El activismo señala al capital privado

El activismo climático pone en su diana al capital privado, que mantiene importantes participaciones en combustibles fósiles, pero que es poco transparente sobre su impacto medioambiental

Las firmas de capital privado están bajo una presión cada vez mayor para ser más transparentes sobre sus inversiones masivas en combustibles fósiles y sobre el daño que están causando al medio ambiente.

“La industria está operando en las sombras”, apunta Alyssa Giachino, directora de investigación y campaña de la organización sin ánimo de lucro Private Equity Stakeholder Project. “El remedio es la transparencia.»

Desde 2010, Carlyle Group, Warburg Pincus, y el resto del sector, han invertido colectivamente más de 1 billón de dólares en empresas de energía, petróleo, gas y carbón, así como en los «activos sucios» de los que las empresas cotizadas se han ido desprendiendo, según estimaciones de PESP.

La mayoría de los gestores de capital privado no están siendo auditados por los reguladores financieros, al operar en «mercados privados», recuerda Giachino. Esta falta de transparencia priva tanto al público, como a los inversores, de una imagen real de los daños causados por el sector al planeta y la salud humana, añade.

PESP, junto con otros grupos ambientalistas, piden a las firmas de capital privado que se alejen de los combustibles fósiles y «y ser libres de este sector en 2030”, y eso incluye reducciones rápidas en emisiones de metano y gas natural, apunta Giachino.

«Por último, estamos pidiendo total transparencia porque solo el capital privado sabe las empresas que están en su cartera», añade.

“Casi todas las empresas más grandes de la industria cuentan con diferentes formas de desarrollar políticas ESG para demostrar que se toman el cambio climático en serio”, defiende Giachino. “Pero no hay informes estandarizados y muy poco de lo que están haciendo es cuantificable”, reflexiona.

Por ello, además de la transparencia, los activistas ambientales están exigiendo que la industria tome medidas para alinearse con objetivos climáticos que aspiran a limitar el calentamiento global, divulgar sus exposición a combustibles fósiles, sus niveles de emisiones y sus impactos, y publiquen planes de transición de su cartera a las energías limpias.

El capital privado se defiende

Desde Carlyle y Warburg Pincus, dos de los firmas de capital privado más grandes del mundo, señalan que la industria ha tomado nota. Pero la industria también se está apegando a los combustibles fósiles.

Warburg Pincus afirma que incluye los problemas climáticos como un parte importante de su impacto ambiental, social y de gobernanza estrategia. “En nuestro esfuerzo continuo por ser transparentes”, apunta.

“Hemos incluido nuestro perfil estimado de emisiones en la información ESG que está a disposición del público», explica en un comunicado.

«La firma de capital privado también insistió en lo «fuertemente» que cree en la transición energética, “como se refleja en nuestro reciente inversiones en oportunidades bajas en carbono”.

Megan Starr, directora global de impacto de Carlyle, apuntó, por su parte, que “trabaja arduamente para obtener mejores datos cuantitativos sobre riesgos y oportunidades climáticas”. Starr afirmó que esos esfuerzos son un ejemplo del “compromiso» de Carlyle con las empresas en las que invierte, a las que ayuda a calcular su huella de carbono.

No obstante, un escrutinio más profundo muestra que Carlyle ostenta participaciones de capital mayoritarias en seis compañías de petróleo y gas (aunque tres de ellas defiende que cuentan con planes para lograr emisiones netas cero para 2050).

En total, Carlyle está invertida en 14 empresas o activos de combustibles fósiles. Para las empresas de esta industria en las que es el accionistas principal, Carlyle se ha comprometido a que el 75 por ciento de sus emisiones de alcance 1 y alcance 2 estén ligadas a los objetivos del Acuerdo de París en 2025.

“Nuestra estrategia es seguir invirtiendo y trabajar con los consejos para establecer objetivos e impulsar un cambio real en nuestra energía sistemas”, señala Starr.

Si bien Carlyle no tiene inversiones en carbón, la empresa posee participaciones en centrales eléctricas de gas natural, que colectivamente emiten aproximadamente 10,1 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono por año a la atmósfera. (Esas emisiones equivalen a 1,3 millones el consumo anual de energía de los hogares).

Starr defiende que el gas natural es «un combustible de transición», que será necesario para aportar energía durante las próximas décadas.

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