Javier Gutiérrez: «Me cuesta creer que queden románticos en este negocio»

Javier Gutiérrez (Luanco, 1971) dice que quiere recuperar el espíritu de aquel joven que lo primero que hizo al llegar[…]

Javier Gutiérrez (Luanco, 1971) dice que quiere recuperar el espíritu de aquel joven que lo primero que hizo al llegar a Madrid fue ir al gallinero del teatro Español para ver «Las mocedades del Cid». Y lo dice en el mejor momento de su carrera, con un papel en «El autor» inabarcable, que el espectador llega a sentir y hasta a oler, repleto de matices; tan necio e insoportable como ingenuo e inocente. Un viaje que ha hecho de la mano de Manuel Martín Cuenca, al que se ha entregado a tal nivel que no tembló al desnudarse en cuerpo y alma. Todo sobre la mesa.

P - Da vida a una persona que antepone sus intereses personales a los del resto, que no duda en manipular y en engañar. ¿Interpretaba a un escritor o a algún político?

R - Me infunde más respeto un escritor que un político, pero mi personaje no dista de muchos ciudadanos de este país. Quitémonos la careta: vivimos en una sociedad muy hipócrita. Pocas veces somos sinceros y honestos. Vivimos aparentando y pendiente de lo que piensan de nosotros.

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P - Dice Martín Cuenca que Álvaro, a quien da vida, es un necio que va de listo. ¿Vivimos rodeados de gente así?

R - Estamos rodeados de necios, sí. No sé si mi personaje va tan de listo. Creo que es honesto en lo que persigue. Sí que es maquiavélico y manipulador, pero hay honestidad en él. Hay rasgos de su personalidad que salvaría. No solo es un manipulador y un psicópata, que también, pero va más allá sin importarle quién va a leerle, si le van a editar, si va a vender libros? Es una buena lectura del mundo del arte de hoy, donde es más importante ser portada en una revista de moda que hacer una buena novela.

P - ¿Son más importantes hoy los «likes» que el trabajo real?

R - No lo sé, ese mundo me causa pudor. Soy ajeno al mundo de las redes, pero hoy te hacen entrar por la promoción, porque haces una película? No puedes vivir ajeno a esa realidad.

P - Un signo de nuestra sociedad...

R - Estamos muy idiotizados con llegar a trabajar con este director, con alcanzar un premio, con llegar a un número de espectadores? Tenemos que recuperar el romanticismo, trabajar por y para una idea y por ser un vehículo para el viaje de la película o de la obra de teatro. Me gustaría recuperar ese espíritu, que es con el que yo llegué a Madrid, aquél joven que lo primero que hizo fue ir al gallinero del teatro Español para ver «Las mocedades del Cid».

P - ¿Queda algo de él?

R - Sí, sigue quedando mucho de aquel Javier.

P - Dice que Álvaro es, pese a todo, íntegro y honesto y que no le importa más que convertirse en un escritor en mayúsculas. ¿Siguen quedando ese tipo de artistas?

R - Ya no existen. Álvaro es un romántico, un idealista. Me cuesta creer que queden románticos en este negocio. Y en la vida... Cada vez hay menos inocencia, menos ingenuidad. No sabemos si Álvaro tiene el talento para escribir una novela, pero no deja de escribir. Me identifico con él en las ganas y en la pureza de sentirse escritor. Y todo lo hace con ingenuidad.

P - ¿Javier Gutiérrez mantiene la ingenuidad?

R - Cada vez me cuesta más. Sí quiero creer que una película como esta interesa al público. Y soy ingenuo por ello...

P - ¿Se siente cercano al proceso de creación del escritor?

R - Los actores tenemos mucho que ver con los escritores. Una pulsión obsesiva, mucho trabajo de observación e imaginación... Son las grandes herramientas para los actores y los escritores.


La Pregunta

P - Hay dos escenas, dos desnudos explícitos, que llaman la atención. ¿Cree que pueden causar polémica?

R - Creo que son más importantes las secuencias del desnudo integral del alma que la del físico. Me parece que para el espectador son más interesantes los muchos volantazos de la trama, pero me parece que es chocante el desnudo porque retrata a gente normal: gente sobrada de peso, con estrías, celulitis.. Que es como es la vida, sin filtros, no como nos la venden en Hollywood, no es edulcorada. Y choca más eso. Creo que la cuestión de poner las pelotas encima de la mesa es coherente con el personaje. No sorprende viendo por dónde va la historia.

P - ¿Cómo la hicieron?

R - Fue muy a la española, serrando las patas para no ponerme de puntillas, muy de andar por casa...

P - ¿Teme que esa escena le eclipse todo su trabajo, que dentro de dos años solo se recuerde la película por esa escena?

R - No, porque si alguien que no la ha visto se entera de esa escena y alguien que la haya visto le explica el contexto, verá que tiene que ver con el viaje del personaje. Y ojalá que hablen de esta película en dos años...

P - Como actor, está acostumbrado a que le manipulen como su personaje manipula a los demás...

R - Los directores lo hacen, pero es diferente. Los actores somos un material frágil y altamente inflamable, muy expuestos al equipo; y el director puede manipular de una manera muy fácil.

P - ¿Usted ha manipulado para conseguir sus intereses?

R - Antes de llegar a ese extremo prefiero llegar a un consenso a través del díalogo. Soy más de dialogar. Entender qué es lo que quieren y cómo puedo ayudar. Si dialogáramos más no llegaríamos a los lugares tan disparatados como a los que estamos llegando en nuestro país.

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