El greenwashing encuentra un enemigo en la inteligencia artificial

Con estas herramientas se pueden buscar incongruencias entre los documentos publicados y las declaraciones públicas de los ejecutivos. Algo útil tanto para controlar el riesgo como para obtener rentabilidades extra

A medida que la inversión sostenible se va convirtiendo en la corriente principal de Wall Street, las empresas están haciendo todo lo posible para presentarse como ecológicas y éticas.

Pero las calificaciones en materia ambiental, social y de gobierno corporativo (ESG) en las que se basan los gestores de fondos no siempre hacen las cosas bien a la hora de descartar a las empresas que recurren a estrategias de greenwashing, es decir, empresas que hablan mucho y hacen poco.

Andy Moniz, un científico de datos de Londres que trabaja en Acadian Asset Management, afirma que no solo ha descubierto un enfoque mejor, con el que puede ganar dinero.

Utiliza herramientas como el procesamiento del lenguaje natural y el aprendizaje automático para averiguar lo que hacen de verdad las empresas.

«Me resultaba frustrante lo que hacían los proveedores de datos ESG», afirma Moniz. «Muchas veces se limitan a responder con un sí o un no a preguntas como ‘¿Esta empresa cuenta con una política de derechos humanos?’. Esos datos están muy obsoletos y son completamente retrospectivos». Pensó que podría llevar a cabo un mejor trabajo de recopilación de datos por su cuenta.

Una investigación de Bloomberg Businessweek publicada en diciembre demuestra que, en lugar de reflejar los esfuerzos de sostenibilidad de las empresas, las calificaciones ESG tienden a centrarse estrictamente en los riesgos para los accionistas.

Por lo tanto, una empresa podía contar con unas emisiones de carbono elevadas pero aun así obtener una puntuación ESG decente si se percibe como poco probable que se vaya a probar una regulación más estricta de su actividad. En su análisis, Moniz también vela principalmente por los intereses de los inversores.

Pero incluso basándose en ese tipo de métrica, las calificaciones en materia de ESG se quedan cortas, afirma Moniz. En Acadian, un fondo de orientación cuantitativa con más de 100 000 millones de dólares de gestión, Moniz analiza ingentes cantidades de datos sobre empresas para identificar los riesgos ESG ocultos.

Algunos de ellos son poco convencionales. Por ejemplo, su software busca en las transcripciones de las conversaciones de los directivos durante las juntas de accionistas, conferencias y declaraciones de analistas en busca de signos de evasión, vaguedad o negativa a contestar a las preguntas. Es un enfoque basado en la literatura psicológica.

Las incongruencias que se esconden tras las palabras

El ejemplo de Albert Chao, presidente y director general de la empresa Westlake Chemical con sede en Houston, a quien un analista le pidió que explicara la estrategia de descarbonización de su empresa a principios de este año.

«Este asunto es muy importante para la empresa, sus empleados y el mundo entero», respondió Chao. «Queremos poner de nuestra parte todo lo que podamos. … Y sé que llegar a un nivel de emisiones netas cero es una tarea difícil. Y se está trabajando mucho en ello. Pero creo que aún queda mucho por hacer, y somos muy conscientes de ello». Esa respuesta serpenteante fue calificada por el algoritmo de Acadian como «falta de respuesta».

También existe el ejemplo de una compañía rusa del sector minero- Evraz-, a cuyo director general, Alexander Frolov, le preguntaron en agosto cómo pensaba reducir la huella de carbono de la compañía.

«Digamos que tenemos muchas oportunidades de captarlo y utilizarlo, cosa que no estamos haciendo por el momento», respondió. «Y supongo que esto llevaría a una reducción significativa del efecto invernadero… hay diferentes estrategias, pero existe potencial por ambas partes para reducir las emisiones de efecto invernadero en el futuro».

Esto, afirma Moniz, es un ejemplo clásico de vaguedad, algo que, según él, es deprimentemente común entre muchas empresas.

A día de hoy, las empresas incluyen la mayor parte de su información sobre ESG en informes sobre sostenibilidad cuidadosamente redactados, pero también se encuentran algunas perlas en ellos, afirma Moniz.

Señala a la compañía polaca de electricidad a base de carbón Ze Pak SA, que afirmó en una reciente presentación que para 2029 lograría la «neutralidad climática», un objetivo aún más ambicioso que el de emisiones cero netas, sin dar ninguna pista sobre cómo pensaba hacerlo.

«Nos adelantamos 20 años al objetivo de neutralidad climática de la Unión Europea (2050)», declaró la compañía. Ze Pak, Westlake Chemical y Evraz no han querido hacer ninguna aclaración al respecto.

