Las cuentas de Pedro Sánchez
A Pedro Sánchez no le salen las cuentas, y no me refiero sólo a las económicas, sino también a las[…]
A Pedro Sánchez no le salen las cuentas, y no me refiero sólo a las económicas, sino también a las políticas. De lo que tenemos que alegrarnos los españoles, pues, de salirle, podría significar una nueva recesión para España y, mucho más grave, su ruptura. Cargos muy graves, lo sé, pero mucho más graves serían sus consecuencias.
Hace unos cortos días de otoño, Albert Rivera preguntó, no una vez, sino dos, a Pedro Sánchez si había prometido a los líderes nacionalistas catalanes el indulto en caso de ser condenados. Las dos veces, el presidente del gobierno se salió por los cerros, no ya de Úbeda, sino de los Alpes, para no contestar. Y ya saben ustedes: «el que calla otorga». Confirmando lo que todos sabíamos: que está dispuesto a sacar de la cárcel a quienes han declarado a la brava la independencia y si no la han llevado a la práctica es por habérselo impedido el anterior gobierno español, pero ni se arrepienten ni renuncian a ella en la primera ocasión que se les presente, que pudiera ocurrir de continuar este gobierno amigo de hacerles favores. Y algo tan histórico (o antihistórico), tan trascendental y grave ¿a cambio de qué? preguntarán ustedes. Pues de que apoyen su presupuesto del año que viene. ¡Eso sí que es vender barata la nación! Vienen a confirmarlo los tejemanejes que se han traído con la Abogacía del Estado para que rebajara de «rebelión» a «secesión» la solicitud de pena para los procesados, lo que consiguió al estar la Abogacía bajo el gobierno. Pero la Fiscalía, que cuenta con autonomía suficiente, le ha dicho que no, que en la intentona del pasado otoño hubo episodios suficientemente violentos como para clasificarla de «rebelión». Y basta recordar la Consejería de Hacienda catalana, donde funcionarios buscaban por orden judicial documentos comprometedores, cercada por una multitud ululante y arengada por dos de esos líderes sobre un coche abollado de la Guardia Civil, para saber que hubo violencia y los causantes serán juzgados por el máximo delito.
Algo parecido puede decirse de la exhumación de los restos de Franco sin haber contado con la familia ni con la Iglesia. Tras haber apelado en vano al Vaticano y constatar que la Ley de Memoria histórica no impedía el entierro en La Almudena, intentan ahora reformarla para encontrar «un lugar decoroso y privado, sin enaltecimiento». Difícil va a ser, pues los cementerios son públicos, donde se honra a los muertos. ¿O van a poner a la nueva tumba guardia permanente para que ningún visitante exprese sus sentimientos al enterrado? ¡Menudo enaltecimiento sería ése! Si los independentistas catalanes rechazan todo lo que no sea una sentencia absolutoria de sus líderes, sin el presupuesto hinchado para hacer favores será muy difícil de pasar sin ellos y la exhumación de Franco se acerca sin tener lugar donde llevarlo, se debe a que fue el propio gobierno de Sánchez el que se ha puesto la zancadilla a sí mismo al querer ponérsela a los demás, como les contaré en la Tercera del martes.
