Uniendo los puntos que nos llevan a la descarbonización de la movilidad

La apuesta decidida por la electrificación de la movilidad está siendo cuestionada en diversos frentes, poniendo en riesgo el cumplimiento de los objetivos establecidos para alcanzar las cero emisiones netas a mediados de siglo.

El mercado global de coches eléctricos ha experimentado un crecimiento notable, respecto 2022, superando los 14 millones de unidades vendidas.

Sin embargo, hay señales de agotamiento, tanto a nivel de demanda como de oferta. A finales del año pasado directivos de marcas emblemáticas de la industria automovilística declaraban que el coche eléctrico no funcionaba.

Esto ha llevado a empresas como General Motors, Ford, Tesla, Toyota, Mercedes-Benz o Volkswagen a replantearse los objetivos de fabricación y el precio de venta, reconociendo que no existe una base de clientes lo suficientemente grande como para impulsar la demanda y rentabilizar las inversiones.

Como muestra de esta ralentización, las ventas disminuyeron en enero de este año un 26 por ciento versus diciembre de 2023, resintiéndose por los recortes de subsidios o el establecimiento de reglas más estrictas en Alemania y Francia, así como por el descenso de las ventas en China, según la firma Rho Motion.

Otra señal, que no hay que pasar por alto, es que compañías líderes en alquiler de vehículos como Hertz están dando marcha atrás reemplazando los vehículos eléctricos de su flota en Estados Unidos, unos 20.000 coches, por vehículos de gasolina.

Decisión que sorprende una vez que la compañía se había marcado el objetivo de electrificar el 25 por ciento de la flota a fin de 2024. Esta marcha atrás obedece a mayores riesgos en caso de accidente, debido al peso del vehículo y a la inestabilidad de las baterías; mayores daños y, en consecuencia, una prima más alta de los seguros.

Los mecanismos que impulsan esta transición

Todo lo anterior debería llevar a replantearnos las características tecnológicas y los mecanismos de innovación que están impulsando esta transición.

Los marcos regulatorios que buscan eliminar el motor de combustión en un futuro próximo, las subvenciones, incentivos fiscales o simplificación de trámites en la que se está trabajando para contar con una infraestructura de recarga que evite situaciones como las vividas en España esta Semana Santa, son, sin duda, grandes herramientas para impulsar la transición hacia una movilidad sostenible.

La pregunta que debería impulsar la innovación es, ¿estamos utilizando de forma eficiente los recursos y analizando todos los impactos derivados de esta nueva forma de movilidad, o bien, es una carrera hacia adelante donde cada pieza del puzzle busca rentabilizar las inversiones realizadas, sin considerar la foto de conjunto?

No hay que olvidar que las tecnologías de energías limpias, entre las que se incluye el coche eléctrico, requieren más recursos minerales que las soluciones tradicionales.

La extracción de minerales presenta impactos ambientales significativos, como la degradación del suelo, la contaminación del agua y la destrucción de hábitats naturales. Fabricar un vehículo eléctrico requiere seis veces más de minerales que uno de combustión. No sólo es la cantidad de minerales por vehículo o megavatio, sino que el número de minerales necesarios también se multiplica.

En un vehículo de combustión se usan especialmente manganeso y cobre, mientras que en uno eléctrico se precisan, además, minerales críticos como litio, níquel, cobalto, grafito y tierras raras.

A medida que la transición energética avanza, las tecnologías de energía limpia se están convirtiendo en el segmento de demanda de minerales de más rápido crecimiento.

Según la OCDE, en el periodo 2010-20, la producción de litio creció más del 200 por ciento y el comercio asociado a este mineral se incrementó más del 400 por ciento. Además, el precio del carbonato de litio pasó de 8.500 dólares/ tonelada en 2020 a 81.000 dólares/ tonelada en 2022.

Los vehículos eléctricos y las baterías para el almacenamiento de energía ya han desplazado a la electrónica de consumo convirtiéndose en los mayores consumidores de litio. Así mismo, se prevé que en 2040 superen al acero inoxidable como el mayor usuario de níquel.

Cambios en los patrones de comercio

Como consecuencia de esta transición hay cambios en los patrones de comercio desplazando a los países y empresas que tradicionalmente extraen y refinan combustibles fósiles, por otras dedicadas a la extracción de minerales procesamiento de los mismos y construcción de componentes para energías limpias.

