Netflix ofrece a Bill Ackman una oportunidad de redención

Bill Ackman se cuela en la lista de los 20 principales accionistas de Netflix tras su desplome en bolsa. Si quisiera podría hacer mucho por la gobernanza de la firma de contenidos de streaming

Pocas alianzas plantean tantos retos ESG como la entrada del polémico inversor activista Bill Ackman en el capital de Netflix.

Fuertemente denostado tras su compleja aventura en Herbalife, Ackman ha aprovechado el desplome de Netflix para comprar tres millones de acciones a través de Pershing Square y convertirse en uno de sus 20 principales accionistas.

Si en este asalto además quisiera convertirse en un activista ESG, Bill Ackman lo tendría realmente fácil con Netflix. El gigante de los contenidos en streaming cuenta con la peor nota de gobernanza posible según los criterios de Institutional Shareholder Services (ISS), así que habría mucho margen para lograr mejoras y arrastrar consigo a importantes accionistas institucionales cada vez más comprometidos con la inversión responsable.

BlackRock, Capital Group y Vanguard controlan de forma conjunta un 20 por ciento del capital.

Por el momento, no obstante, parece que Ackman apuesta por más por mantenerse dentro de su modelo de activismo más tradicional: el de tratar de aprovechar el fuerte golpe sufrido en bolsa por la compañía que lidera Reed Hastings.

“Durante mucho tiempo he admirado a Hastings y la notable compañía que él y su equipo han construido. Estamos encantados de que el mercado nos haya regalado esta oportunidad”, escribió Ackman en sus redes sociales.

Las acciones de Netflix cotizan en mínimos desde marzo de 2020 tras caer un 26 por ciento después de su presentación de resultados.

Una apuesta contra la inflación a precio de derribo

Ackman recalca en su carta a los inversores de Pershing Square en la que hace referencia a su entrada en Netflix que la cartera de la firma está compuesta por empresas “de muy alta calidad que puedan soportar la inflación”.

“Creemos que las empresas que tenemos en cartera cotizan con un descuento aún mayor de sus valores intrínsecos, particularmente por las recientes caídas de precio. Esperamos que la cartera aumente con fuerza su valor a largo plazo», insiste el activista.

Y la entrada de Ackman parece que ya comienza a dar sus frutos en Netflix. Los títulos rebotaron un 10 por ciento (caen alrededor de un 40 por ciento en el año) tras la llegada del inversor.

El inversor recalcó que la operación es una “oportunidad de adquirir Netflix a un precio atractivo”, y también que la caída de las acciones se debió a que los inversores reaccionaron de forma negativa a los datos de suscriptores presentados en los últimos resultados trimestrales.

Netflix ganó el año pasado 8,3 millones de nuevos usuarios, por debajo de las estimaciones del consenso y de la propia guía ofrecida por la compañía. Y las proyecciones tampoco terminaron por convencer al mercado: para el primer trimestre de este año, la compañía espera captar 2,5 millones, muy por debajo de los casi 6 millones que marcaba la anterior estimación.

Las excusas de Netflix muestran su debilidad en ESG

Netflix atribuyó la desaceleración en el número de suscriptores, una vez más, a los efectos de la pandemia.

“El universo del cable y las telecomunicaciones ha afectado a muchas empresas de suscriptores y ha sido tendencia en los últimos meses. Esta podría indicar factores macro como el crecimiento que podrían motivar a principios de este año los programas de apoyos de distintos gobiernos en todo el mundo”, explicaron los analistas de Barclays.

“Esta podría ser la razón de la inusual volatilidad en las tendencias de suscriptores. Sin embargo, en el caso de Netflix, lo que está tan claro es si estos problemas generaron una menor adición. Nos cuesta creer que la competencia no haya tenido impacto en Netflix a nivel mundial”, añade un informe del banco británico tras los resultados, que apunta a que los gigantes del streaming “podrían estar comenzando a registrar un crecimiento más lento”.

Las excusas reflejan, además, la gran debilidad en ESG de Netflix. “Usar el Covid como excusa no tiene sentido ya que no da mucha visibilidad por parte del Gobierno corporativo sobre qué ha impulsado la desaceleración”, apuntan desde Barclays.

Una vía para el lavado de imagen

En 2006, Ackman lideró una campaña para presionar al Consejo de la multinacional canadiense Tim Hortons para la separación de Wendy’s, una cadena de hamburgueserías estadounidense, logrando recaudar 670 millones para los inversores de Wendy’s y asestando un duro golpe a los de Tim Hortons.

Pero se hizo mundialmente conocido por el caso Herbalife. Ackman afloró una apuesta sobre la cadena de suplementos nutricionales de 1.000 millones de dólares en acciones en enero de 2013. 

Un movimiento que, sumado a su mala fama, terminó por granjearle una sonada pelea con Carl Icahn, otro de los gurús del parqué estadounidense, que interrumpió una entrevista con Ackman en la CNBC para afirmar que tiene “una de las peores reputaciones de Wall Street” y que “no invertiría con él aunque fuera el último hombre del planeta”.

Ackman, por su parte, acusó al veterano inversor de “aprovecharse de los más débiles” y de “no ser un tipo al que dar un apretón de manos”.

Años después, Icahn reveló que Ackman estuvo durante meses desde 2012, un año antes de comprar sus acciones, defendiendo públicamente que el modelo de negocio de Herbalife era una estafa piramidal con el objetivo de tirar las acciones por los suelos y beneficiarse de su estrategia de venta en corto.

En 2017, finalmente, Ackman abandonó su aventura en Herbalife sin haber obtenido ganancias y con el foco de los reguladores estadounidenses estrechándose sobre su figura.

Su entrada en Netflix le brinda una ocasión para desquitarse de su mala fama (si es que es lo que quiere).

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