Juan Romero: sujetando la cabeza de Robert Kennedy a las puertas de la muerte
Cinco años después del magnicidio en Dallas de John Fitzgerald Kennedy, su hermano Robert era abatido de un disparo en[…]
Cinco años después del magnicidio en Dallas de John Fitzgerald Kennedy, su hermano Robert era abatido de un disparo en Los Ángeles. El asesinato tuvo lugar en uno de los pasillos del Hotel Ambassador, el 5 de junio de 1968, mientras el senador se dirigía a las cocinas tras haber pronunciado un discurso. Allí se cruzó con Juan Romero, un cocinero mexicano de 18 años frente al que se detuvo para estrecharle la mano, cuando salió de entre la multitud un joven palestino disparando un revólver del calibre 22.
El hermano de JFK falleció a primera hora de la mañana siguiente. Sirhan Sirhan, el autor del asesinato, fue condenado a cadena perpetua y recluido en una prisión californiana, donde continúa hasta hoy. Mientras que Romero pasó a la historia por ser la persona que sostuvo al senador después de ser disparado a quemarropa por, según declaró Sirhan más tarde, haber apoyado públicamente al Estado de Israel.
Desde entonces, y hasta su fallecimiento este lunes en Modesto (California, Estados Unidos) a los 68 años, por un ataque al corazón, Romero no dejó de cuestionarse si pudo haber evitado la muerte de Kennedy. Una imagen que nunca pudo quitarse de la cabeza, puesto que desde aquel momento su rostro dio la vuelta al mundo al ser fotografiado sosteniendo de la cabeza a Kennedy, que yacía en el suelo agonizante. Así lo confesó recientemente este antiguo ayudante de cocina en una entrevista a la radio pública estadounidense NPR con motivo de los 50 años del suceso.

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El mexicano recordó cómo se arrodilló y pudo ver que los labios del senador se movían, así que acercó su oreja y le oyó preguntar: «¿Están todos bien?». Romero le contestó que todo el mundo estaba bien y procedió a poner su mano entre el cemento y la cabeza del político demócrata para que estuviera cómodo, según cuenta EFE. Pero no hubo nada que hacer. Un nuevo magnicidio ?dos meses después del asesinato también de una de las principales figuras en la lucha contra el segregacionismo y la justicia social, Martin Luther King? volvía a conmocionar a Estados Unidos y a enterrar las esperanzas del progresismo yanqui en los años 60.
«El sino de los Kennedy», decía el titular de la portada de ABC tras conocer el atentado contra Robert Kennedy. En aquel último discurso en el Hotel Ambassador de Los Ángeles la víctima habló de la injusticia, el racismo, los malos vientos de desilusión y la violencia. «Ha muerto», confirmaba este diario al día siguiente. Según explicaba recientemente a EFE el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Rutgers, Ross Baker, los dos homicidios de 1968 sumieron al país en «un estado de profunda depresión y pesimismo». Una situación que se hizo más preocupante para los demócratas con la llegada del republicano Richard Nixon al poder.
Y aunque «Bobby» no gozaba del carisma que acumuló su hermano, era considerado el verdadero depositario de su legado. Quizá era producto de la nostalgia por el gran líder perdido cinco años atrás, pero con él de alguna manera volvió a resurgir la ilusión entre los estadounidenses de que un mundo mejor era posible. Y parecía estar en cabeza para vencer en las primarias a Hubert Humphrey y luchar con Nixon por la presidencia, con su rechazo a la guerra de Vietnam y su fuerte compromiso con los más desfavorecidos y la minoría negra como banderas.
«Ahí tienes la antorcha, Ted»
«¿Qué oscuras fuerzas de la raza y el dinero asesinaron a los dos hermanos Kennedy y dejaron al uno muerto sobre las manos pálidas de una mujer grácil y al otro con la cabeza quebrada entre rosas rojas y llantos de espuma? Robert Kennedy sabía muy bien dónde estaba hablando. Pero él amaba esa frase de Thomas Jefferson: ?He jurado sobre el altar de Dios eterna hostilidad contra toda forma de tiranía impuesta a la suerte del hombre?», podía leerse en el editorial de ABC, titulado «Ahí tienes la antorcha, Ted», tras conocerse su muerte.
Sirhan Sirhan, que cuenta actualmente con 73 años y se encuentra interno en el Centro Correccional Richard J. Donovan, cerca de la ciudad de San Diego, solicitó la libertad condicional por decimoquinta vez en 2016, pero fue rechazada.