La sequía, que afecta ya al 47 por ciento del territorio europeo —agravando aún más la crisis energética—, está haciendo que los inversores vuelvan a poner el foco de atención en la importancia del agua. A nivel particular, pero también como temática de inversión de largo plazo. 

Y es que el acceso a este bien amenazado por los episodios de calor extremo y la falta de precipitaciones es fundamental para la sociedad pero también para el desarrollo económico.