Consideraciones ESG de las elecciones en Brasil

Las elecciones brasileñas se observan con preocupación desde un prisma de la inversión ESG que, sin embargo, queda relegada frente a las preocupaciones económicas del país

Las elecciones entre Bolsonaro y Lula, y sus implicaciones para la inversión ESG

Las elecciones de Brasil cobraron un especial interés global este año debido, principalmente, al choque ideológico entre la continuidad de un Jair Bolsonaro claramente escorado a la derecha, y el regreso de un Lula da Silva que hizo suya la bandera progresista que en los últimos años se está extendiendo por toda Latinoamérica.

La elección de uno y otro candidato, sin embargo, también será clave para marcar el rumbo previsto para las el ecosistema de inversiones ESG de un país que, además de ser la primera potencia económica de Sudamérica, es el mayor exportador de muchos de los productos básicos más comercializados del mundo, como el café, el zumo de naranja, la carne de vacuno y la soja.

Unos productos que, en muchos casos, se producen a costa de un desgaste de la selva amazónica que hace saltar todas las alarmas a nivel mundial.

Inversión ESG… ¿Sin una economía sostenible?

Más del 40 por ciento de Brasil está cubierto de selva tropical. Es el país más boscoso y con mayor biodiversidad del mundo, el anfitrión de un ecosistema que almacena más carbono en la superficie que cualquier otro.

Si se sigue cortando y quemando esa cubierta forestal del país al ritmo actual – la deforestación en la Amazonia brasileña alcanzó un récord en el primer semestre -, para transformar el ecosistema en ranchos de ganado y granjas de soja, Brasil empeorará dramáticamente el calentamiento global, con consecuencias desastrosas.

«Durante este gobierno, hemos visto definitivamente que la tendencia a la destrucción se ha acelerado», explicó Elena Shevliakova, que crea modelos climáticos para la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos.

«Cuanto antes se detenga esta tendencia, mejor, si se quiere tener alguna posibilidad de recuperación de los bosques», añadió.

Lo curioso es que los datos y augurios respecto a los nubarrones climáticos que pueden cernirse sobre Brasil, llegan en un año en que el país sudamericano refrendó su candidatura como uno de los territorios de moda respecto a su credencial sostenible, y en el que muchos inversores confían como referente de la inversión ESG en Latinoamérica.

La pregunta consecuente, por tanto, es si Brasil podrá retener este atractivo como mercado de destino para la inversión ESG, si su próximo presidente no centra sus esfuerzos en que la realidad de su economía cumpla con estos criterios de sostenibilidad.

La dificultad de compaginar la economía del presente con la inversión de futuro

El problema de esta disyuntiva es que, si bien el mercado de inversión ESG puede mirar con preocupación a las elecciones brasileñas, para muchos brasileños -especialmente para los 23 millones de personas que viven en la Amazonia y sus alrededores- el cambio climático es un problema teórico.

O a lo sumo uno para el futuro, mientras que la madera y las tierras cultivables de la selva tropical representan sus fuentes de financiación actuales.

Bolsonaro, además, se encargó durante su legislatura de recordar este principio, mandando un mensaje de que sin la tala de bosques, no habrá oportunidades de crecimiento para Brasil,

Desde que asumió el cargo en 2019, el actual presidente protegió y promovió los derechos de los ganaderos y agricultores que han talado árboles para criar ganado y sembrar cultivos que se venden en todo el mundo, provocando este récord de deforestación registrado en el primer semestre de 2022.

Lula, en cambio, dice que como presidente reducirá la tala y promoverá la protección del medio ambiente. El expresidente, asimismo, es muy consciente de la atención que el capital extranjero presta a todo lo relacionado con los objetivos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo.

«Aunque la Amazonia es territorio soberano de Brasil, la riqueza que produce tiene que ser utilizada por todos los habitantes del planeta Tierra», dijo Lula durante una reciente parada en la región amazónica.

De hecho, la mayor parte de la presión para que se deje de quemar la Amazonia viene de fuera de Brasil.

Noruega, que en 2019 se unió a Alemania para protestar contra las políticas de Bolsonaro suspendiendo los pagos al Fondo Amazónico, una iniciativa internacional de conservación, apuntó recientemente que reanudaría las contribuciones si la política del gobierno cambiara.

Y es que las empresas brasileñas, especialmente las productoras de materias primas, a menudo cotizan con descuento, en parte debido a la reputación del país como pésimo administrador del medio ambiente.

«Lula está incorporando las cuestiones medioambientales a su plataforma de una manera que nunca hizo en ciclos de campaña anteriores», señaló Christopher Garman, director gerente para las Américas de Eurasia Group.

«Se está agarrando a ello para señalar al sector privado que aquí hay oportunidades, y si acierta con esta cuestión, Brasil podría beneficiarse de un ciclo de inversiones», añadió.

Pero los grandes inversores ESG globales no votan en las elecciones brasileñas, y grandes terratenientes que sí lo hacen, como Carlos Magno Campos, dejaron claro sus sentimientos adversos hacia Lula, afirmando que lo perdió todo en 2007, cuando el MST, un movimiento político marxista, le quitó sus tierras.

Para Magno Campos, Lula es un criminal y Bolsonaro, un héroe. «Las grandes explotaciones son las que sostienen a Brasil», aseguró.

«¿Por qué en países donde todo el mundo camina sobre el cemento y vive entre el hormigón, sentado en sus lujosos sofás, dicen que tenemos que preservar todo este bosque sin compensación?».

Si Bolsonaro gana, la deforestación y la extracción ilegal de oro parecen estar destinadas a expandirse.

Lula, en cambio, parece decidido a tomar medidas para frenar la quema y ganarse la confianza de los inversores en el extranjero.

Para ello, sin embargo, tendrá que modular como actúa frente a un sector de la economía, el de la agricultura, que en los tres últimos años aumentó un 8 por ciento su participación en el producto interior bruto brasileño, pasando del 20 al 28 por ciento del mismo, según la Universidad de São Paulo.

Y tendrá que hacerlo, si gana, siendo consciente de que en estos últimos años los brasileños también vieron como su nivel de vida se fue erosionando por una inflación galopante, y la disminución de los servicios públicos.

Unos factores que pueden pesar más que las preocupaciones ESG del mercado de inversión global.

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