La dispar hoja de ruta hacia la descarbonización de las potencias latinoamericanas

Brasil, México, Argentina, Colombia y Chile han diseñado proyectos hacia la reducción de emisiones con ambiciones muy diferentes

Desierto. Imagen de Unsplash

Brasil, México, Argentina, Colombia y Chile, las cinco mayores economías de América Latina, encaran la ya inminente COP26, la Cumbre mundial del Clima que se celebrará en noviembre, con estrategias muy diferentes y ritmos muy distintos en materia de descarbonización.

Una cita internacional donde los diferentes Gobiernos tratarán de destacar, al desglosar qué están haciendo -y qué les queda- de cara a la reducción de emisiones y donde ya se están tejiendo alianzas entre países para despegar en los próximos años

Esta semana, quien ha pisado el acelerador es Chile, el mayor productor de cobre del mundo, que acaba de trazar una ambiciosa hoja de ruta encaminada a ser cero emisiones antes, incluso, que el conjunto de la Unión Europea.

En su caso, Chile tiene en su bagaje haber sido el organizador de la anterior cumbre, la COP25, que se celebró finalmente en Madrid por los problemas políticos que atravesaba el país. 

La ambición de Chile

Sin embargo, es ahora cuando ha desvelado su ambición climática para los próximos años. En su caso, plantea lograr la neutralidad en 2040 -la UE quiere conseguirlo en 2050- y conseguir un impacto positivo en cuanto al aumento de la biodiversidad una década después. 

Además, busca reducir el uso de agua en un 10 por ciento de cara a 2030 e impulsar la economía circular en la minería, uno de los pilares de su economía. En ella, el cobre lo seguirá siendo esencial porque prevé acelerar significativamente su producción.

El país presidido por Sebastián Piñera ve capacidad para elevar en un 57 por ciento la producción de cobre -una de las materias primas con más demanda actual y a corto plazo- en 2050 y comparado con los niveles que alzaba el país el pasado año. También aspira a diversificar su minería hacia otros materiales.

Pero ese propósito no exime de problemas inmediatos. Chile vive actualmente una huelga de los empleados de una de las principales compañías de fabricación de litio, filial de la estadounidense Albemarle, esencial para la fabricación de teléfonos móviles. Una situación que, en parte, recuerda a los problemas de abastecimiento que están viviendo otras industrias, como la automovilística, por la falta de microchips

Frente a las ambiciosas políticas de Chile, otras potencias económicas de América Latina son menos exigentes en metas de descarbonización.

Brasil va rezagada

El gran motor económico de América Latina, Brasil, no es precisamente el más activo en reducción de emisiones de CO2, pese a su inmenso potencial. Por ejemplo, el estudio ‘Una Nueva Economía para una nueva era’ pone de manifiesto que una rápida transición hacia una economía de bajo carbono podría impulsar su PIB en 2,8 billones de reales (cerca medio billón de euros) hasta 2030.

Sin embargo, el país encabezado por Jair Bolsonaro, tiene marcado el año 2060 como el ejercicio en el que lograr las cero emisiones, a la par con otros gigantes económicos, como China.

Sí tiene metas parciales, pero permanecen invariables desde hace años. Así, pretende reducir sus emisiones de gases con efecto invernadero en un 37 por ciento de cara a 2025; y un 43 por ciento en 2030, en comparación con los niveles que alcanzaba en 2005

Hay que recordar que Brasil está considerado el quinto mayor emisor de CO2 del mundo y  que la deforestación es su mayor fuente de emisiones, según Climate Action Tracker.

México, en la misma línea

Respecto a qué ocurre con México, básicamente, que anda rezagada a la hora de actualizar sus metas de reducción de emisiones. Tras la Cumbre de París, México marcó sus autoexigencias de reducción de emisiones, denominadas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés).

Su compromiso es rebajar en un 22 por ciento sus emisiones antes de 2030 en comparación con los niveles de 2013. 

Los datos, publicados por la Iniciativa Climática de México, indican que, para cumplir esa previsión el país no debería pasar de las 762 millones de toneladas en 2030, cuando, para 2025 se prevén 888 millones. 

“A finales de 2020, México cumplió con entregar una NDC ‘revisada’, pero no con incorporar una mayor ambición en materia de mitigación, tal como lo han venido haciendo en los últimos meses un número creciente de países”, explica esta organización en un informe de cara a la COP26

“Existe el riesgo de que nuestras emisiones en el sector energía aumenten incluso por encima de la línea base original que se había considerado cuando firmamos el Acuerdo de París”, apunta esta organización.

Argentina y Colombia mueven (diferentes) fichas

Quienes sí se han marcado nuevos retos son Argentina y Colombia. Respecto al primero, su meta final para las cero emisiones es 2050 y, de forma intermedia, aspira a rebajarlas en un 20 por ciento en 2030, tomando el año 2007 como referencia. 

Sin embargo, es un país excedentario en petróleo pero importador neto de gasolina por sus problemas de refino, y está dando pasos atrás en cuanto al uso de biocombustibles.

El Ejecutivo de Alberto Fernández aprobó en julio un nuevo Marco Regulatorio de Biocombustibles hasta 2030.

Este reduce del 10 al 5 por ciento la mezcla mínima obligatoria de biodiésel de aceite de soja en los combustibles diésel y puede rebajarlo al tres por ciento si se considera necesario para reducir los precios finales. 

En cambio, al mismo tiempo, está intentando impulsar el desarrollo de las energías renovables, que actualmente son menos del 10 por ciento de su mix energético. 

Mientras, Colombia lo que se marca son metas hasta 2030, que acaba de ampliar. De cara a ese año, su objetivo es reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 51 por ciento, frente al 20 por ciento que marcó tras la Cumbre de París. 

En Colombia, según indica WWF, el 36 por ciento de las emisiones son provocadas por la deforestación. Frente a ella, su nueva hoja de ruta exige limitarla a 50.000 hectáreas anuales. Como comparación, en 2019 alcanzó las 159.000.

De esta forma, la cumbre de Glasgow marcará este noviembre nuevas exigencias globales, si los gobiernos son capaces de ponerse de acuerdo, y en algunos países latinoamericanos, la exigencia por la ambición climática, es clara.

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