Por qué es difícil eliminar el problema energético del bitcoin

El consumo energético del bitcoin se está disparando. Los mineros consumen ahora menos energía renovable que hace un año, a pesar del veto de países como China a la criptomoneda

¿Puedes amar al bitcoin y al medio ambiente al mismo tiempo? Los mineros, cuyos ordenadores de alto rendimiento funcionan día y noche para procesar transacciones, marcan el devenir de la criptomoneda más negociada en el mundo. 

Su consumo energético se está disparando, algo que está alarmando cada vez más a los activistas ambientales, Gobiernos y otros grandes consumidores. 

China ha prohibido minar bitcoins, mientras que el multimillonario Elon Musk no aceptará la divisa como forma de pago para comprar los coches de Tesla hasta que los mineros consuman, al menos, un 50 por ciento de energía renovable. Con muchos aún ‘enganchados’ a la electricidad procedente de los combustibles fósiles, va a ser una tarea difícil. 

¿Cuánta energía está involucrada? 

El consumo anual energético estimado del bitcoin se disparó desde una tasa de 6,6 teravatios/hora (TW/h) a principios de 2017 hasta 138 TW/h a principios de 2022, una cantidad mayor que la de un país como Noruega, según datos  del Cambridge Centre for Alternative Finance. En cuanto a su huella de carbono, Digiconomist sitúa las emisiones anuales de la minería de bitcoins en 114 millones de toneladas de dióxido de carbono, comparables a las de Bélgica. 

¿Por qué necesita tanta energía?

Los mineros más grandes tienen operaciones con decenas de miles de ordenadores en almacenes que parecen centros de datos. Los cálculos que realizan se utilizan para verificar transacciones dentro de la red blockchain, y su finalización desbloquea nuevos bitcoins. 

La complejidad de los cálculos aumenta a medida que crece el número de mineros. La potencia necesaria tocó un récord a principios de 2022, lo que obligó a los mineros a invertir en ordenadores aún más potentes y granjas de servidores más grandes para mantener competitividad. Los defensores de la criptomoneda dicen que todavía solo usa una pequeña proporción del consumo mundial de electricidad, menos de lo que se necesita para alimentar las luces navideñas del mundo.

¿Están los mineros tratando de reducir su huella de carbono? 

Sí. Algunos utilizan el excedente de gas natural que, de otro modo, sería «quemado», para generar energía. Otros han puesto paneles solares encima de sus servidores o han llegado a acuerdos para obtener energía nuclear baja en carbono.

Muchos se han instalado en lugares como el norte del estado de Nueva York, Canadá, Islandia y Noruega, donde hay una gran cantidad libre de emisiones de energía hidráulica o eólica. Eso está motivado tanto por el interés propio como por la preocupación por el clima, que hace que la energía renovable tienda a ser más barata que otras fuentes. 

¿Están reduciéndose las emisiones? 

Es difícil de contabilizar. La prohibición de China en junio del año pasado privó a los mineros de la abundante energía hidroeléctrica del país y los envió en busca de cualquier energía más económica y de confianza. 

Algunos se instalaron cerca de fuentes renovables en los Estados Unidos. Otros aparecieron en lugares como Kazajstán, donde los combustibles fósiles siguen dominando el mercado energético. 

Sin embargo, un estudio publicado por la revista de investigación Joule en febrero sugirió que el impacto ambiental de bitcoin ha empeorado desde la medida de China, con la proporción de energías renovables utilizadas para impulsar la caída de la red de más del 40 por ciento en 2020 a aproximadamente 25 por ciento en agosto de 2021. 

¿Qué están haciendo los gobiernos? 

En algunas partes del mundo que disfrutan de excedentes de energía renovable, los mineros siguen siendo bienvenidos. Texas, por ejemplo, está tratando de atraer a un mayor número para que actúen en respuesta a la demanda para igualar la producción eólica.

En otras regiones, son vistos como una amenaza. La prohibición china fue una respuesta a un déficit energético que obligó a racionar la electricidad abastecer y cortar la producción industrial. Kazajstán, un importante productor de bitcoins, impuso límites a la industria tras enfrentarse a su propia escasez energética. 

El regulador financiero de Suecia ha pedido la prohibición en toda Europa de la criptominería, argumentando que «amenaza la urgente transición climática”. Algunos Gobiernos preferirían canalizar la energía renovable a otras industrias más tradicionales que están tratando de descarbonizarse, como el transporte y el sector manufacturero. 

¿Ha afectado la preocupación a los criptomercados? 

Sí. En febrero de 2021, Tesla dijo que había invertido 1.500 millones de dólares en bitcoins y comenzaría a aceptar la criptomoneda como forma de pago. El movimiento dual fue un catalizador para el rally de la moneda digital. Pero en mayo de ese año, Musk anunció un sorprendente cambio de opinión, suspendiendo la aceptación del token citando preocupaciones ambientales. La decisión provocó una liquidación de bitcoins que se extendió a muchas otras monedas digitales. 

¿Qué significa todo esto para el futuro? 

Los detractores del bitcoin dicen que la denominada “prueba de trabajo” utilizada para verificar las transacciones en su libro digital, la tecnología blockchain, nunca fue diseñada para respaldar lo que ahora es un activo de billones de dólares. 

Los patrocinadores de las criptomonedas rivales han aprovechado el impacto ambiental del bitcoin como un argumento para cambiar a alternativas de menor potencia. 

Muchas criptomonedas más nuevas, como Solana y Cardano, usan variaciones de la denominada «prueba de participación», un proceso alternativo que consume menos electricidad. Se espera que el rival de bitcoin, Ethereum, cambie de «prueba de trabajo» a “prueba de participación” a mediados de 2022, recortando su energía estimada consumo hasta en un 99 por ciento. 

Bitcoin sigue siendo la criptomoneda dominante en el mundo y, sin embargo, su desafío energético está destinado a crecer junto con su popularidad: un precio en aumento reduce el punto de equilibrio para los mineros, dándoles un incentivo para seguir utilizando ordenadores más viejos y menos eficientes.

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