Estas fueron las atrocidades del cartel de Cali: el futuro de «Narcos»
«El Cartel de Cali toma el relevo al de Medellín tras la entrega de Pablo Escobar», publicaba ABC el 23[…]
«El Cartel de Cali toma el relevo al de Medellín tras la entrega de Pablo Escobar», publicaba ABC el 23 de junio de 1991. A Pablo Escobar aún le faltaban dos años para morir, pero las autoridades colombianas ya sabían que la transición entre estos dos imperios de la droga estaba en marcha. Hasta ese momento, ambas organizaciones sumaban más de 24.000 integrantes radicados en 25 países, para distribuir cerca de 350 toneladas de cocaína por todo el mundo.
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Pocos días después de esa noticia, Escobar ingresaba voluntariamente en La Catedral, aquella farsa de prisión construida exclusivamente para él. Aunque aún le quedaba algo de tiempo de vida, aquel fue, sin embargo, el comienzo del declive de su imperio, tal y como aclaraba este periódico. «Esta entrega no significa el fin del narcotráfico en Colombia, que pasa a manos de los que estaban en un segundo plano».
Fue el 3 de diciembre de 1993 cuando se pudo leer el esperado titular, «Muere tiroteado en Medellín Pablo Escobar», que ponía fin a la vida del narcoterrorista más buscado y despiadado de la historia, en el que están basadas las dos primeras temporadas de «Narcos». Netflix, donde se emite esta ficción de moda, acaba de anunciar recientemente dos nuevas temporadas. Todo indica a que estarán centradas en el citado Cartel de Cali, si tenemos en cuenta el «teaser» realizado por la plataforma de pago. En él se puede ver, difuminándose hasta desaparecer, una imagen de Wagner Moura, el actor que da vida a Pablo Escobar, al tiempo que aparece en primer plano la de Damián Alcázar, que interpreta a Gilberto Rodríguez Orejuela, el capo al frente del citado cartel. Y sobre éste, el siguiente lema: «El legado continúa».
El 80% del tráfico de cocaína mundial
El jefe del Cartel de Cali ya era citado en la noticia que abre este reportaje, intentando desvincularse de cualquier hecho delictivo: «Gilberto Rodríguez escribió en mayo una carta al Departamento Estadounidense Antidroga, manifestándole su preocupación porque se le había relacionado indiscriminadamente con el narcotráfico». La DEA no se equivocaba. En 1993, éste ya controlaba el 80% de todo el tráfico de cocaína del mundo.
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Aquello le generaba tantos cientos de millones de dólares que las caletas se convirtieron en otro de los grandes símbolos ocultos de su opulencia. Tras la muerte de Pablo Escobar se produjo un considerable aumento en la construcción de estos escondites de dinero, pues Rodríguez Orejuela sabía que las autoridades colombianas estaba ahora detrás de su organización. Esto coincidió con la muerte o desaparición de innumerables trabajadores de la construcción y jefes de obra. El nuevo «rey de la cocaína» no podía dejar vivos a aquellos que pudieran llegar a delatarlos o desvelar la ubicación de sus búnkeres llenos de billetes. Se consolidaba el monopolio.
Aunque el Cartel de Cali se caracterizó por ser menos violento y más profesional que sus rivales de Medellín, lo cierto es que su imperio también se construyó a golpe de gatillo. En 1994 y 1995, los dos últimos años en libertad de Rodríguez Orejuela y sus secuaces (su hermano, Miguel Rodríguez; Víctor Patiño Fómeque, «el Químico»; José Santacruz Londoño, «Chepe»; Henry Loayza Ceballos, «el Alacrán»; Juan Carlos Ortiz Escobar, «Cuchilla», y Pacho Herrera, protagonizado en la serie por Alberto Ammann), los homicidios en Cali se dispararon hasta cifras de récord: 2.239 y 2.064, respectivamente. Son parte de las más de 20.000 muertes, 5.200 de ellas policías, que ha dejado el narcotráfico en Colombia en los últimos 30 años.
Más de 2.000 millones de dólares
Según comentó en su libro el hijo de Miguel Rodríguez Orejuela, William Rodríguez, el poder de esta organización era suficiente como para comprar y controlar todo el aparato legislativo y judicial de Colombia. Una muestra de ello es que en sus años de bonanza tenían comprados a más de 200 policías, muchos de los cuales ocupaban altos cargos dentro del cuerpo. Se calcula que controlaban el 30% de las Fuerzas Armadas y la Policía de Cali. A los sobornos de esta última dedicaba el cartel 20.000 dólares al mes y otros 60.000 en comprar a otras personalidades del país. Contaban con economistas, contadores, ingenieros, políticos, prestigiosos abogados de los Estados Unidos, ex altos cargos del Ejército o altos directivos de las empresas de telefonía que les ayudaban a intervenir una media de 400 llamadas al mes para obtener información.
Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela (a quien da vida en «Narcos» el actor Francisco Denis), nacieron en el departamento del Tolima. En su juventud estuvieron vinculados con la llamada banda de «Los Chemas» y tenían antecedentes por participar en varios secuestros. No obstante, supieron desarrollar paralelamente un negocio legal en el sector de la farmacéutica, con el que comenzaron a camuflar sus beneficios procedentes del narcotráfico.
En la primera mitad de la década, el cartel de Cali acabó acumulando una fortuna de más de 2.000 millones de dólares y 230 empresas, así como un número similar de propiedades. Algunas de ellas se las arrebató al clan de los Escobar tras su muerte. Gracias a estas actividades ilícitas, Cali vivió tiempos de una bonanza económica artificial, con inversiones en la construcción, el comercio, los medios de comunicación y los equipos de fútbol. Los hermanos Rodríguez Orejuela se convirtieron en los máximos accionistas de, entre otros, el Grupo Radial Colombiano (GRC), el Banco de los Trabajadores, la cadena Drogas La Rebaja y hasta el equipo de fútbol América.
Esta es la realidad aterradora en la que se centrarán la tercera y cuarta temporada de «Narco». El actor que se mete en la piel de Gilberto Rodríguez, Damián Alcázar, ya anticipó esta posibilidad hace meses: «Me encantaría. Hay muchos lugares por los que puede ir la historia». Además, este histórico narco sigue vivo y preso en una prisión de Tennessee, a diferencia de Pablo Escobar. «La cocaína debe continuar» fue el mensaje que utilizó Netflix para anunciar la renovación de la serie, haciendo un juego de palabras en inglés («The Blow Must Go On») con la canción de Queen «The Show Must Go On» («el espectáculo debe continuar»).