Ciudades: otra mirada hacia la descarbonización y la independencia energética

Las ciudades son las principales contribuyentes al cambio climático. Ocupan el 3% de la superficie del planeta, pero son responsables de hasta el 80% del consumo de energía y de cerca del 70% de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, según la ONU. ¿Qué implicaciones tiene esto?

El verano está a punto de finalizar y la reciente DANA nos lo recuerda. Sin duda, el telón de fondo de este verano han sido las altas temperaturas que hemos soportado.

Julio fue el mes más caluroso de todos los que se tiene registro a nivel mundial, según la NASA. Desafortunadamente, este hecho no se puede interpretar como algo ocasional: los cinco julios más calurosos desde 1880 se han producido en los últimos cinco años.

El récord de calor registrado en julio es la última manifestación de un aumento de temperatura a largo plazo, el cual se relaciona con un incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) derivadas de la actividad humana.

A su vez, estas olas de calor extremo, cada vez más frecuentes e intensas, provocan mayor actividad humana para sobrellevarlas. Así, en España la venta de aparatos de aire acondicionado creció interanualmente en julio un 18 por ciento, alcanzando cifras récord e impulsando el mercado de climatización residencial, que tiene la previsión de duplicar, en algunas categorías, el crecimiento del año pasado como recoge la Asociación de Fabricantes de Equipos de Climatización (AFEC).

La climatización está cobrando cada vez más interés en nuestra sociedad, tanto por la necesidad de lograr más confort como por su coste económico asociado al consumo de energía.

Implicaciones ambientales y económicas

Según AFEC, a nivel doméstico la climatización representa el 60 por ciento de la factura energética, superándose en el sector comercial y alcanzando valores del 75 por ciento en el caso de los hoteles. Hay implicaciones ambientales, pero también económicas.

Se vuelve urgente cambiar la forma en que generamos nuestra energía, construimos nuestros edificios, calentamos, enfriamos e iluminamos nuestras oficinas y hogares.

No es de extrañar, por tanto, que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), planteados por Naciones Unidas para lograr el desarrollo sostenible, sea lograr ciudades y comunidades sostenibles (ODS 11).

Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, en Europa los edificios representan el 42 por ciento de la demanda energética, seguidos del transporte (28 por ciento) y del industrial (26 por ciento).

La energía térmica, aportada para la calefacción y el agua caliente, representa el 78 por ciento del consumo total de energía en los hogares, donde más de la mitad de la energía es producida por la quema directa de combustibles fósiles. ¿Qué implicaciones tiene esto?

· Ambientales, por supuesto, y por ello, se está impulsando la producción y consumo de electricidad renovable.

· Geopolíticas, relacionadas con la seguridad e independencia energética, puestas de manifiesto por la invasión de Ucrania o más recientemente por las restricciones de Arabia Saudí a la producción de crudo.

· Sociales, asociadas al encarecimiento continuo de la energía lo que a su vez repercute en el incremento de la pobreza energética, que, en España, afecta a 3 millones de hogares y a multitud de Pymes.

Implicaciones que cobran mayor calado si se tiene presente que el 75 por ciento del parque edificado europeo es energéticamente ineficiente. Es decir, una gran parte de la energía utilizada se desperdicia.

Objetivos del Pacto Verde Europeo

En línea con los objetivos del Pacto Verde Europeo, España debe rehabilitar 1,2 millones de viviendas antes de 2030 y alcanzar los 7 millones de cara a 2050, además de apostar por la construcción de nuevas edificaciones sostenibles.

Si esa rehabilitación, además de medidas de eficiencia (focalizadas especialmente en reducir consumos, aislamientos, revestimientos…) implicase una transformación del modelo de suministro, permitiendo que los edificios volcasen energía a la red… ¿no estaríamos dando respuesta a la descarbonización tanto en el uso final como en la producción de energía?

Teniendo presente la otra gran transformación en la que estamos inmersos, la digital, la transición energética debería partir de una reflexión de todo el modelo y ciclo de vida asociado a la energía.

