriores del caso Alcasser.

Los periodistas de «El Caso» se alojaban en los mejores hoteles y restaurantesAdemás, y según señala, cada redactor contaba con sus propios confidentes dentro de las comisarías y las comandancias. «Chivatos» que estaban encantados de informarles del último asesinato que se había sucedido para que llegasen a la escena del crimen los primeros. Algo normal por otro lado, pues eran uno de los diarios más leídos de España. «También, como "El caso" era una revista muy popular, había mucha gente que nos llamaba constantemente a la redacción para contarnos casos en primicia. Yo tuve la suerte de, en el caso de los marqueses de Urquijo, llegar a la vivienda antes que la misma policía. Estaba en la redacción a primera hora cuando llamó la criada de los vecinos del chalet de enfrente para decirnos que habían aparecido dos cadáveres», completa. En el «Misterio de la mano cortada», sus periodistas recibieron el chivatazo del mismo Luis Shelly, ansioso ?curiosamente- de que la prensa conociera las correrías de su madre.

Primeras pesquisas / Más restos

Después del registro, y en vista de la horrible mutilación que se había hecho al cadáver, el juez ordenó que se exhumaran los restos de Margot. Para tristeza de los hermanos de la joven, al abrir el ataúd el 4 de febrero (ubicado en el Cementerio de la Sacramental de San Isidro) quedaron corroboradas las horribles profanaciones que había sufrido la fallecida, pues a su cuerpo le faltaban una mano, un buen trozo de la lengua, los ojos y una parte del vello púbico. Visto aquel espectáculo, se ordenó realizar la autopsia a la muerta y se estableció que había que determinar si la extremidad pertenecía a su cuerpo.

La autopsia (con la que logró hacerse el investigador Manuel Carballal hace pocos años) corroboró lo que todos los presentes vieron cuando se abrió la tapa del ataúd de Margot: «Las cuencas orbitarias estaban llenas de algodones que olían como si hubieran estado impregnadas de alcohol, y al extraerlos se encontraron aquellas vacías. Abierta la cavidad bucal se apreció que la lengua había sido seccionada con instrumento que dejó limpia la superficie de corte. [?] El antebrazo derecho está amputado al nivel del tercio inferior y la superficie de amputación está cubierta por una gasa».

A su vez, los médicos de la Escuela de Medicina Legal no tardaron en establecer que la extremidad encontrada era de la fallecida. Ante estas pruebas, el Juzgado aprobó un nuevo registro del piso de la calle Princesa. En esta nueva exploración ?mucho más exhaustiva- encontraron algo todavía más macabro: un par de ojos humanos y la tercera parte de una lengua encima de una de las repisas del cuarto de baño. Quedaba claro que la Marquesa había mutilado a su hija, pero la prensa se hacía la pregunta más difícil... ¿Por qué?

Un ejemplar de El CasoJosé Ramón Ladra

Para solventar esta duda, «El Caso» ya tenía a todos sus redactores en la calle consiguiendo información sobre el suceso. Un crimen que, al haberse sucedido en Madrid, hizo que el semanario no tuviera que gastarse dinero en el desplazamiento de sus redactores a otras comunidades. Algo habitual en esta publicación. «Después de enterarnos del suceso, pasábamos al departamento de administración donde estaba Pilar, la mano derecha del editor, Eugenio Suárez. La llamábamos cariñosamente ?tío Gilito? porque era a la que íbamos a pedir dinero. Siempre nos daba efectivo. Suárez decía que le importaban mucho ?sus chicos? y que, si nos daba dietas, nos íbamos a ir a una pensión a comer un bocadillo. Por eso prefería darnos un sobre con dinero y que así comiésemos en los mejores restaurantes y nos alojásemos en los mejores hoteles. Íbamos a cubrir los sucesos a gastos pagados, a hoteles de 4 estrellas, y siempre con un coche alquilado», añade Blanco.

