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Las inversiones que se nutrirán de los mercados de carbono

La COP26 sirvió para terminar de redactar el denominado Artículo 6 de los Acuerdos de París, en el que se regula la comercialización de créditos de emisiones de CO2

Las naciones cerraron el Acuerdo de París hace seis años, pero no terminaron de redactarlo hasta la COP26 de Glasgow de este mes.

En esta cumbre, los negociadores finalmente marcaron la casilla de algo denominado «Artículo 6», una sección del pacto climático de 2015 que regula cómo pueden comerciar los países con créditos para emitir CO2. Las nuevas normas también deberían imponer una estructura y una transparencia a los opacos mercados voluntarios donde las empresas compran y venden compensaciones de carbono. 

Este avance en la vía diplomática puede generar la confianza necesaria para que miles de millones de dólares de inversión fluyan hacia las labores de recuperación y conservación, particularmente en los países en desarrollo. Pero, ¿a dónde debe ir el dinero? La demanda de proyectos que protegen o restauran los suelos, generando compensaciones en el proceso, ya es de por sí elevada. 

Los créditos que representan reducciones reales de CO2 en la atmósfera no pueden fluir con la suficiente rapidez, al menos según los países y las empresas que esperan comprar una forma de salida, aunque sea parcial, de su deuda de carbono. El uso de las compensaciones se enfrenta a un problema de integridad y a acusaciones de greenwashing, falta de eficacia y conflictos locales.

Los ambientes a proteger

Dos análisis publicados recientemente sugieren que no hay escasez de ayudas para proteger los suelos, independientemente de si la ayuda es una acción gubernamental directa, financiación multinacional o mercados de carbono fiables.  

Los estudios ofrecen una forma útil de pensar en el nuevo y vasto mundo de lo que los expertos en política denominan «soluciones basadas en la naturaleza». 

El primer estudio ofrece un mapa rigurosamente diseñado de los ecosistemas más ricos en carbono del mundo, publicado en la revista Nature Sustainability.

Un grupo de investigadores universitarios y sin ánimo de lucro, dirigidos por la organización Conservation International, ha identificado los entornos que no nos podemos permitir perder.

Inspirándose en los esfuerzos por calificar las reservas de combustibles fósiles como «carbono irrecuperable», estos investigadores definen el «carbono irrecuperable» como los bosques, manglares, turberas y otras zonas que no se recuperarían en 2050 si los destruimos.

La mitad del carbono irrecuperable del mundo se concentra en el 3,3 por ciento de los suelos, áreas que juntas equivalen al tamaño de India y México juntos. Este espacio va desapareciendo poco a poco cada año, y contiene 15 veces la cantidad de CO₂ que se liberará en 2020. 

Las buenas noticias: Las nuevas protecciones para el 5,4 por ciento de estos suelos mantendrían el 75 por ciento de este carbono fuera de la atmósfera. 

La importancia del mapa

El mapa de las zonas con altas emisiones de carbono podría ser un recurso útil para grupos que van desde activistas que se centran en la biodiversidad hasta instituciones multilaterales como el Banco Mundial. Las empresas que se abastecen de materias primas procedente de los bosques deberían encontrarlo también útil, consideran los autores, mientras tratan de identificar dónde pueden dejar de fomentar la destrucción. 

Los mercados de carbono bien configurados pueden frenar la deforestación, canalizando la inversión hacia zonas donde la tala de árboles ha sido la única opción de desarrollo.

Allie Goldstein, directora de protección del clima de Conservation International y autora principal, comparó estas inversiones con el triaje en la sala de urgencias de un hospital que permite estabilizar al paciente: otros programas pueden ofrecer cuidados al ecosistema a más largo plazo. «El mapa puede ofrecer a las empresas una visión clara de dónde deben invertir», afirma. 

Existe todo un mundo de ecosistemas que necesitan inversiones e ideas, como la Gran Muralla Verde Africana, una franja de 8000 kilómetros a través del Sahel, desde Senegal y Mauritania hacia el este hasta Etiopía

Los esfuerzos empezaron en 2007 con el objetivo de restaurar 100 millones de hectáreas de suelos; hasta ahora, la iniciativa solo ha completado el 4 por ciento de ese total, según otro estudio publicado en la misma revista. Las tierras degradadas cuestan a la región unos 3000 millones de dólares al año. 

1,20 dólares por cada dólar invertido

Los autores han calculado el valor de los bienes producidos en la región, como los cultivos y la leña, y de las estimaciones existentes sobre los beneficios no comerciales que proporcionan los ecosistemas, como la limpieza del aire y el agua. Han descubierto que cada dólar invertido en la restauración produce una media de 1,20 dólares en beneficios.

Pero las cosas no son tan fáciles. Los mercados del carbono, en particular, requieren una estabilidad y una visibilidad poco comunes en lugares donde la propiedad de las tierras puede cambiar de manos rápidamente y la violencia puede alterar la vida. De los 28 millones de hectáreas accesibles a los proyectos de la Gran Muralla Verde, la mitad podrían quedar inaccesibles por conflictos violentos.  

Hasta la fecha, el comercio de carbono no ha desempeñado ningún papel en los proyectos de la Gran Muralla Verde, según afirma Alisher Mirzabaev, autor principal e investigador principal del Centro de Investigación para el Desarrollo de la Universidad de Bonn. La financiación para restaurar las tierras ha procedido de los presupuestos nacionales o de donantes internacionales.

El Banco Mundial, Francia y las Naciones Unidas anunciaron este año una iniciativa de 14 000 millones de dólares para regenerar la región. 

«Esperamos que este documento sea útil para orientar hacia dónde canalizar esas inversiones», afirma Mirzabaev. «Nos gustaría orientar esas inversiones hacia un uso más eficiente». 

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