Banca. El debate sobre castigar lo sucio o premiar lo limpio

El activismo reclama que se trate muy negativamente en capital -al nivel de las criptodivisas- las nuevas financiaciones en gas y en petróleo para evitar un hipotético Lehman climático

Javier Rodríguez Soler, Head of Sustainability del BBVA, calificaba este jueves como «la mayor oportunidad de la historia de la humanidad» financiar la transición energética. El banco calcula que se tendrán que movilizar unos siete billones de dólares anuales para empujar el desarrollo hacia las cero emisiones netas hasta 2030.

La banca europea, que lleva años peleando contra los tipos de interés negativos, ha encontrado en la sostenibilidad una vía para incrementar su balance. El BBVA calcula, por ejemplo, que 40.000 millones en generación hasta 2025 es solo nuevo negocio creado gracias a la sostenibilidad.

Las entidades financieras, no obstante, continúan financiando otras operaciones que se quedan fuera de estos volúmenes de negocio. Y esa actitud es justo la que les reprocha el activismo climático.

Uno de sus grandes críticas es que la banca continúe financiando a los combustibles fósiles, aunque presuma continuamente de su compromiso con el Acuerdo de París. La respuesta del sector es que su función no es castigar a ninguna industria, sino «acompañarla» en su transición hacia las cero emisiones. Algo que no se recibe con alegría por todos los actores del mercado.

Con un ojo puesto en los reguladores -todavía no se sabe el coste en capital que conllevarán los riesgos climáticos, que por el momento parece que irá a parar al cajón desastre del Pilar 2-, el activismo comienza a estrenar un mantra: obligue a la banca a poner un euro en capital por cada euro de financiación nueva a la industria del gas y del petróleo.

La campaña ‘one for one’ quiere igualar el riesgo de los criptoactivos y el gas y petróleo para las entidades financieras

Es la campaña del «one for one», que organizaciones como Share Action, Finance Watch y otras ONG están ya deslizando para tratar de convencer a los supervisores y reguladores –que están dando todos un giro verde muy importante– de que el único camino para que realmente se dejen de financiar nuevos proyectos en combustibles fósiles es hacerlos muy caros para los bancos. Y con esa proporción desde luego que lo sería.

Es la cobertura que el Comité de Basilea estaría recomendando aplicar en las posiciones financieras en criptoactivos y que estas ONG también extenderían hacia las aseguradoras. La argumentación es que es la única manera de eliminar el riesgo derivado del cambio climático para los depositantes y los contribuyentes.

«Un estándar regulatorio ‘one for one’ para financiar nuevos proyectos de combustibles fósiles significaría que los bancos y las compañías de seguros están jugando con su propio dinero, no con el del público», apuntan estas organizaciones, que argumentan que la normativa de capital ahora mismo está infravalorando los riesgos climáticos.

«Las reglas de capital actuales, que se supone que se basan en el riesgo, actualmente pasan por alto los riesgos que conlleva la financiación de combustibles fósiles. Esto hace que las exposiciones a los combustibles fósiles sean artificialmente más rentables, lo que equivale a un subsidio público muy problemático», añaden.

Para que no quede ninguna duda sobre el riesgo, su campaña ‘one for one’ está acompañada de un eslogan muy gráfico: quiere evitar un momento Lehman climático.

La rentabilidad de lo sostenible

La cuestión de la rentabilidad preocupa, ya no tanto al activismo climático, sino a los analistas. De hecho, una de las cuestiones que se plantearon durante el Investor Day de BBVA este jueves fue justo qué rentabilidad estaba obteniendo el banco con su negocio de financiación sostenible, que crece este año a un ritmo por encima del 70 por ciento.

Aunque se le solicitaron datos concretos, el banco solo señaló que «era muy rentable» e hizo referencia al coste negativo de no impulsar este tipo de negocio con el escenario que se plantea de cara al futuro. Quedarse fuera del negocio podría suponer un riesgo real para la sostenibilidad a largo plazo.

Sin datos concretos -y dependiendo del mix geográfico que tenga cada entidad- la impresión que se podría tener ahora mismo es que en este ‘boom’ de la financiación sostenible la competencia entre entidades podría realmente no ofrecer una rentabilidad optimizada.

Y, por ello, quizás de vez en cuando desde el sector se cuele el argumento contrario al del activismo: abarátennos en términos de capital la financiación de actividades sostenibles.

Es la otra cara de la moneda, la que premiaría lo limpio, pendiente de la definición completa de la taxonomía de actividades sostenibles y del análisis que el Banco Central Europeo (BCE) y la EBA realicen de cara al futuro. Pero parece que tendría lógica si también se empiezan a provisionar los riesgos.

La normativa ya permite ‘penalizar’ la exposición a ciertos sectores cuando, por ejemplo, se aprecie un riesgo macroeconómico.

Por el momento, sin embargo, la campaña ‘zero for zero’ bancaria, si se está impulsado, es a puerta cerrada. BBVA tampoco la deslizó en su cita con los inversores.

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