¿Es ESG la estrella a seguir?

El año que cerramos ha sido uno de los años de mayor actividad y expectativas en torno a la sostenibilidad y a la gestión social, ambiental y de gobernanza

En el inicio de la recuperación económica en que nos encontramos la gestión ESG parece haberse convertido en el norte que marca el camino. 

El año que cerramos ha sido uno de los años de mayor actividad y expectativas en torno a la sostenibilidad y a la gestión social, ambiental y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés). Esto se puede ver en todas sus vertientes: 

  • La inversión en bonos ESG creció interanualmente un 54% de enero a septiembre de 2021. Se ha alcanzado una emisión de más de 800 mil millones de dólares en bonos verdes, según Bank of America
  • El número de empresas que participan proactivamente en índices de sostenibilidad aumentó significativamente: el S&P Global’s CSA (antes DJSI), contó con un 33% más de participación.  

Todo ello es el reflejo de cómo los factores ESG han pasado de ser algo colateral para convertirse en palancas de transformación. Aparentemente vamos por el buen camino. Sin embargo, no podemos dejarnos deslumbrar, puesto que estamos sólo al inicio y es preciso gestionar correctamente plazos y recursos para evitar quedarnos en las formas, ¿qué puede jugar en contra de una gestión efectiva de la ESG? 

Hay tres claves a vigilar: la desconexión entre compromisos y acciones; no considerar a toda la cadena de valor y separar los factores E y S en la gestión del impacto. 

Greenwashing o desconexión entre compromisos y acciones 

Según Quilter, el greenwashing se ha convertido en la principal preocupación para los inversores: a un 44% le inquieta que sus inversiones ESG no tengan el impacto esperado, tal vez por eso un 47% no realiza asignaciones activas a inversiones de este tipo. ¿Cómo actúan las empresas para influir en esos resultados? ¿son las únicas que deben rendir cuentas? 

En el ámbito de la estrategia, la explosión ESG ha pillado a muchas empresas en una fase muy inicial en la gestión de estos factores. Según NYU Stern Center for Sustainable Business sólo el 29% de los consejeros de las empresas de Fortune 100 tiene formación relevante en ESG. 

En el área de gestión de la sostenibilidad, atender las demandas crecientes de índices y analistas sitúa a muchas empresas en la encrucijada de priorizar el reporte y la transparencia versus mejorar su impacto. Es decir, el comunicar resta recursos al hacer.

En el de la innovación, la sostenibilidad a priori juega un papel importante en la definición de nuevos productos o modelos de negocio para 9 de cada 10 líderes empresariales según McKinsey; sin embargo sólo un 22% prevén que se sigan regularmente métricas de sostenibilidad. 

¿La desconfianza es atribuible únicamente a las empresas? ¿qué ocurre con los gestores? ¿cómo explicar que empresas en China, por ejemplo, a pesar del historial de contaminación y de infracción en derechos humanos, sean grandes emisoras de bonos verdes? 

Es cierto que, aunque muchas empresas están en la fase inicial, la gestión ESG se va construyendo desde el nivel estratégico al operativo. Una actuación equivalente es esperable de gestores e inversores cuando etiquetan un producto como verde o sostenible o invierten en él. Es decir, incorporar los factores ESG en todas las fases del proceso. desde la definición, colocación, comunicación, seguimiento del impacto, … 

De otra forma, esta flexibilidad de criterios puede transformar el optimismo inicial en escepticismo y burocracia. 

B2B Engagement o necesidad de incorporar toda la cadena de valor  

Aunque las empresas buscan posicionarse individualmente en la lucha contra el cambio climático, la deforestación, la corrupción… la mayoría de los compromisos asumidos afectan o arrastran a su cadena de suministro. Para hacer realidad dichos compromisos es necesario conocer y gestionar los ecosistemas de valor de las compañías. 

Sin embargo, para las empresas, la gestión de la cadena de suministro sigue siendo uno de los temas más complejos para responder ante analistas o inversores. Así lo declaran un 57% de las empresas europeas, muchas de las cuales participan activamente en el S&P Global CSA, según Finch & Beak.

Esto refleja que la estrategia de sostenibilidad de las empresas es “unilateral”, dificultando la incorporación en su cadena de suministro y disminuyendo su impacto.  

¿Y si los compromisos estuviesen fundamentados en un B2B Engagement?  En un momento de crisis global de suministros, transformación energética, de aumento del precio de las materias primas, de la inflación, ¿no tendría más impacto que fuesen cadenas de valor completas las que trabajasen por hacer realidad esos compromisos? 

Environmental Social issues o confluencia entre la E y la S 

En general la gestión de los factores ambientales (E) y sociales (S), tanto por empresas como inversores, es independiente. Sin embargo, es reconocida la interrelación de impactos entre ambos factores. El cambio climático y desigualdad, deforestación y violaciones de derechos humanos… ¿por qué gestionar de forma parcial los impactos? 

Europa empieza a dar señales hacia esa confluencia como la adopción de la Directiva europea sobre debida diligencia en derechos humanos (S) y medio ambiente (E). O la Taxonomía Social que se incorporará al plan de finanzas sostenibles y donde uno de los requisitos es no causar daño significativo a cualquiera de las otras categorías, lo que ayudará a establecer la conexión entre la E y la S. 

Esta conexión, sin duda, nos plantea nuevas preguntas, pero es la única forma de tener dimensión real del impacto de una determinada actividad empresarial y verificar el cumplimiento de los objetivos globales. 

2022 se visualiza como el año de la recuperación a nivel global. La gestión ESG marca el camino para una recuperación sólida. ¿Qué organizaciones se esconderán tras su brillo? ¿Quiénes estarán dispuestas a emprender realmente el camino que marca? El análisis de las 3 claves citadas nos ayudará a salir de dudas. 

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