Flores frescas en la tumba de «La Bestia»

Enfrente del cementerio de Corleone hay un muro de las lamentaciones. Un paredón en el que hay escritas despedidas de[…]

Enfrente del cementerio de Corleone hay un muro de las lamentaciones. Un paredón en el que hay escritas despedidas de los deudos, algunas recientes, otras ya casi borradas y tapadas por las siguientes como en un palimpsesto fúnebre. Adioses a padres ejemplares, a esposos de toda una vida, a hijos cuya muerte fue prematura. No hay una sola mención que remita al rencor por un asesinato, a la violencia, a la pertenencia a una «cosca» de la Mafia. Sin embargo, las tumbas que hay en el interior, buena parte de ellas provistas siempre de flores frescas, pues en Corleone nadie deja nunca de relacionarse con sus muertos, de visitarlos, de limpiarles los pétalos marchitos, reúne en el silencio a tantos mafiosos y a tantas de sus víctimas que sólo con ir remontando las genealogías de las lápidas podría escribirse la crónica de un siglo criminal en el pueblo siciliano marcado por el estigma mafioso.

Los Riina tienen varias lápidas, algunas más austeras que otras, por motivo de la ramificación familiar, y también de la coincidencia de apellidos. El nombre de Salvatore se repite. La de «La Bestia» es una lápida familiar de mármol, claveteada en las esquinas, adornada con fotografías de antepasados y coronada por una compasiva figura religiosa cuyo color evoca el bronce.

Salvatore «Totò» Riina fue enterrado el pasado miércoles durante una ceremonia casi clandestina y carente de misa funeral en el pueblo para evitar procesiones y exaltaciones mafiosas. Se consintió lo preciso para deshacerse de él cuanto antes. El pueblo de Corleone, sin embargo, acusó la turbulencia, la agitación mínima en su hermetismo montaraz. Tanto es así que, al sentarse un forastero para almorzar en la trattoria Capriccio, con las paredes decoradas con utensilios de labranza y situada en una de las últimas calles del centro antes de que el pueblo se derrame por la ladera hacia los barrios más pobres, el propietario se sintió obligado, por si acaso, a hacerle una pequeña recomendación indirecta: «El otro día estuvieron por aquí unos fastidiosos periodistas de Roma haciendo fastidiosas preguntas. Decían que había sucedido algo, no sé el qué». El fallecimiento y entierro del más famoso y sangriento jefe de la Cosa Nostra, nacido en ese mismo pueblo y caudillo de guerra que obró la expansión y la conquista hegemónica del rural clan de los Corleoneses. No sé el qué. Más graciosa fue la actitud de otro de los dos o tres hombres que quisieron averiguar la procedencia del extraño: «¿Madrid? ¡Ah, panini di calamari!».

Aviso al forastero: «Estuvieron aquí unos fastidiosos periodistas de Roma haciendo fastidiosas preguntas»

El ayuntamiento de Corleone fue disuelto por concomitancia mafiosa en agosto de 2016. Esto revela hasta qué punto continúa vigente la penetración social de la Mafia, aunque sea en términos más discretos que durante la época terrorista de Riina, de la cual queda un solemne recordatorio en el monolito rojo que se alza en el lugar exacto de la autopista del aeropuerto de Palermo a su paso por Capaci donde fueron asesinados el juez Falcone, su esposa Francesca Morvillo y sus escoltas. Prosigue, asimismo, al menos en teoría, la jefatura corleonesa, que ahora detentaría el siguiente de los grandes prófugos, Matteo Messina Denaro, nacido en Castelvetrano.

El anterior «boss», otro corleonés de nacimiento como Bernardo Provenzano, permaneció oculto durante décadas en un chamizo cercano al pueblo desde el cual se comunicaba con billetitos ?los famosos «pizzini»?, porque los jefes mafiosos, al tener un sentido presencial de la autoridad y el mando, rara vez desaparecen en continentes remotos, al menos mientras ejercen.

