El Mundial de Catar reactiva un mercado bajo sospecha

El Mundial de Catar da impulso a una nueva organización dispuesta a validar las compensaciones de carbono que otros no quieren

El Mundial de Catar, bajo la lupa ESG también por sus emisiones

La preparación para el Mundial de Catar, que comenzó a disputarse este domingo, supuso que la pequeña nación del Oriente Medio, rica en gas y petróleo, comenzara hace una década una gigantesca transformación de sus estructuras para acoger al evento.

Desde que Catar fue designada como anfitriona de la vigesimosegunda edición del Mundial hasta la actualidad, se construyeron siete estadios, nuevas carreteras de acceso a los mismos, y doce hoteles.

Y si bien este proceso generó polémica por las condiciones laborales a las que tuvieron que hacer frente los obreros participantes, y la opacidad a la hora de contabilizar las muertes de estos trabajadores, hay una consecuencia que pasó más desapercibida al radar social: el hecho de que, entre las emisiones generadas por las nuevas construcciones y los viajes aéreos para transportar a los jugadores y a los aficionados, el torneo de 2022 se perfila como el más intensivo en carbono de todos los tiempos.

Un impacto medioambiental que los organizadores del Mundial se comprometieron a eliminar, pero cuya solución propuesta para cumplir esta promesa queda envuelta bajo la sombra de la sospecha.

La solución para que el Mundial de Catar sea «neutro en carbono»

Para llevar a cabo la promesa de que el evento sea «neutro en carbono», los organizadores del Mundial de Catar propusieron comprar compensaciones de carbono.

Es decir, que pagarán, en teoría, para que el carbono emitido durante el evento sea eliminado o reducido de la atmósfera de la Tierra, en otro lugar del planeta.

En la práctica, no obstante, el plan es profundamente defectuoso. Y es que Catar y la FIFA no solo no están mitigando el impacto medioambiental del evento, sino que pueden estar magnificándolo involuntariamente.

Ambas entidades apuntaron que quieren comprar unos 1,8 millones de compensaciones al Consejo Mundial del Carbono (GCC, por sus siglas en inglés), una institución con sede en Doha que asegura ser la responsable de establecer el primer programa voluntario de compensación de carbono de la región.

Fuentes familiares con el mercado de créditos de carbono, sin embargo, apuntaron que la financiación del GCC refuerza una nueva organización local, que aprueba un tipo de proyectos de compensación que no cumplen las normas mínimas en ningún otro lugar del mundo.

El problema con el Consejo Mundial del Carbono

El GCC está certificando créditos que «no marcarán ninguna diferencia en las emisiones globales», afirmó Gilles Dufrasne, responsable de políticas de la organización sin ánimo de lucro Carbon Market Watch y asesor experto del Consejo de Integridad del Mercado Voluntario de Carbono.

«Lo que el GCC ofrece aquí es, en el mejor de los casos, ignorante, y en el peor, un intento evidente de crear más oferta de créditos de baja calidad y bajo coste, con una ilusión de credibilidad», añadió.

El problema, según Dufrasne, es que los proyectos que aprueba el GCC pueden estar vinculados a desarrollos de energías renovables en países de renta media como India, Turquía y Serbia.

Una estrategia de financiación a plantas solares, eólicas o hidroeléctricas que, en el pasado, podía generar créditos de carbono, ya que los ingresos adicionales motivaban a los promotores a tomar medidas para sustituir la energía de los combustibles fósiles, incentivando estos proyectos de energías renovables.

Pero esta premisa ya no aplica a la mayoría de los países porque, de 2010 a 2021, el coste de la energía renovable se redujo en casi un 90 por ciento.

La energía solar y la eólica, por tanto, tienen una gran demanda, y cuando los promotores no necesitan un incentivo adicional para construir estas plantas de energías renovables, no deberían favorecerse de unos créditos que otorgan a otros, como Catar y la FIFA, la licencia para bombear nuevas emisiones a la atmósfera.

El conflicto con la financiación de energías renovables

Con unas pocas y limitadas excepciones, Dufrasne explicó que «emitir créditos de carbono a grandes proyectos de energía renovable, en 2022, va en contra de las reglas fundamentales de integridad de los mercados de carbono.»

Por eso, Verra y Gold Standard, las dos mayores certificadoras de proyectos de compensación de carbono del mundo, rechazan desde 2019 los proyectos de energías renovables conectados a la red en todos los países, excepto en los más pobres.

«Llegamos a la conclusión de que solo los de los países menos desarrollados seguían siendo un valor añadido», subrayó David Antonioli, director ejecutivo de Verra, que agregó que el organismo de verificación introdujo la prohibición para «asegurarse de que la financiación del carbono se dirigiera a donde más se necesita».

