Las trampas ESG del mercado de bonos

La fijación de objetivos ESG poco ambiciosos a la hora de emitir ciertos bonos sostenibles plantea dudas sobre las intenciones de las empresas a la hora de recaudar deuda

Novedades ESG

El incremento en la popularidad de las finanzas ESG sin duda está provocando que las empresas sean más consecuentes con su impacto ambiental y social.

En este auge, no obstante, también se están dando casos de empresas que maquillan sus informes para disimular sus vergüenzas en materia ESG, como se descubrió acerca de Amazon el pasado mes de agosto.

Es el conocido green washing, el disfraz que muchas empresas ponen a sus actividades para pretender que están contribuyendo a reducir la huella de carbono.

Y en el mercado de los bonos verdes y ligados a objetivos de sostenibilidad, esta práctica está a la orden del día.

Bonos sostenibles a menor coste que la deuda no-ESG

El gigante de la moda, Chanel, conocido por su icónico perfume y sus trajes de tweed, es una de los cientos de empresas que se mantienen al día respecto a los cambios de gustos globales.

En la actualidad, parte de ese proceso implica mostrar a los consumidores -y a los inversores- que está poniendo de su parte para combatir el cambio climático.

Por eso, cuando la empresa necesitó un préstamo hace dos años, recurrió a un nuevo producto financiero de moda: los bonos ligados a la sostenibilidad, o SLB, por sus siglas en inglés.

Los inversores que compraron los 600 millones de euros de bonos de Chanel también recibieron una promesa: si la empresa no cumplía ciertos objetivos climáticos, les pagaría millones de euros más. O en otras palabras, pagarían una penalización por no ser ecológicos.

Philippe Blondiaux, director financiero de Chanel, dijo en su momento que el acuerdo «era una gran manera de alinear nuestra estrategia de financiación con nuestra estrategia de empresa centrada en nuestros objetivos de sostenibilidad».

Pero tanto Chanel como otras empresas que venden este tipo de bonos, no están arriesgando mucho, puesto que consiguen fijar sus propios objetivos de sostenibilidad, lo que crea un incentivo obvio para que sean fáciles de cumplir.

Y la mayoría de los inversores, en lugar de insistir en que las empresas establezcan objetivos más exigentes, parecen darse por satisfechos siempre que la compra que hagan lleve la etiqueta de ecológico.

Por eso, la demanda de estos bonos supera en dos, tres y hasta cinco veces la cantidad ofrecida.

Ante este escenario, Bloomberg optó por analizar más de 100 bonos ligados a la sostenibilidad (SLB) por valor de casi 70.000 millones de euros, que fueron vendidos por empresas mundiales a inversores en Europa -el mercado más maduro para los productos financieros sostenibles.

El resultado del análisis reflejó que la mayoría de estos SLB están vinculados a objetivos climáticos que son débiles, irrelevantes o incluso ya se han alcanzado.

Una marca de objetivos pobres que, en consecuencia, y según los investigadores, deriva en que las empresas obtienen algo a cambio de nada: una financiación más barata y una mayor reputación ecológica, sin ningún esfuerzo real por cumplir los objetivos climáticos, y sin ninguna posibilidad de penalización financiera.

La trampa de Chanel

Un análisis más detallado del acuerdo con Chanel demostró que, de hecho, la empresa había cumplido un objetivo clave antes incluso de vender el bono a los inversores.

El bono exigía a Chanel que redujera sus emisiones indirectas, o de alcance 3 -básicamente las emisiones producidas por sus proveedores y clientes- en un 10 por ciento para 2030.

Sin embargo, los propios documentos de la empresa muestran que, cuando se emitió el bono, esas emisiones ya habían caído un 21 por ciento por debajo de la línea de base establecida en el contrato del bono.

Así que Chanel estaba consiguiendo pagar a sus prestamistas un tipo de interés más bajo por cumplir un objetivo que ya había conseguido.

Entonces, ¿por qué aceptaron los inversores?

Un portavoz de Chanel apuntó que la empresa aún estaba «ultimando los datos de 2019» cuando los inversores compraron el bono; o en otras palabras, no sabían que el objetivo ya se había alcanzado.

