Europa envejece y España, más

Un movimiento tectónico está separando cada vez más la forma y hábitos de vida de la tercera edad a ambos[…]

Un movimiento tectónico está separando cada vez más la forma y hábitos de vida de la tercera edad a ambos lados del Atlántico. La distancia entre EE. UU. y la Vieja -nunca antes fue tan apropiado este adjetivo- Europa cada vez es mayor.

Según la AARP, una asociación norteamericana sin ánimo de lucro que atiende las necesidades de las personas mayores, la 'economía de la longevidad' mueve en EE. UU. cada año 7,6 billones de dólares -lo que equivale a 6,17 veces el PIB de España- en consumo e impuestos; y estima que, a medida que esta economía de la longevidad crezca, las decisiones de gasto de sus miembros (111 millones de personas) irán transformado la economía mundial.

Frente a ellos se encuentra el ejército de abuelos empobrecidos que está gestando Europa y sobre el que hemos advertido desde este tribuna en varias ocasiones. Ahora ha sido la OCDE, que en su informe Preventing Ageing Unequally acaba de asegurar que «las generaciones más jóvenes se enfrentarán a mayores riesgos de desigualdad en la vejez que los jubilados actuales y, para las generaciones nacidas a partir de los años sesenta, su experiencia de vejez cambiará drásticamente». Y son los países europeos los más amenazados.

Me atrevería a decir que cambiará tanto su vejez que muchos no la querrán. La jubilación dorada o el retiro (laboral) a un lugar tranquilo para pasar los últimos años de vida serán recuerdos de un pasado que no volverá. Porque lo que se impondrá será una situación extremadamente complicada para los jubilados. Según la propia OCDE, entre 1910 y 1950 cada generación que entraba a formar parte de la «población mayor» era más rica que la anterior. De hecho, los ingresos de las personas que tenían entre 60 y 64 años han sido de media un 15 por ciento superiores a los de las cohortes anteriores. 

Esto ya no es así. Los autores del informe mencionado concluyen que, en el caso español, el mercado laboral y los menores derechos adquiridos harán que sea «particularmente difícil garantizar una pensión decente». Y aseguran que el rápido envejecimiento de la población española -en 2030, después de Japón (51,5 años de edad media), los países del sur de Europa, con Italia (50,8), Portugal (50,2), España (50,1) y Grecia (48,9) a la cabeza, serán los más envejecidos del mundo- «va a magnificar los problemas creados por unos ingresos insuficientes y una mayor desigualdad».

En consecuencia, Europa envejece y España co-lidera ese envejecimiento. Un envejecimiento que es estructural y que conlleva efectos en la economía de primera magnitud -influyendo en la productividad, en el crecimiento económico y en el consumo-, generando desequilibrios en las cuentas públicas y, en especial, en la sostenibilidad de las pensiones.

En España, el acelerador del envejecimiento es por partida doble: aumento de la longevidad y disminución de la natalidad. Cada día que pasa aumenta 4,8 horas de esperanza de vida al nacer. En términos de natalidad, el dato es estructuralmente preocupante, con un índice de fecundidad de 1,3, muy lejano del índice de reemplazo del 2,1. Conjugando lo anterior, cada cuatro años España envejece uno. 

Así las cosas, en los países europeos -fundamentalmente en los del sur- de no hacer nada, la economía de la longevidad será una economía subdesarrollada que nada tendrá que ver con aquella población, la norteamericana, que «transformará la economía global». En definitiva, lo que esta situación pone de manifiesto es que el capital más importante de toda economía es el humano, que los ciudadanos de un país son su verdadera riqueza. Porque si estos merman, porque emigran o porque no nacen nuevos ciudadanos, entonces el país se empobrece. Y eso es lo que nos está pasando al sur de Europa.

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Todo ello es resultado de la inacción política en Europa, de la falta de voluntad por afrontar el mayor problema al que nos enfrentamos como sociedad. Una muestra para el caso español: ¿Conoce alguien el estado de situación de las discusiones o avances de la Comisión del Pacto de Toledo? La cuestión ha desaparecido de la agenda política. Y cada día que pasa el problema se agrava exponencialmente. De ahí la «urgencia» con la que la OCDE considera hay que actuar.

En la Resolución del Parlamento Europeo de 21 de mayo de 2013, se recomendó afrontar en Europa el problema de las pensiones con un enfoque basado en tres pilares: una pensión pública universal, por sistema de reparto, una pensión complementaria de corte profesional accesible a todos los trabajadores; y una pensión complementaria basada en planes de ahorro privados con incentivos equitativos destinados a los trabajadores con ingresos bajos, los trabajadores por cuenta propia y los trabajadores que no tengan los suficientes años de cotización. Y posiblemente lo más importante: establece la necesidad de implantar políticas efectivas de natalidad.

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