Una vez en la ciudad en la que se hubiera sucedido el crimen, lo primero que hacían los redactores de «El Caso» era acudir a la comisaría o a la comandancia de la Guardia Civil para pedir información del suceso y solicitar permiso para cubrir el caso. Recibido el beneplácito de las autoridades, se personaban en el lugar de los hechos y preguntaban a los agentes que hubiesen accedido en primer lugar a la zona. «Se nos facilitaban todos los datos que existieran sobre el caso. En general, las autoridades colaboraban mucho con nosotros. Si teníamos que ir a barrios peligrosos nos acompañaban y nos protegían, por ejemplo. La relación era estupenda. También nos facilitaban las fotografías del escenario del crimen, datos sobre las diligencias de inspección ocular, si había o no detenidos, se nos daban fichas policiales etc.», completa el antiguo director.

A pesar de todo, la relación entre «El Caso» y la policía era cordialLa relación con la policía era tan estrecha que, en palabras de Blanco, no fueron pocas las ocasiones en las que los agentes les pidieron ir a ver a algunos testigos que se negaban a desvelar a las autoridades información relevante para el proceso. «Sabían que, en la mayoría de los casos, con ellos nos hablarían, pero con nosotros sí», explica. Además, tampoco era raro que la policía les solicitaran publicar algunos datos muy concretos para intentar que el asesino «saliese de su escondrijo». «Las buenas relaciones redundaron en el beneficio de todos. En primer lugar, porque manteníamos informados a nuestro público (que era nuestro objetivo principal) y, en segundo término, porque ayudábamos a resolver casos», completa.

Con todo, Blanco también deja claro que, aunque mantenían una agradable relación con las autoridades, no estaban supeditados a su criterio ni detenían la investigación de un suceso cuando creían que podía ser contrario a los intereses de la policía. «A nosotros no nos frenaron nunca. Todo lo contrario. Yo siempre me he considerado un periodista de raza, como todos los que hemos trabajado en "El Caso". Si he tenido que derribar siete muros para encontrar una fuente, los he derribado. Hicimos muchos temas que no gustaron demasiado a las autoridades. Una cosa es que tuviéramos una buena colaboración con ellos, y otra bien distinta es que no cubriéramos realmente la información tal y como se merecía. De hecho, nuestras críticas a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado fueron públicas y notorias», añade.

Dificultades de la investigación / El misterio comienza

Tras la autopsia, y debido a lo extraño del caso, la población empezó a especular azuzada por algunos periódicos. Así fue como, poco a poco, fueron naciendo las leyendas que afirmaban que la Marquesa había sido amante de Abd el-Krim durante su etapa como espía durante la guerra de Marruecos (algo que luego se desveló totalmente cierto) y que, allí, había aprendido varios rituales de resurrección que había tratado de utilizar con su hija. También se dijo de ella que estaba obsesionada con el sexo y que solía realizar en su casa orgías con altas personalidades del mundo de la política. Lo cierto es que no ayudó a acallar estos rumores el informe de la policía en el que se establecía que habían hallado en su vivienda «una sopera, al parecer de plata» con la «cabeza de un perro pequeño» en su interior, dos pieles de estos mismos animales, un cubo con vísceras de canes y los restos de algunos animales, a los que solía sacar el corazón

Con todo, lo cierto es que toda la intriga que se generó alrededor de la Marquesa removió a la sociedad española. Algo, por cierto, que hizo que la censura de la época se pusiera en guardia. Así lo demuestra el que Eugenio Suárez tuviera que parar las rotativas para quitar de la portada de «El Caso» la imagen de la lechera con la mano en su interior. Todo, por orden de las autoridades. De hecho, se vio obligado a escribir de su puño y letra sobre los ejemplares «El misterio de la mano cortada». Así fue como salió a los quioscos el periódico de sucesos más famoso de España. Y aún de esta guisa vendió la friolera de más de 200.000 ejemplares, una increíble tirada para la época que solo fue superada por el crimen de Jarabo, cuatro años después, con 480.000. No en vano, este semanario llegaba a la mayoría de pueblos de nuestro país, algo de lo que no podían presumir muchos diarios de entonces.