Y a ojos Ulf Erlandsson, antiguo gestor de carteras de bonos que ahora es director ejecutivo del Instituto de renta fija del Antropoceno, los inversores deberían exigir algo mejor, explicaba

«Yo diría: Eh, chicos, me estáis tomando el pelo. Os estáis pasando de listos», añadía.

Algunos inversores, eso sí, están empezando a expresar su frustración con los SLB. Stephen Liberatore, jefe de estrategias de inversión de impacto y ESG de renta fija en Nuveen LLC, señaló que «los objetivos pueden ser engañados».

Matt Lawton, gestor de carteras de T. Rowe Price Group Inc., criticó el uso de estos instrumentos en una entrevista a mediados de septiembre, asegurando que son un ejemplo de algunos de los «comportamientos más atroces» de Wall Street, y de los prestatarios corporativos que explotan la demanda de inversiones verdes.

Otros casos cuestionables

Chanel, cabe destacar, no es la única empresa cuyas prácticas ESG pueden quedar en duda. La mayor cadena de supermercados del Reino Unido, Tesco, también llevó a cabo una emisión de bonos que habría que poner entre paréntesis.

Las emisiones de Tesco se situaron en 76,4 millones de toneladas métricas en 2020. Como parte de su plan climático, que cuenta con la aprobación de un respetado organismo de control del sector, la empresa se comprometió a reducir las emisiones directas en un 60 por ciento para 2025, y las indirectas en un 17 por ciento para 2030.

Las emisiones directas, que incluyen las producidas por la empresa en sus edificios o en las centrales eléctricas que le suministran electricidad, no obstante, suponen apenas un 1,6 por ciento de su huella total de carbono.

El resto son las emisiones indirectas generadas por los proveedores o clientes de la empresa.

Así pues, los objetivos corporativos de Tesco cubren tanto las emisiones directas como las indirectas. Pero los objetivos de los bonos SLB de la empresa están vinculados únicamente a las emisiones directas, dejando fuera el 98,4 por ciento restante de su huella de carbono.

El último informe de sostenibilidad de Tesco muestra que, en 2021, de hecho, la empresa ya estaba a un 90 por ciento de cumplir su objetivo de emisiones directas para 2025.

En otras palabras, la empresa ya estaba a punto de cumplir su escasamente ambicioso objetivo, mientras redactaba los documentos de los bonos que presentó a los inversores.

La importancia del acceso de las empresas al mercado de deuda

Hasta la fecha, la mayor parte de la inversión ESG se está llevando a cabo en el mercado de valores.

Pero el mercado de bonos corporativos, con un tamaño de 22 billones de dólares y al que acuden empresas globales maduras como Chanel para pedir dinero prestado a los inversores, tiene un papel especialmente poderoso, porque las empresas dependen de la deuda mucho más que de las acciones.

La premisa tras instrumentos como los bonos verdes es que el dinero recaudado por este tipo de títulos debe gastarse en actividades específicas que ayuden a reducir las emisiones, como la construcción de centrales eléctricas renovables, o el aumento de la eficiencia de los edificios.

Incluso una empresa petrolera, por tanto, puede atraer a los inversores de ESG, si destina el dinero de los bonos verdes a los objetivos adecuados. Y esta es una de las razones por las que el mercado creció tan rápidamente.

Pero como las empresas no pueden recaudar dinero con bonos verdes a menos que planeen utilizarlo para un proyecto verde específico, los SLB acudieron al rescate.

Porque con estos bonos, las empresas pueden recaudar dinero para cualquier propósito, provocando que se convierta en algo digno de ESG incluso vincular el tipo de interés del bono (o el cupón) a objetivos de sostenibilidad más amplios. Y si la empresa no cumple los objetivos, tiene que pagar un tipo de interés más alto (normalmente un 0,25 por ciento adicional).

Una interpretación más abierta de a qué deben dedicar las empresas los beneficios obtenidos de estos bonos, que permiten casos como los de Chanel o Tesco, y plantan minas de credibilidad en el corazón de las finanzas sostenibles.

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