Poder detectar alertas

Reconocer las señales de alarma cuando las tienes delante no es demasiado difícil. El reto está en crear un sistema que pueda analizar millones de documentos procedentes de fuentes de datos dispares relacionados con miles de empresas, y enseñarle a ir aprendiendo por sí mismo. Más difícil aún es traducir los resultados de ese sistema a rendimientos de la inversión.

En el período previo a la crisis financiera, unos cuantos inversores descubrieron que los valores respaldados por hipotecas eran más arriesgados de lo que parecía y ganaron dinero apostando contra ellos. No existe una relación tan directa entre las cotizaciones y las operaciones de greenwashing, porque incluso cuando se descubre que una empresa infla sus datos sobre sostenibilidad, no existen garantías de que sus acciones vayan a caer.

De hecho, la historia sugiere que los fondos de cobertura se han beneficiado al invertir en acciones pecado que los inversores de ESG no quieren ni ver.

El secreto está en buscar señales de buenas operaciones que pasan desapercibidos para otros

Moniz y su equipo solo se centran en los aspectos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo que, según su análisis, repercuten en los resultados. «Nuestro proceso de inversión está puramente diseñado para mejorar el retorno ajustado al riesgo, y en ese sentido no tratamos los factores ESG de forma diferente a cualquier otro conjunto de datos», afirma.

Se trata de una mentalidad que Moniz desarrolló en Wall Street en compañías como Citigroup y Deutsche Bank, donde su función era buscar señales para operaciones rentables allí donde otros no se fijaban.

Uno de los proyectos consistía en crear una cartera que reflejara las operaciones de los directivos en las acciones de su propia compañía. En otra, comparaba el tamaño de las fotos de los CEO en los informes anuales, y la frecuencia con la que se actualizaban, como prueba de egocentrismo y, por tanto, de calidad de la gestión. (Los resultados no fueron muy concluyentes).

Moniz se centró en la «G» de ESG para su doctorado en 2015, al desarrollar un programa que calificaba a las empresas según el lenguaje utilizado en el sitio web de reseñas laborales Glassdoor.com. (en la jerga empresarial, el gobierno corporativo hace referencia a la gestión interna de una empresa).

El documento final, publicado por la Reserva Federal de Nueva York, concluyó que las empresas cuyos empleados están contentos y perciben su trabajo como un desafío superan a su competencia.

Acadian califica a las empresas en función de parámetros como el greenwashing, la cultura corporativa, las relaciones laborales y si la dirección se centra en el largo plazo. Los datos se introducen en un modelo informático más amplio que toma decisiones sobre qué acciones comprar.

Las empresas con sólida gobernanza bate en nueve puntos anuales al mercado en la última década

Se rebaja la calificación de las empresas por estar mal gestionadas, no por ser poco éticas, sino porque el análisis de Moniz indica que el cuartil con las mejores puntuaciones en materia de gobierno corporativo supera a sus homólogos en un 9 por ciento anual durante la última década. Los fondos de Renta Variable Global de Acadian tuvieron un retorno del 19,2 por ciento en 2020, superando al índice MSCI World en un 3,3 por ciento.

Para aumentar sus posibilidades de éxito, Acadian ha empezado a implicarse en compañías que ha ido analizando en materia de ESG. El año pasado, por ejemplo, un grupo de derechos humanos señaló a Volkswagen por su exposición a campos de trabajos forzados en la región uigur de China.

Cuando VW publicó un comunicado negando el informe, el algoritmo de Acadian buscó entre los documentos de la compañía, los informes de los medios de comunicación, las transcripciones y las fuentes de datos alternativas para obtener un gráfico detallado de todos sus proveedores y clientes.

El análisis sugería que VW tenía aún un proveedor de esta región, algo que la compañía afirmó que estudiaría. Volkswagen afirma en un comunicado que «no ha encontrado pruebas» de trabajos forzados en su cadena de suministro en China, y que «no se utilizan en sus vehículos piezas» de ninguna empresa mencionada en el informe.

«No solo es un tema de ESG», afirma Moniz al contestar por qué apuntó a este problema. «Si la compañía se viera envuelta en un escándalo en los medios, habría habido un impacto en el precio de sus acciones».

Los órganos reguladores han empezado a darse cuenta de las carencias de las calificaciones ESG. Las autoridades de Estados Unidos y el Reino Unido están introduciendo publicaciones más estandarizadas en materia de sostenibilidad.

El mes pasado, IOSCO, que agrupa a los reguladores de todo el mundo, publicó un informe en el que denunciaba la «falta de transparencia» del sector y proponía un mayor control.

A Moniz no le preocupa que estos movimientos puedan socavar la ventaja competitiva de Acadian. «La pregunta fundamental sigue siendo: ¿Hasta qué punto son creíbles los objetivos y los compromisos de las empresas?» afirma. «Hablar es fácil».

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