En una sala de conferencias bajo la pirámide de cristal del Museo del Louvre de París, Bernard Arnault se mostró visiblemente molesto. El multimillonario y CEO del mayor grupo de lujo del mundo se enfrenta a una caída sin precedentes de la demanda en China y a la amenaza de aranceles estadounidenses. Todo ha desplomado las acciones de su empresa y lo han relegado del primer al noveno puesto entre las personas más ricas del mundo. Pero esa mañana de abril, el descontento de Arnault se centraba en la música de ascensor que sonaba mientras los inversores entraban en tropel a la junta de accionistas de LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton SE.

"Disculpen, tenemos la misma música del año pasado, que personalmente no me parece genial", se quejó el magnate, un pianista clásico. Mientras una risa incómoda llenaba la sala abarrotada, le pidió a un ejecutivo que estaba en el podio que se asegurara de que no se escuchara en la reunión del próximo año.