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La hoja de ruta verde europea, oro en credibilidad

La credibilidad de los planes de transición energética está más ligada a la ambición de los objetivos a que sean vinculantes. Europa era el líder, al menos antes de la crisis de Ucrania

Europa se encuentra sumida en una fuerte alerta energética con el riesgo de convertirse en crisis a lo largo del otoño y el invierno. Con la inflación disparada, los tipos de interés subiendo con fuerza y los estados tratando de poner freno a la escalada de los precios energéticos, la Unión Europea continúa defendiendo sus compromisos con la transición energética.

La actualización del Fit for 55, que se ha actualizado en el Plan Repower EU, mantiene la apuesta por la transición energética al tiempo que trata de romper la dependencia de los combustibles fósiles rusos. Europa, hasta la invasión de Ucrania por parte de Rusia, era el líder en credibilidad de su hoja de ruta hacia la descarbonización.

Las autoridades europeas siguen tratando de mantener esa ventaja, aunque se les ha criticado por la inclusión del gas y la energía nuclear dentro de la taxonomía de actividades sostenibles de la UE.

Más ambición, más credibilidad

Porque los expertos prefieren los objetivos ambiciosos y no vinculantes cuando se trata de dar credibilidad a los planes de transición energética de los distintos países. Aunque parezca incongruente, una nueva investigación realizada por la Universidad de California en San Diego señala que son este tipo de metas las que resultan más creíbles y no aquellas que cuentan con compromisos vinculantes.

Para llegar a esta conclusión, los autores entrevistaron a 829 negociadores climáticos y científicos, lo que da soporte a la lógica con la que se lanzó el Acuerdo de París en 2015, que optó por la vía de dar libertad a los firmantes para que aplicaran las metas.

En este sentido, el Acuerdo de París dio vía libre a los distintos gobiernos para que se comprometieran a tomar medidas para mantener el calentamiento global por debajo de los 2°C o, idealmente, solo 1,5°C por encima de los niveles preindustriales en 2050.

El pacto se diseño entorno a la idea de que, al no hacer promesas vinculantes, los diferentes estados contarían con más flexibilidad para valorar a lo que estaban dispuestos y lo que eran capaces de implementar, según señala el estudio.

Las revisiones periódicas del acuerdo también obligan a los países a intensificar sus ambiciones a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

El pacto ha dado paso a un cambio muy relevante, porque en las anteriores décadas la cooperación climática se había caracterizado por multitud de contactos diplomáticos, pero poca acción real.

El plan climático de la Unión Europea, que incluye recortar un 55 por ciento el volumen de emisiones en 2030 respecto a los niveles de 1990 es el más ambicioso y “efectivo”, de acuerdo con los expertos encuestados dentro y fuera de Europa.

China, a pesar de sus vaivenes, se coloca en el segundo puesto, tanto en ambición como en cumplimiento de sus propias promesas.

Por el contrario, Estados Unidos se coloca en los últimos puestos junto a Arabia Saudita y Rusia. La encuesta se realizó entre septiembre de 2020 y enero de 2021 por lo que no tendría en cuenta los pasos dados por la administración Biden, por lo que el ranking podría haber cambiado.

No obstante, todos estos esfuerzos, los planes que se han ido anunciando todavía se quedan cortos si lo que se pretende es controlar el calentamiento global, de acuerdo con el estudio. Con las hojas de rutas que se han ido publicando el mundo se dirigiría a un calentamiento equivalente a los 2,7 grados.

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