Afirma: a mal tiempo, buena cara

 Dicen que año de nieves, año de bienes. Nieva en España como nunca en los últimos tiempos mientras la crisis[…]

 Dicen que año de nieves, año de bienes. Nieva en España como nunca en los últimos tiempos mientras la crisis internacional se ceba con nuestra economía y, muy especialmente, con el sector inmobiliario. Pero en Afirma, que se encuentra en plena ampliación de capital, han decidido que el optimismo es el mejor remedio contra tanta fatalidad. Y han valorado como un éxito lo que nunca hubiéramos sospechado que pudiera serlo: una posible aceptación de un 10% en el tramo dinerario de la operación, valorado en 411 millones de euros.

Con ese porcentaje se dan con un canto en los dientes el presidente Félix Abánades y su guardia de corps, que en una rueda de prensa sorprendente porque no pudieron poner ni una cifra ni un dato concreto sobre la mesa, hicieron bueno el jueves pasado aquello de que algo, por poco que sea, es menos que nada.

Fue lo que se dice un acto de fe. La que dicen que mueve montañas y va a ser necesaria en cantidades industriales para que al ladrillo español le salgan las cuentas. Afirma, que pelea de forma ejemplar y denodada para salir del agujero, refleja muy bien cómo están las cosas: tiene un accionista con mala fama bien ganada llamado Enrique Bañuelos con el que no cuenta para nada; otro como Nozar se juega estos días evitar una suspensión de pagos que ya ha esquivado otras veces; no tiene cobertura de analistas en bolsa y opera en el sector con menos sex appeal para cualquier inversor que se precie.

En el otro lado de la balanza, sí ha recibido el apoyo de Caixa Galicia -agente del crédito sindicado que mantiene Afirma con una veintena de bancos-, que invertirá 17 millones de euros en la operación, y de Amancio Ortega. En cualquier caso, conviene recordar que el principal objetivo de la ampliación es capitalizar los créditos de dos de sus acreedores, que ya está conseguido.

En estas condiciones, le han echado valor los ejecutivos de Afirma para salir al mercado, presentarse de la mano de Morgan Stanley a varias decenas de fondos especializados -no hay todavía compromiso de inversión alguno- y tratar de convencer al mundo de que la compañía será una de las españolas supervivientes de un tsunami sin precedentes. De momento, se conforman con haber sido recibidos por los inversores profesionales. Eso es ver el vaso medio lleno y lo demás tonterías. El futuro es otra cosa. Como decía Dylan, la respuesta está en el viento.

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