Así como la primera transformación no significó mantener los procesos analógicos de forma digital, la transformación energética no debería centrarse en adaptar los modelos energéticos tradicionales, sino en cuestionarnos el modelo completo: ¿Quién provee la energía? ¿de qué manera? ¿para qué?

Me explico. Actualmente el foco de la acción e inversión es transformar la energía eléctrica en renovable. Hemos visto que la mayor demanda de energía a nivel mundial viene por los edificios, sin embargo, sólo el 23 por ciento de la demanda energética de estos es eléctrica, mientras que ¡el 78 por ciento es de naturaleza térmica!

Lo que todavía agrava más la situación, casi la mitad de la energía eléctrica consumida por los edificios se usa para climatizar, es decir, ¡se transforma en térmica!. ¿Estamos siendo eficientes a nivel global produciendo energía eléctrica renovable, en muchos casos solar (fotovoltaica / térmica), transformarla a eléctrica y transportarla, para después convertir casi el 90 por ciento en energía térmica? ¿Quién está ganando con esta transformación? ¿Hay alternativas a este modelo?

La primera casa desconectada de la red eléctrica

Buscando la respuesta a esta reflexión he tenido la oportunidad de conocer la primera casa desconectada de la red eléctrica en clima atlántico, ubicada en … ¡Asturias! esta desconexión no ha supuesto vivir peor, sino todo lo contrario, en equilibrio con el medio ambiente, mejor salud por menor contaminación y ¡con un coste de energía cero!

En esta casa, gracias únicamente a la luz del Sol y mediante tecnologías de baja entalpía, se satisfacen todas las necesidades energéticas de luz, climatización, agua caliente, electrodomésticos, climatización de una piscina exterior e incluso más de 12.000 Km anuales de un coche eléctrico. Así, ya durante casi tres años, sin ningún tipo de problema incluso en los meses de diciembre y enero.

Es cierto que se trata de una casa nueva, que va más allá del modelo de Passive House, pero no es menos cierto que la ingeniería que la ha desarrollado ha transformado también un chalet adosado en La Fresneda (Oviedo) y que la Fundación Asturiana de la Energía ha realizado un informe donde se muestra cómo es posible transformar una vivienda energéticamente ineficiente, de calificación E, en una vivienda energéticamente positiva, es decir, genera e inyecta a la red más energía de la que consume. Y no sólo eso, ha aumentado también su resiliencia ante fluctuaciones en el precio de energía.

La energía renovable juega un papel fundamental en la respuesta política a las dos crisis actuales que afectan a la población y, por ende, a ciudades y países: energía e inflación.

En 2022 se introdujeron dos importantes paquetes de políticas: el plan REPowerEU de la Comisión Europea y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) en los Estados Unidos. Ambos paquetes tienen como objetivo estimular el crecimiento económico a través de programas de subsidios que se centran, entre otras cosas, en la producción y el uso de energía renovable, al mismo tiempo que impulsan la industria local.

¿Cómo se canalizan las inversiones?

La situación expuesta debería hacernos pensar en cómo se están canalizando las inversiones para esa transición, ¿se busca la transformación al menor coste posible, a nivel social y ambiental, o, más bien, estamos asegurando la perpetuidad del modelo tradicional bajo el color verde?

Así, según en 2021 según REN21, a nivel mundial, sólo 26 países contaban con medidas regulatorias o incentivos para calefacción y climatización renovables versus a los 156 que contaban con estas medidas en electricidad renovable.

¿Si el consumo energético de las ciudades las pone en el centro del problema, por qué no convertirlas en el centro de la solución? Rehabilitar el parque edificado existente y lograr viviendas energéticamente positivas es posible, reduciendo así la demanda de energía eléctrica de las ciudades y aumentando tanto su independencia como su seguridad energética. Se puede dar respuesta al Pacto Verde convirtiendo a los hogares en protagonistas en vez de sujetos pasivos que deben financiar esta transición.

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