La guerra en Ucrania destapa el riesgo de las estrategias ESG en emergentes

El contexto geopolítico de los países emergentes genera dudas entre los gestores de activos a la hora de invertir de forma responsable. Las cuestiones de gobernanza son la asignatura pendiente más difícil

A la inversión responsable le queda mucho camino por recorrer, pero el trayecto es mayor en países emergentes. Estos mercados generan, para las entidades de gestión de activos, dudas y oportunidades a partes iguales, por lo que consolidar la evolución de la ESG requerirá más tiempo y esfuerzos que en otras regiones como Europa o los Estados Unidos.

La guerra de Ucrania ha vuelto a poner de relieve que la ESG depende en gran parte de la región en la que se invierte. Rusia, hace un año uno de los emergentes más atractivos, ha visto como miles de millones en fondos sostenibles quedaban en el limbo tras la ofensiva del presidente Vladímir Putin. Debido, principalmente, a las dudas sobre el régimen del mismo.

Los desafíos son muchos. Al igual que en Rusia, China y otros emergentes generan incertidumbre por su contexto geopolítico. Se trata de una cuestión “filosófica”, según explicó Cathrine de Coninck-López, responsable global de ESG de Invesco, en un encuentro con medios en Madrid.

“Ves inversores de espectros muy diferentes. Algunos piensan: ‘no, simplemente no quiero involucrarme en este tipo de problemas. ¿Van a tener una cartera muy diversificada en emergentes? Probablemente no, porque hay muchos desafíos”, dijo.

En lo referente a las empresas de estos países, las cuestiones relacionadas con el Gobierno corporativo son las que presentan una mayor complejidad a la hora de abordar las cuestiones ESG.

Una forma de mejorar a las compañías

Las cuestiones climáticas han sido el principal punto sobre el que ha pivotado la ESG en emergentes. Sobre todo, porque países como China y la India, dos de los más contaminantes a nivel global, cuentan con objetivos más tardíos para descarbonizarse: 2060 y 2070, respectivamente, frente al límite de 2050 fijado por las potencias occidentales. 

Sin embargo, la transición energética se ha ido acelerando entre las empresas, por lo que la Gobernanza ha ido ganando terreno en la importancia que dan las gestoras para corregir sus deficiencias.

Invesco contaba al cierre del año pasado con 1,6 billones de dólares en activos bajo gestión en todo el mundo. Un volumen suficiente para generar dificultades a la hora de apostar por empresas.

“Ves estructuras de gobierno muy, muy complejas. Y eso es algo a tener en cuenta”, señaló de Coninck-López. A las cuestiones sociales les ocurre algo “similar”, ya que las dudas se vuelven de tipo moral, por lo que a las empresas “les resulta más difícil pensar en estos temas”. 

“Nuestra filosofía tiene que ver más con el compromiso. ¿Cómo podemos alentar realmente a esas empresas a divulgar más para ocuparse de estos problemas y mejorar realmente con el tiempo? Ninguna compañía es realmente perfecta, independientemente de dónde se encuentren, estoy segura de que todas tienen espacio para mejorar”, dijo. 

La pluralidad de datos, solución para los rating

Otra de las controversias que genera la ESG reside en la amplia gama de calificaciones y rating de sostenibilidad que existen. La falta de transparencia a la hora de elaborar las metodologías o la falta de independencia de los proveedores -algunos, como MSCI, son también creadores de índices- son los grandes inconvenientes , y han sido objeto de una mayor supervisión por parte de los reguladores.

Invesco lanzó hace dos años su propio rating, Invesco ESG Intel, “en parte porque vemos problemas a la hora de obtener las calificaciones de terceros”. “Un rating de MSCI [el mayor proveedor de índices del mundo] será muy diferente del de Sustainalytics [propiedad del gigante Morningstar]”, dijo Cathrine de Coninck-López. 

Así, la gestora ha construido un “mosaico de datos” de diferentes proveedores para crear su sistema de calificaciones, que cubre a más de 15.000 empresas de todo el mundo, además de contar con calificaciones de deuda soberana de más de 150 países.

Junto a su propia herramienta de análisis de carteras, la tarea consiste en “unir” datos como la alineación con los objetivos climáticos o la reducción de emisiones de carbono para crear una imagen “completa, holística” de cada empresa.

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