Euríbor: los problemas crecen

La clave para sobrevivir al euríbor será que los tipos de interés convivan con inflaciones controladas. De otro modo, las dificultades llegarán

Dormida estaba la inflación y dormidos estaban los tipos de interés. La primera despertó y los segundos la siguieron. No ha hecho falta que el Banco Central Europeo anunciara su intención de subir los tipos oficiales. Los mercados ya lo habían anticipado y el euríbor ya ha superado el 1 por ciento. El terreno de las rentabilidades negativas se quedó atrás en abril.  

Sin embargo, inflación y tipos de interés parecen actuar en estos tiempos como una pescadilla que se muerde la cola. Suben los tipos y, a pesar de ello, sigue aumentando la inflación, lo que obliga a los bancos centrales a subir más el precio del dinero. Y esta espiral, de momento, no tiene visos de cerrarse. 

Diferentes análisis apuntan a que los tipos de interés oficiales podrán llegar al 2 por ciento en 2023 en la eurozona y hasta el 4 por ciento en los Estados Unidos. La normalización financiera ha llegado, pero, en lugar de presentarse amable y progresivamente, ha tirado la puerta abajo y entrado como un torbellino. 

El BCE tiene una papeleta complicada, como casi todas las autoridades monetarias en la actualidad. Existen disrupciones globales que difícilmente pueden atajarse desde Fráncfort. Es la parte de la inflación que se debe a los costes. Sin embargo, el mandato obliga y es necesario actuar.  

El problema es que ese mandato aparentemente único tiene matices que el BCE ha intentado cuidar en los últimos tiempos. 

Entre otros, evitar problemas de fragmentación financiera, entendida de forma amplia como las distorsiones que generan condiciones de financiación heterogéneas entre los países de la eurozona.  

El programa de compra de deuda de los gobiernos ha sido uno de los elementos centrales de esa extensión de poderes y el pasado 15 de junio el Consejo de Gobierno de la institución monetaria tuvo que reunirse de urgencia porque las primas de riesgo de algunos países del sur estaban alcanzando cotas incómodas que podrían abultarse cuando las compras cesaran.  

Dialéctica insuficiente 

Se anunció un nuevo mecanismo anti-fragmentación, pero está pendiente su definición. Los mercados saben ahora que ese cortafuegos para el riesgo soberano llegará, pero la dialéctica es cada vez más insuficiente y el nerviosismo seguirá en tanto en cuanto el mecanismo no se concrete. 

Entre tanto, el euríbor sigue subiendo y lo hará más ahora que se ha confirmado una subida de tipos oficiales en julio y la posibilidad de realizar otras desde septiembre, de magnitud variable dependiendo de dónde se encuentre la inflación en ese momento.  

Los tipos oficiales de interés llegarán al 2% durante 2023 en la eurozona y al 4% en EEUU

Hay motivos para acoger con naturalidad la elevación de los tipos de mercado. Lo anormal ha sido lo vivido en los últimos 15 años. Toda una generación de jóvenes inversores no había conocido aún la normalidad financiera y ahora parecen faltar referencias para afrontarla tras estar tanto tiempo adormecida.  

Para los mercados está siendo un año complicado. Las subidas de tipos han ampliado el conjunto de posibilidades de inversión y han hecho que los inversores huyan de los activos de alto riesgo que eran casi el único lugar donde se encontraban rentabilidades atractivas. Lo sufren las tecnológicas. Lo padecen de forma amarga los criptoactivos.

El esperado cambio de composición en los activos (con mayor peso de valores más tradicionales como los de energéticas, telecos o bancarios) se está produciendo, pero a trompicones porque los conflictos geopolíticos y los riesgos macroeconómicos son importantes. 

Los efectos de la subida 

En el caso de los demandantes de crédito, las consideraciones sobre los efectos de la subida del euríbor son de naturaleza variada. Por un lado, es difícil pensar en tipos reales positivos durante un tiempo considerable, porque la inflación supera con creces los tipos nominales.  

Por otro lado, suben los costes del crédito, entre otros del hipotecario, pero la mayor parte de los contratos se están cerrando a tipo fijo (ya suponen el 48 por ciento del total de hipotecas vivas), lo que reduce la incertidumbre para el endeudado.  

Para los que mantienen sus hipotecas a tipo variable, las estimaciones apuntan a que, hacia finales de año, el coste medio de una hipoteca de 100.000 euros a 25 años pueda subir entre 800 y 1.000 euros anuales. 

El problema de la financiación empresarial 

En el terreno de la financiación empresarial, la subida de tipos de interés es un problema para las empresas más endeudadas. Sin embargo, las entidades financieras son cada vez más activas en crédito a empresas y, en particular, a pymes y con tipos nominales positivos puede ser más oportuno y atractivo ofrecer diferentes posibilidades de financiación empresarial.  

En todo caso, siempre es conveniente que el coste suba de forma progresiva y no a borbotones, algo que habrá que cuidar pero que dependerá mucho de las autoridades monetarias. Asimismo, hay un componente que siempre suma al coste de la financiación como es el riesgo país. Se traslada a los ratings y de la deuda pública a la privada, provocando costes aún mayores para financiarse.  

Aún es pronto para preocuparse por ello, pero la clave será que los tipos positivos convivan con inflaciones controladas porque, de otro modo, las aceleraciones continuarán y las dificultades de financiación llegarán. 

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