Bruselas, ¿encaje de bolillos o pura hipocresía?

Bruselas parece estar jugando al gato y el ratón en su discurso sobre España. La semana pasada, el informe de[…]

Bruselas parece estar jugando al gato y el ratón en su discurso sobre España. La semana pasada, el informe de perspectivas económicas firmado por el Ejecutivo Comunitario arrojaba que nuestro país incumplirá los objetivos de déficit en los próximos tres años, de no adoptar medidas de ajuste adicionales. Sin embargo, en vez de exigir nuevos recortes, el comisario Olli Rehn compareció ayer por sorpresa para anunciar que no exigirá más esfuerzos en lo que queda de 2012 y 2013 (las cuentas de 2014 se abordarán en la evaluación de febrero próximo).

Este mensaje contradictorio de Bruselas responde al habitual encaje de bolillos del Ejecutivo comunitario, obligado a conjugar los intereses y sensibilidades de 27 países (especialmente de los más fuertes, y entre ellos Alemania).

Por un lado, Bruselas parece ofrecer un balón de oxígeno a los asfixiados españoles (recordemos que el anuncio se efectuó coincidiendo con la jornada de huelga general), al decir que España "ha hecho lo que se le ha pedido" y el descarrilamiento del déficit responde a un escenario macroeconómico peor del previsto inicialmente.

Pero, al mismo tiempo, esquiva la sublevación de los adalides de la austeridad, al evitar ofrecer una ampliación de los plazos para reducir el déficit, como sugirió la víspera el ministro español de Economía, Luis De Guindos, y como piden organismos de la talla del Fondo Monetario Internacional.

Pareciera que Bruselas está emulando al Gobierno español, que pudiera estar errando voluntariamente en sus previsiones macroeconómicas, como táctica para evitar mayores ajustes. Porque, en el fondo, como explicaba recientemente un experto, para muchos es preferible que el Gobierno yerre en sus optimistas perspectivas de crecimiento económico, a que rebaje las previsiones económicas y aplique más ajustes para lograr cumplir los objetivos de déficit pactados.

Sin embargo, los ciudadanos no se merecen que la clase política aplique este discurso de luces y sombras, en el que la hipocresía y no la claridad marca la comunicación de las decisiones de política económica.

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