Es difícil averiguar con tan sólo una visita superficial el grado de metástasis mafiosa actual en Corleone. El cronista debe de hecho sujetarse las tendencias fantasiosas cuando pasan coches de gama alta en los que viajan dos muchachos con gafas oscuras y gorras beisboleras caladas hasta las cejas: mantengamos las especulaciones ficticias lejos del periodismo. Pero lo cierto es que el pueblo entero es hostil a los forasteros, ya sea por protección endogámica ?una aplicación colectiva, cultural, de la omertá? o por la fatiga agresiva de quienes están hartos de proyectarse al mundo con una sola reputación: el parque temático de la Mafia. Si Sicilia es el resultado de una incomunicación histórica, dentro de la isla hay una segunda incomunicación, un segundo aislamiento, el de Corleone, el pueblo protegido por carreteras de montaña que atraviesan rebaños, promontorios resecos y roquedales inmensos que dan la impresión al conductor de buscar talibanes por Afganistán.

En Corleone impera un microclima palúdico donde los mosquitos inyectan la pertenencia a la Mafia a través de generaciones, de forma que hay presos, como Giovanni Brusca, que declararon haber nacido abocados por destino a no poder ni plantearse otra forma de vida. La verdadera placenta es la Mafia. Lo que hicieron Riina y Provenzano, con métodos salvajes, fue aumentar el espacio físico y de poder de una «cosca» de pueblo que en los años sesenta aún era despreciada por «campesina» y bruta por las familias urbanas de Palermo que todavía tenían en el recuerdo las reuniones en el hotel Delle Palme, negronis sobre la mesa, terciopelos en las butacas, con el desterrado Charlie «Lucky» Luciano.

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En Corleone ocurre algo paradójico. La ley del silencio acerca de la Mafia verdadera no impide que el pueblo acepte, casi gozosamente, ser un escenario, atractivo para el turismo, que remite a la Mafia de ficción, la de la película de Coppola. En los mismos bares de la Vía Bentivegna donde es arriesgado preguntar por el clan de los Corleoneses y donde la existencia misma de la Mafia es negada venden sin embargo estatuillas y camisetas de Vito Corleone, licores «amaro» etiquetados con el perfil de Marlon Brando, pósters de los escenarios naturales sicilianos por donde pasó Michael Corleone, donde se enamoró de Apollonia y pidió su mano en el bar Vitelli. La Mafia es eso: una ficción, una mentira, un «souvenir» medio estúpido.

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Un museo contra la Mafia

En Corleone, de la Mafia en serio sólo se habla en el CIDMA, el museo antimafia que a la entrada tiene un cartel en el que, no por casualidad, reza: «Mafia. Nosotros sí hablamos de ella». El CIDMA, la más corajuda iniciativa cívica por «desmafiar» Corleone y recordar incluso que el pueblo tiene encantos naturales e históricos ajenos al delito, exhibe las fotografías de muchos años en los escenarios del crimen de la admirable activista antimafia Letizia Battaglia. Hay bustos de Falcone y Borsellino, así como un medallón en el patio interior que tiene esculpido el rostro del general Della Chiesa, asesinado en Palermo en septiembre del 82 con métodos explosivos que prefiguraron el terrorismo mafioso. Antes, Della Chiesa había servido como carabinero joven en el mismo Corleone, durante los años ?vidas paralelas? en los que Riina se alistó en la «cosca» de Michele Navarra, a quien luego traicionó y mató. El CIDMA también conserva centenares de legajos del maxiproceso de Palermo que fueron donados por los magistrados.

En Corleone impera un microclima donde los mosquitos inyectan la pertenencia a la Mafia

La vuelta a Palermo casi requiere una pequeña descompresión. El Viale Lazio, en Acquasanta, hoy es la arteria de un barrio anodino, de clase media, con gimnasios y clínicas veterinarias. Es precisamente el que proyectaba el capo Michele Cavataiao en la oficina del constructor Girolamo Moncada cuando, en diciembre de 1969, sucumbió durante un tiroteo a manos de los corleoneses, matanza a partir de la cual Riina y Provenzano pasaron a la clandestinidad. Dejaron atrás, muerto, a Calogero Bagarella, hermano de Leoluca Bagarella, el tercer hombre del triunvirato corleonés que además es cuñado de Riina.

El final de la jornada parece un intento palermitano de distanciarse culturalmente de Corleone. Alrededor del teatro Politeama, comienza a sonar la música de jazz en directo en los bares hipsters. En un palacete de la avenida de la Libertad, Gucci presenta un perfume con una fiesta saturada de modernos y socialités.

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