Sí a la transición energética, pero barata y segura

Los europeos son proclives a acelerar la transición energética, siempre que esta sea barata y segura

Transición energética

Los consumidores europeos están a favor de adoptar el uso generalizado de energías renovables para acelerar la transición energética, pero ponen por delante dos condiciones: que estas deben resultarle baratas, y que deben asegurarles el suministro sin sobresaltos como el ocurrido esta misma semana en Reino Unido, donde algunos domicilios tuvieron que frenar la demanda de electricidad para cubrir el vacío dejado por la caída de la generación eólica.

Así se desprende, al menos, del informe publicado por Funcas y titulado Energía y sociedad: perspectivas sobre la transición energética en tiempo de crisis.

Un informe donde el think tank pretende «contribuir al debate público español, para que se tengan en cuenta perspectivas ignoradas, como la opinión y el comportamiento de la ciudadanía, a la que afectan crucialmente las decisiones en esta materia», y en el que concluye:

«En conjunto, el collage de evidencia mostrado sugiere la existencia de un público favorable a las energías renovables, siempre que sean baratas o muy baratas – en el marco de unas preferencias energéticas que resaltan la seguridad del suministro, el cuidado por el medio ambiente y el mantenimiento del nivel de vida».

La transición energética puede afectar a la prosperidad si no se mide bien su impacto

Si hace unos días era Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, quien denunciaba que «Europa está fracasando en su transición energética» al olvidar el mantenimiento de la seguridad del suministro y su asequibilidad para centrarse exclusivamente en la sostenibilidad del mismo, esta vez fue Funcas quien alertó sobre el peligro de olvidar los dos primeros factores.

El centro de análisis, asimismo, dejó entrever que la puesta a punto de la transición energética hecha desde las instituciones, se hizo sin tener siempre en mente el efecto de la misma sobre la ciudadanía.

«Aunque el consenso social acerca de la necesidad de una transición hacia una sociedad mucho más descarbonizada es amplio, no hay acuerdo, ni en España ni a escala global, sobre cómo debe llevarse a cabo», advertían desde el observatorio de análisis.

Una advertencia hecha sobre la base de que «el paso hacia la neutralidad en carbono requerirá cambios muy sustanciales en muchos ámbitos de la vida cotidiana, desde el transporte hasta la vivienda, pasando por la alimentación».

Y una tesitura en la que, de acuerdo a los expertos de Funcas, «no cabe imaginar una transición energética sin ganadores o perdedores». Y tampoco sin que, «al menos durante un tiempo, se resienta la prosperidad».

Por ello, el análisis del centro de información español apuntó que una transición energética acelerada puede afrontar «resistencias políticas dentro de cada sociedad, y conflictos por el reparto de costes entre unos y otros países miembros de la Unión Europa«.

Impulsar la transición energética como forma de reducir la desigualdad

Ante la previsión de que la aceleración poco planificada de la transición energética deje un escenario de desigualdad y descontento, el informe de Funcas dejó una reflexión clara, afirmando:

«Claro que debemos seguir abordando el problema del cambio climático, pero también continuar recordando que hay muchos otros problemas, como la pobreza, la falta de atención sanitaria, de alimentos, de educación y de paz, que asimismo exigen nuestra atención».

Por estos motivos, los expertos del centro de análisis sugirieron que el debate de la transición energética se puede estructurar «mediante políticas climáticas inteligentes, con impuestos sobre el CO2, innovación verde, adaptación e investigación en geoingeniería».

Y es que, según argumentaron los estudiosos a cargo del análisis, si se gasta «de manera inteligente», también se dispondrá «de más recursos para asegurarse de aumentar la prosperidad en todo el mundo de muchas otras formas, ayudando a los bangladesíes a convertirse en holandeses más acomodados«.

«De este modo, aumentaría su capacidad de afrontar el cambio climático e implementar políticas climáticas inteligentes. Y les ayudaría decisivamente a hacer frente a todos sus otros retos, no solo arreglando el problema del cambio climático, sino arreglando el mundo», concluyó parte del informe elaborado por Funcas.

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