La imagen original de la mano cortadaCriminalia

Sin embargo, «El caso» no traía solo éxitos, alegrías y miles de ejemplares vendidos a sus redactores, sino que también les provocaba un estrés incomparable que solo era recompensado al saber que habían hecho un trabajo de calidad. «El periodismo de sucesos que hacíamos era un periodismo que requería mucho trabajo. Era duro, sacrificado y, si no te gustaba, quemaba muy rápidamente. Hay que tener en cuenta que, si haces una entrevista a alguien que está de acuerdo no te pone problemas, pero si te tienes que presentar -por ejemplo- en la casa de una familia cuya hija acaba de ser violada y asesinada a pedir una fotografía para el periódico, probablemente te tiren por las escaleras. Pero sabes que tienes que volver con la fotografía de la niña, las del entierro, con los datos que puedas conocer sobre el tema etc. El axioma es que a todo el mundo les gusta salir en todas las páginas del periódico, menos en la de sucesos», determina Blanco a ABC.

«Yo me he llegado a poner una barba postiza para evitar que me reconocieran»Los redactores ?además- sabían que al ser periodistas del periódico de sucesos más famoso de España, tenían que lograr adquirir información única y que no tuviesen otros medios. «Había que conseguir material exclusivo y, a veces, te tenías que disfrazar para ello. Yo he llegado a ponerme barbas y bigotes postizos, gorros o sombreros para que no me reconocieran. Sobre todo en comunidades pequeñas, en las que me habían dicho un millón de veces que ya sabía por dónde se volvía a Madrid. En esos casos, si nos veían nos podíamos meter en un problema. Pero había que hacerlo. Volver sin información o sin fotos suponía una bronca de las gordas por parte del redactor jefe y, por descontados, las futuras sanciones», añade Blanco.

En palabras de Blanco, cuando más se usaban estos disfraces era cuando se topaban con un tipo de criminal muy concreto. «Hay sucesos donde los presuntos culpables son gente odiada dentro de su comunidad. Pero hay otro tipo de casos en los que los vecinos consideran que los presuntos culpables eran realmente buena gente. Sucede preferentemente con parricidas. Hombres que matan a su mujer y a sus hijos y luego se suicidan. Informar de ellos cuando todo el mundo cierra filas porque entiende que es algo muy personal donde nadie debería entrar es muy difícil. Y más si se ha sucedido en pueblos pequeños. Tienes que realizar las labores de investigación con mucho cuidado porque, cuando te reconocen, pueden llegar a agredirte», completa.

Los juzgados y la salida a los quioscos / Lihory, en el banquillo

Después de someter a un exhaustivo interrogatorio a los dos detenidos, ambos fueron trasladados al Hospital Provincial para ser examinados a nivel psiquiátrico. Sin embargo, no pudieron ser admitidos allí y, en la tarde del 4 de febrero de 1954, fueron llevados al final a la Casa Psiquiátrica de una prisión cercana. Después de unos días se celebró un juicio en el que los amantes fueron acusados de un delito por profanación de cadáveres y otro contra la salud pública. Al final, y atendiendo a la presión que tenía sobre sus hombros, la Marquesa terminó afirmando que había conservado aquellas partes del cadáver como reliquias ya que «su hija era una santa» y consideraba que hacía lo mismo que los católicos, que veneran con respeto partes humanas como la lengua de san Antonio.

Aquella teoría fue tomada como verdad por el jurado, pero no por el pueblo español, que siguió creyéndose las teorías de la conspiración. Sin embargo, la sentencia dejó claro que las sospechas debían quedar a un lado. «Por conformidad del fiscal y la defensa, [?] se declaró probado que la fallecida [?] horas antes de efectuarse el entierro, y en unión del otro procesado, mutilaron el cadáver separando del mismo la mano derecha, extirpándole los ojos y cortándole el tercio anterior a la lengua, y guardaron todo ello en diversos recipientes de su propio domicilio, donde también se conservan gran número de cabezas y vísceras de perros y pájaros. Tales hechos los realizaron con el fin de conservar aquellos miembros como un recuerdo».

Juan Ignacio BlancoJosé Ramón Ladra

Para cuando se celebró el juicio, «El Caso» ya había salido a los quioscos como cada jueves. El mismo día de la semana en que -tras escribir sus reportajes- los redactores trataban de sacar de sus mentes las tragedias que habían cubierto y se preparaban para informar de la siguiente que les fuera asignada. No era para menos, pues iban de crimen en crimen y de muerte en muerte. Algo que les terminaba afectando en su vida personal y que podía llegar a volverles locos si no lo sabían soportar.

