El año clave para poner orden en los datos de sostenibilidad

Este 2022 es un balón de oxígeno para que las empresas se adapten a las nuevas reglas que, de forma ya muy en serio, se impondrán el próximo ejercicio

Aunque las empresas pueden estar viviendo todas las iniciativas regulatorias en el ámbito de la sostenibilidad a ritmo vertiginoso, lo cierto es que el regulador está dosificando los cambios y marcando una serie de pasos progresivos que hagan digerible un cambio de modelo económico que ya se muestra imparable.

La dimensión de los cambios y la complejidad de los mecanismos a poner en marcha para producirlos, por un lado, y la urgencia de los objetivos a acometer por otro, es lo que proporciona esta doble percepción respecto a su velocidad.  

El ritmo es intenso, que duda cabe, pero esa intensidad y la aparente dispersión de normas no puede llevarnos al error de verlas como acciones aisladas cada una con su propio fin.

Como un puzzle del que no tenemos la foto de lo que aparecerá cuando lo completemos, necesitamos poner un determinado número de piezas para entender la imagen que emerge de la combinación de cada una de ellas.  

La dirección marcada por el Green Deal y el regulador se está encargando de guiar a entidades financiera y no financieras en los pasos necesarios a dar para llevar a cabo un proceso de transición que permita cumplirlo. 

La finalidad la conocemos, orientar el capital hacia un cambio de modelo económico, y mirando aún más allá, atraer capital global hacia las empresas europeas haciéndolas atractivas para el inversor desde su menor riesgo apalancado en la sostenibilidad.  

Estrategia de medio plazo

En esta estrategia de medio plazo, y mientras seguimos colocando piezas, el 2022 se convierte en el año clave para prepararse para lo que está por venir. Un balón de oxigeno para que empresas financieras y no financieras se ordenen en función de las nuevas reglas que regirán el mercado, el ordinario y el de capitales.   

Solo aquellos que lo aprovechen llegarán preparados para el momento en que la cosa se ponga seria de verdad. Esto sucederá a partir de 2023, momento en que empezaremos a vislumbrar con mayor claridad la integración de las distintas iniciativas, y como conforman un sistema de presiones mutuas que empujará a todos los actores del mercado hacia la sostenibilidad.

La Directiva de Finanzas Sostenibles (SFDR) y la de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) serán los paraguas bajo los que se articule este sistema.  

Pero volviendo a este año 2022, podemos identificar cuales son las piezas clave de esta preparación orquestada por el regulador. La primera de ella es el despliegue progresivo de la taxonomía, que tendrá distintos hitos durante este año.

El primero ya ha sido lanzado, y obliga a las empresas a publicar el porcentaje de su facturación, CapEx y OpEx vinculados a actividades incluidas como elegibles por el regulador (taxonomy eligibility report), tal y como recoge el artículo 8 del Reglamento de taxonomía y el acto delegado que lo desarrolla. Esta información tendrá que ser reportada en sus estados de información no financiera en 2022 sobre 2021.  

Los siguientes, ya anunciados, y que se sucederán durante el año son la publicación de los ‘technnical screening criteria’ de los otros cuatro objetivos medioambientales (…), y un primer enfoque de la taxonomía social. 

Por otro lado, también se espera para este año la publicación del primer set de estándares europeos que iniciaran un proceso de homogenización en el reporte por parte de las compañías.  

El acelerón de la taxonomía

Alejémonos para ver el puzzle que conforman las distintas piezas. A través de la primera de ellas, la taxonomía, se eleva la transparencia corporativa y se empuja a las empresas a trabajar planes de transición que eleven su grado de sostenibilidad. La segunda, los estándares europeos, homogenizan la información reportada facilitando la comparación entre empresas.

Esta posibilidad de comparación a su vez será acelerada por la taxonomía digital que permitirá etiquetar digitalmente conceptos clave del reporting.

Con este mayor grado de transparencia y la posibilidad de comparar la performance ambiental de las empresas, los actores del mercado financiero contarán con toda la información necesaria para valorar sus decisiones de inversión respondiendo a los requisitos establecidos por la última pieza, la regulación de finanzas sostenibles.  

Alcanzar esta visión estratégica requiere por tanto elevar la transparencia y facilitar la comparabilidad, y para lograrlo, las empresas financieras y no financieras, tienen que ser capaces de ir dando los pasos marcados por el regulador: ordenar sus datos en función de la regulación de taxonomía, integrar progresivamente su información financiera y no financiera desde una estratégica corporativa alineada con la sostenibilidad y llevar a cabo planes de transición que permitan evolucionar su modelo de negocio.   

La velocidad y la complejidad son dos elementos difíciles de combinar. Por eso este es un año de retos importantes, para las empresas y los que las acompañamos.

Es tentador quedarse en ir cumpliendo los mínimos o incluso esperar a ver cómo se van desarrollando las exigencias. Sin embargo, las empresas que sean proactivas, aquellos que los órganos consultivos denominan “early movers” estarán preparados de una manera que sus competidores difícilmente alcanzarán.  

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