Hasta ahí bien, nada extraño. Es algo natural asociado a la evolución de los negocios. Lo que debería invitar a la reflexión es que, en el caso de los minerales críticos, su procesamiento está prácticamente concentrado en un país: China, lo que pone en juego la resiliencia de estas tecnologías y tensiona el tablero geopolítico.

Aunque China no extrae la mayoría de los minerales críticos en su territorio, posee una enorme parte de la capacidad de procesamiento intermedio alcanzando más del 65 por ciento de todo el refinado químico, el 80 por ciento de la fabricación de cátodos, el 93 por ciento de la fabricación de ánodos y el 79 por ciento de la fabricación de celdas para baterías.

Esta situación, unida a un crecimiento esperado todavía mayor de energías limpias, lleva a buscar nuevas fuentes de estos minerales y diversificación de la cadena de suministro. El foco actual es la minería en aguas profundas, entre 4.000-6.000 metros de profundidad.

Se estima que el 96 por ciento del cobalto, el 84 por ciento del níquel y el 79 por ciento del manganeso se hallan en yacimientos submarinos. Buenas noticias para la electromovilidad, no tanto para el medio ambiente.

La minería en este entorno es mucho más compleja, conlleva el uso de robots operados desde buques mineros, al tiempo que se presta a una mayor opacidad para ocultar los impactos derivados de la recolección de los nódulos polimetálicos del fondo marino. Entre ellos la destrucción de un lecho que ha tardado miles de años en generarse, alterando un ecosistema del que se conoce poco y su consecuente impacto en la biodiversidad.

Noruega es el primer país del mundo que ha autorizado la explotación minera en sus aguas con fines comerciales, mientras se está debatiendo cómo proceder en aguas internacionales. La Autoridad Internacional del Fondo Marino lleva más de dos años trabajando para desarrollar un marco que regule este tipo de explotaciones, a pesar de que ya se han concedido 30 licencias de exploración, cinco de ellas a China, más que ningún otro país.

Las ventajas de China

Se prevé que esta autoridad dé el visto bueno en 2025. Cuando eso suceda, China tendrá derechos exclusivos para excavar una superficie del lecho marino internacional, de aproximadamente del tamaño del Reino Unido. Esto le da a China una poderosa ventaja, pudiendo manejar el desarrollo de las tecnologías abriendo o cerrando el grifo de los minerales, tal y como ocurrió en julio de 2023 con la guerra de los microchips.

El Parlamento Europeo y países como Alemania, Chile, España y algunas naciones insulares del Pacífico se han unido a decenas de organizaciones para pedir una moratoria sobre este tipo de minería.

Empresas como BMW, Microsoft, Google, Volvo y Volkswagen se han comprometido a no comprar metales de aguas profundas hasta que se analicen los impactos ambientales.

Llegados a este punto, podemos deducir que la minería en aguas profundas es algo que se producirá en el corto plazo, la cuestión es ¿por qué centrarnos en una tecnología que está siendo cuestionada y pone en riesgo los ecosistemas, la seguridad y la independencia energética? ¿está todo permitido en nombre de la transición energética?

Las principales marcas de automoción han realizado grandes inversiones, catalogadas como verdes o taxonómicas, para adecuar las factorías a la fabricación de coches eléctricos.

La búsqueda de la rentabilidad del capital invertido dificulta poner el foco en otras tecnologías que contribuyan a garantizar la independencia energética y la seguridad nacional. Sin embargo, parece que hay vientos de cambio.

A finales de marzo, la Unión Europea ha dado vía legal para continuar con la venta de vehículos de combustión, inicialmente prohibida a partir de 2035, siempre que usen combustibles sintéticos permitiendo así su uso sine die, dando un fuerte impulso a la fabricación de combustibles de cero emisiones.

Esto es una clara señal de que en movilidad no hay una solución única. La mejor respuesta es, en realidad, una mezcla de distintos tipos de vehículos que permita un uso eficiente de los recursos, limitando las dependencias de minerales y reduciendo los residuos. Residuos que, por cierto, nos están ahogando y, por los que, de momento, muy pocos compiten.

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