Cobre: el canario en la mina de la transición energética

El cobre puede servir como medida de las dificultades a afrontar para lograr la transición energética, al postularse como materia prima esencial para alcanzar los objetivos fijados de cara a 2030

El cobre sirve como medida de las dificultades que puede afrontar la transición energética

La transición energética se enfrentará en los próximos años a una agenda de retos y deberes que deberán superarse para lograr que los combustibles fósiles caigan en el olvido de la historia, y en ese proceso, el cobre puede ser una piedra de toque para cuantificar el coste total de este esfuerzo, así como para saber si los objetivos marcados pueden alcanzarse a tiempo.

Así se apunta, al menos, desde instituciones como Standard & Poor’s, que emitió un informe respecto al futuro de la materia prima, del que también se hizo eco el Fondo Monetario Internacional.

Y es que desde S&P se señaló que el cobre puede definirse como el metal clave en la electrificación, razón por la que la agencia trató de medir la cantidad de cobre adicional que requerirán procesos necesarios para alcanzar esta meta, como la mayor adopción de vehículos eléctricos y de electricidad renovable, o el aumento de las infraestructuras eléctricas.

La agencia de calificación crediticia, en consecuencia, concluyó que la demanda de cobre se duplicará en 2035 y seguirá creciendo posteriormente, y dejó una clara reflexión final:

«El cobre es esencial para el éxito de la transición energética. Pero la inminente brecha entre la oferta y la demanda corre el riesgo de cortocircuitar este proceso. A menos que la nueva oferta del metal de la electrificación llegue a tiempo, con un apoyo político claro y un compromiso estratégico, es probable que las emisiones netas cero para 2050 sigan estando fuera de nuestro alcance».

Los problemas que pueden poner en apuros el suministro de cobre

Tal y como explicó el vicepresidente de S&P Global, Daniel Yergin, un coche eléctrico, por ejemplo, necesita una cantidad al menos dos veces y media mayor de cobre que un vehículo con motor de combustión interna convencional.

Unos datos que se complementan con pronósticos de entidades como el FMI o la Agencia Internacional de la Energía acerca del estímulo sin precedentes que experimentará la demanda de algunos metales, elevando significativamente las probabilidades de que el suministro de cobre quede expuesto a cuellos de botella

Unos riesgos que Yergin quiso evidenciar al señalar que, al contrario que ocurre con otro producto clave hasta el momento, el petróleo, «la producción de cobre está más concentrada».

«Solo tres países produjeron el 40 por ciento del petróleo mundial en 2021: Estados Unidos, Arabia Saudí y Rusia. Pero solo dos países produjeron el 38 por ciento del cobre: Chile y Perú«, destacó el directivo de S&P.

Esta tesitura, por tanto, unida a las previsiones de que el precio del cobre aumente a medida que la economía global deje atrás su anunciada recesión del próximo año, llevaron a Yergin a solicitar que se acelere la colaboración entre gobiernos, productores y usuarios finales, evitando futuros problemas en la cadena de suministro que ralenticen la transición energética.

Los puntos clave para que el papel del cobre no ralentice la transición energética

A pesar de esta petición deslizada desde S&P, la agencia de calificación no escondió que lograr estos acuerdos entre partes requerirán que, en ocasiones, se gestionen prioridades «a menudo contrapuestas y aparentemente contradictorias».

Por ello, la institución dibujó tres áreas prioritarias que los gobiernos, empresas y usuarios deberían explorar y pulir «para reducir la brecha entre la oferta y la demanda de cobre, con el fin de contribuir a los objetivos de balance cero».

La primera es la de la innovación, que a ojos de S&P debería centrarse en «permitir una extracción y refinado más limpios del cobre», ayudando a abordar «varios de los retos críticos que actualmente provocan la brecha entre la oferta y la demanda», como la huella de carbono de la propia industria del cobre, o su capacidad de obtener permisos para nuevos yacimientos.

La segunda pasa por la regulación, puesto que dotarse de «unas políticas más claras, estables y predecibles en torno a los plazos de concesión de permisos y las inversiones«, ayudarían a resolver algunos de los problemas políticos y de licencias sociales que provocan retrasos en la obtención de nuevos recursos de cobre para el mercado, de acuerdo a la agencia.

La tercera y última es la asunción de que el cobre será clave en la transición energética, pero no será el único mineral necesario en este proceso. Una premisa que «será importante para garantizar que el camino a seguir no se vea bloqueado por problemas similares que puedan surgir con otros minerales clave».

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