La sostenibilidad también necesita corazón: por qué la ESG no puede basarse solo en datos

El profesor Valentin Held defiende un modelo de gobernanza que combine razón y emoción para reforzar la motivación humana detrás del impacto sostenible

Valentin Held

Valentin Held.

  • Por qué importa: La reflexión sobre el papel de las emociones en la sostenibilidad corporativa gana espacio entre académicos y directivos, que abogan por equilibrar la medición técnica del impacto con una visión más humana de la gobernanza.
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La responsabilidad social corporativa —o ESG—, ese compromiso voluntario que asumen las empresas para generar un impacto positivo en la sociedad y el medioambiente, ha evolucionado de forma notable en los últimos años. La tendencia dominante ha sido profesionalizar su gestión, con un énfasis creciente en la medición de resultados y el análisis de datos.

Sin embargo, crece la idea de que no conviene eliminar por completo la dimensión emocional de las decisiones relacionadas con la sostenibilidad.

El papel de las emociones en la ESG

Así lo plantea Valentin Held, profesor de sostenibilidad en ESCP Business School, en una entrevista con el pódcast Social Investor.

«Los mecanismos de gobernanza corporativa tradicionales se basan en una perspectiva un poco pesimista de la naturaleza humana, centrada en el propio interés y la codicia. Aunque eso es un hecho —y por eso necesitamos esos mecanismos para alinear objetivos e incentivos—, hay investigaciones que demuestran que los incentivos extrínsecos pueden ser contraproducentes si lo que queremos es aumentar la motivación intrínseca», explicó Held.

Un nuevo modelo de gobernanza del impacto

El profesor considera necesario entender mejor cómo potenciar la parte positiva de la naturaleza humana, esas ganas de ayudar, y reflejarlo en los sistemas de gobernanza del impacto social. Su propuesta pasa por incorporar el discernimiento como herramienta de rendición de cuentas dentro de la gobernanza ESG.

Según Held, combinar de forma consciente razón y emoción permite abordar con más equilibrio la doble meta que define a la sostenibilidad corporativa: el rendimiento financiero y el impacto positivo.

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