La iniciativa «Science Based Targets», de hecho, va más allá y dice que las empresas solo deben comprar compensaciones de proyectos que eliminen activamente el carbono de la atmósfera, una definición que excluye los proyectos de energías renovables.

GCC, obviamente, no está en absoluto de acuerdo con estas premisas de compensación de carbono.

Su director de operaciones, Kishor Rajhansa, afirmó que su organismo evalúa cada proyecto individualmente, y que las energías renovables pueden ser una fuente legítima de compensaciones.

«La energía renovable es la mayor actividad de mitigación del clima para llegar a un mundo con cero emisiones», detalló.

«No estamos de acuerdo, por principio, con la decisión adoptada por Verra y Gold Standard de tomar una decisión general sobre todos los proyectos del mundo desarrollado», dijo Rajhansa. «Queremos dar a todos los propietarios de proyectos la oportunidad de demostrar su valor añadido».

El negocio de GCC, Catar, y la FIFA

En funcionamiento desde 2019, el Consejo Mundial del Carbono había certificado, hasta hace poco, tan solo unos pocos proyectos.

Pero la publicidad de la Copa del Mundo -junto con un endurecimiento de las normas en otros lugares- elevaron sus perspectivas de negocio de forma significativa.

El compromiso de la FIFA y del Comité Supremo de organizar un torneo neutro en carbono, y su ambición de obtener créditos de la región, dieron impulso al plan de GCC, señaló Rajhansa, el director de operaciones del Consejo.

Ahora hay casi 600 proyectos a la espera de la aprobación del GCC, presentados por promotores de proyectos, o por intermediarios que no tienen a quién recurrir.

La empresa energética india Emergent Ventures, por ejemplo, presentó al GCC un puñado de proyectos solares conectados a la red para su certificación.

«Es la única norma que funciona y que permite el registro de proyectos de energía renovable», indicó el director de Emergent Ventures, Atul Sanghal. «Esta es la principal razón para optar por el registro de GCC».

De acuerdo a las estimaciones de Rajhansa, el CCG puede generar hasta 400 millones de créditos en la próxima década.

A los precios actuales, esa cifra equivaldría a unos 1.000 millones de dólares. Casi todos irían destinados a proyectos de energías renovables, y se basan en la metodología propia del CCG, o en la elaborada por el Mecanismo de Desarrollo Limpio de las Naciones Unidas, un sistema establecido en 1997 por el Protocolo de Kioto, que ahora se considera obsoleto y está «muerto de facto», según aclaró Dufrasne.

La necesidad de una regulación global

El problema principal ante este tipo de organismos y estrategias de compensación radica, sobre todo, en que las compensaciones de carbono pueden comprarse y venderse sin apenas supervisión.

Hasta ahora, los organizadores de la Copa del Mundo han sido los únicos compradores de créditos verificados por GCC, que cobra por verificar los proyectos de compensación y es propiedad del gobierno catarí.

Sin embargo, todos los proyectos aprobados y presentados son marcados por GCC como «elegibles para el CORSIA», lo que significa que podrían ser utilizados por compañías aéreas para cumplir con sus obligaciones de compensación bajo el esquema que lleva el mismo nombre.

En respuesta a unas preguntas formuladas este mes, la FIFA dijo que todos los organizadores del evento y sus participantes – la FIFA, el Comité Supremo y su comité de Catar 2022– decidirán independientemente si compran compensaciones y dónde.

Y a pesar de que la FIFA detalló más tarde que no comprará compensaciones verificadas por el GCC, el Comité no aclaró su postura. La aparición de esta institución, además, impulsó nuevas peticiones de una regulación mundial del mercado voluntario de carbono.

Una regulación que, al menos, establezca una norma común para los créditos que pueden reclamarse de forma creíble a la hora de compensar emisiones, porque incluso si el GCC endureciera sus normas en consonancia con otros organismos, nada impediría que surgiera otra organización para verificar los créditos de energía renovable.

Y mientras las compensaciones estén «verificadas», las empresas las comprarán y las aplicarán a los objetivos de cero neto.

«Sin unas normas y una supervisión mucho más estrictas, el mercado no desempeñará un papel significativo en la consecución de los objetivos del Acuerdo de París; al contrario, podría acabar facilitando más emisiones», afirmó Juerg Fuessler, socio director de INFRAS, una consultora de sostenibilidad.

Los compradores de créditos de baja calidad «desvían los recursos y la atención de las actividades de mitigación reales y adicionales necesarias», concluyó Fuessler.

Unas tareas que, en la organización del Mundial de Catar, quedaron en segundo plano, en favor de unas compensaciones de carbono que añaden leña al fuego en torno a la sostenibilidad del evento futbolístico.

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