Por ello, y como explica con sorna Blanco, tenían una «segunda redacción» en un bar cercano en el que solían reunirse para contarse sus «penas», tratar de pasar página y olvidarse de los horrores que habían visto. «Intentábamos vivir con esa frialdad con la que vivía mucha gente con la que nos relacionábamos: forenses, fiscales, policías etc. Y, al entregar el reportaje, tratábamos de olvidarnos del tema. Para superar los hechos los banalizábamos mucho. Si alguien se hubiera acercado en esos momentos nos hubiera acusado de macabros y morbosos. Si veíamos el caso de un niño violado, por ejemplo, decíamos que era muy llamativo. Era una forma de quitarle importancia para poder sobrevivir. De lograr que toda esa tensión acumulada se fuera», añade.

Seguimiento del caso / Ovnis, extraterrestres, experimentos humanos y nazis

El caso podría haber acabado con el proceso a la Marquesa y su amante, pero todavía iba a acaparar más portadas en los diarios. Quince años después de que Lihory cortara la mano al cadáver de su hija, la sombra de la sospecha se volvió a cernir sobre ella -y sobre una vivienda que tenía en Albacete- cuando Enrique López Guerrero, sacerdote de profesión, salió en todos los periódicos al afirmar que había recibido una carta de los habitantes del planeta Ummo. En ella, los presuntos extraterrestres desvelaban, ni más ni menos, que allá por la década de los 50 habían enviado a dos "aliens" para que realizaran experimentos humanos usando como base de operaciones la vivienda de la Marquesa en la ciudad. En palabras del religioso, además, estos extraños seres habían traído consigo un raro virus con el que habían infectado a Margot, la hija de Margarita.

Esta teoría causó un gran revuelo pues, además de ser sumamente fantástica y llegar en una época en la que los extraterrestres estaban de moda, afirmaba que los "aliens" eran altos y rubios. La descripción unía a estos dos visitantes de otro mundo con dos extraños sujetos vestidos de negro que, según se dijo en su momento, habían vivido en la casa de la Marquesa antes del crimen. Unos personajes que -según las habladurías- eran dos miembros de las SS exiliados en España para huir de los juicios de Nüremberg contra el régimen de Adolf Hitler. El círculo entre ambas teorías se cerró cuando empezó a correr el rumor de que los nazis eran, además, médicos que se dedicaban a llevar a cabo experimentos en humanos y que Margarita había colaborado con ellos antes de trasladarse a Madrid.

Blanco, junto a varios archivosJosé Ramón Ladra

La labor de «El Caso» no se terminaba una vez que se hubiera cerrado el crimen, sino que sus redactores hacían posteriormente un seguimiento del suceso. «En "El Caso", en el momento en que te hicieras cargo de un suceso lo hacías para siempre. Es decir, que cualquier noticia que saliera al respecto tenías que cubrirla. Tenías que seguir el juicio, la vista oral... Pero para eso contábamos con una persona que llevaba la sección de tribunales y que se dedicaba a leerse toda la prensa de provincias y nos mantenía informados de los juicios que nos interesaban», determina Blanco. El «Misterio de la mano cortada no fue una excepción. De él sus redactores informaron posteriormente. De hecho, en una entrevista exclusiva para este semanario, la Marquesa llegó a afirmar que todo había sido provocado por su hijo, que le había tendido una trampa.

Con todo, para ellos lo primordial siempre fue hacer buen periodismo de investigación en el mismo lugar de los hechos y dejar de lado las habladurías como los ovnis y los experimentos humanos de los que tanto se habló posteriormente. «Si "El Caso" hubiese sido una publicación norteamericana, sería una publicación de culto. El problema es que en este país se ha querido dejar "El Caso" como el semanario de las porteras. Pero la realidad es que fue el principio de muchas cosas, entre ellas del periodismo de investigación», determina el antiguo director.  

«A "El Caso" se le permitió trabajar como a ningún otro»En palabras de Blanco, entre los años 60 y 80 no hubo un solo medio de comunicación que hiciese periodismo de investigación como este semanario. La razón era que, bajo el paraguas de ser el «Diario de las porteras» pudo saltarse la censura de forma algo más laxa que el resto de medios. «A "El Caso" se le permitió trabajar como a ninguno. En principio se le permitía dar dos sucesos de sangre a la semana y, aunque posteriormente se rebajó a uno, no tenía ninguna limitación ni cortapisa por parte de las autoridades», explica.

Finalmente, este periódico también tuvo el privilegio de ser uno de los primeros en llevar a cabo también una curiosa labor social al informar a la gente sobre los timos, las estafas más habituales que se sucedían en España y, finalmente, los grupos de delincuentes más peligrosos y sus lugares de actuación. «"El Caso" era la única publicación que llegaba a casi todos los pueblos de España y, en muchos casos, la única fuente de información de la España rural. Cumplía una labor informativa y educativa. Abría los ojos a la gente a determinados delitos, estafas etc. Es algo que se echa en falta ahora», determina Blanco.

«Criminalia», un nuevo «El Caso»

El pasado octubre de 2015, y más de dos décadas después de que «El Caso» cerrara sus puertas dejando a España huérfana de un periódico especializado en sucesos, Juan Ignacio Blanco decidió recuperar en parte esta publicación creando «Criminalia», la mayor enciclopedia en línea del crimen en España y Latinoamérica. La página, que fue fundada por el exdirector, el periodista especializado en sucesos Christian B. Campos y el experto en criminalística Francisco Murcia, se destaca por ofrecer información exclusiva sobre cientos de matanzas, asesinatos y robos acaecidas en el mundo desde el S.XVIII, así como tragedias actuales. «Lo que buscamos en intentar recopilar a los grandes asesinos españoles y latinoamericanos. Con todo, también tenemos a decenas de asesinos anglosajones porque son los más conocidos», explica Blanco en declaraciones a ABC.

Además de sus claras similitudes con «El Caso» (la forma de tratar los crímenes, la forma de crear los textos), «Criminalia» pretende rendir también su particular homenaje a este semanario. «Con "Criminalia" queríamos que aquello que representaba "El Caso" no cayese en el olvido. Uno de los objetivos de la Web es recordar que hay crímenes y desapariciones a diario y que -a veces- la muerte está más cerca de lo que creemos. Algo que ya hacía "El "Caso"», explica Campos a ABC. Además, y según el cofundador, los colores que usa esta página Web son principalmente el rojo y el blanco en conmemoración de aquel mítico semanario. «En las entradas también tenemos textos de los grandes periodistas de "El Caso" como Margarita Landi. Esa ha sido nuestra particular forma de rendir un homenaje a los reporteros que dedicaron su vida a contar sucesos», añade el periodista a este diario.

Ficha de la webCriminalia

Campos, además, insiste en que «Criminalia» mantiene una similitud básica con el semanario: tanto la Web como el diario buscan centrar la atención de los crímenes en las víctimas. «"Criminalia" busca ser también un homenaje a los fallecidos. Nuestros deseos son que las personas inocentes que fueron asesinadas no sean olvidadas. Que cualquiera que entre en "Criminalia" descubra que una vez existieron una Eva blanco o unos Ruth y José Bretón a los que se les impidió disfrutar de la vida y cumplir sus sueños», determina. Por otro lado, el reportero mantiene las esperanzas de que -en pleno 2016- nazca una publicación de sucesos en papel similar a "El Caso". «Hoy en día estamos un poco huérfanos de ese tipo de periodismo de investigación. Nosotros tratamos de recordarlos con la Web, que tiene -de momento- 620 fichas de asesinatos y crímenes, pero hace falta una publicación en papel sobre el tema».

Cada caso que se puede encontrar en «Criminalia», un lugar de estudio y una enciclopedia del crimen según sus autores, se divide en varios apartados. «Las fichas se dividen en múltiples campos. Primero un resumen del caso con los siguientes apartados: clasificación, características, numero de víctimas, periodo de actividad, fecha de detención, fecha de nacimiento, perfil de las victimas, método de matar, localización y estado. Luego, se añaden los textos explicativos, que van debajo de estas categorías. La mayoría están firmados por periodistas reconocidos de la época o son textos originales nuestros. Finalmente, también incluimos galerías de fotos, ya sean del antiguo archivo fotográfico de "El Caso", propias o adquiridas». Completa Campos.


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