Mercados: 2016, el año que comienza peligrosamente

Todas las amenazas que ya asustaron a los inversores en 2015 han rebrotado con fuerza en estos primeros días de enero y se ha sumado alguna nueva,

Visto el horrible arranque de 2016 en los mercados, el peor en su historia para el Ibex-35 con un descenso acumulado del 6,6%, parece confirmarse la leyenda de que los años bisiestos traen catástrofes. Todas las amenazas que ya asustaron a los inversores en 2015 han rebrotado con fuerza en estos primeros días de enero y se ha sumado alguna nueva, como el enfrentamiento entre Arabia Saudí e Irán o las pruebas con supuestas bombas de hidrógeno del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un. En el epicentro del huracán vuelve a estar China. Las dudas sobre la capacidad de sus autoridades para guiar un aterrizaje suave de la economía han desatado ese temido efecto dominó que ya provocó turbulencias en agosto: aceleración del desplome del petróleo y las materias primas, agravamiento de los emergentes, caída de las bolsas mundiales... Y otra vez el miedo a una recesión global cuando apenas hemos salido de la última crisis.

Como ocurrió en el verano de 2015, la mayoría de los analistas considera que estos temores son exagerados. Recuerdan que el batacazo de las bolsas chinas se explica en gran medida por factores técnicos no relacionados con la situación de su economía real. «Lo que ocurre es que el fondo es muy endeble porque el mundo se ha sostenido con los bancos centrales. Pero no hay datos para pensar en otra recesión. El crecimiento está ahí. En Estados Unidos no se puede descartar una desaceleración, si bien Europa sigue impulsada por vientos de cola», explica Juan Mari Otxoa, de Fineco. «Hay mucha preocupación por el frenazo de la industria, aunque el consumo se está comportando bien. EE UU es un ejemplo de ello. Por eso sectores como el turismo van bien en Bolsa», añade Alberto Morillo de Consulnor-Banca March.

El problema, dice Ignacio Cantos de ATL Capital, es que en momentos de tensión como el actual «todo se interpreta mal». «La caída del petróleo, por ejemplo, supone una transferencia de renta para los países consumidores, pero ahora solo se ve lo negativo», afirma. Cuesta hacer lecturas positivas cuando cada vez se escuchan más voces catastrofistas. Esta semana los medios se han hecho eco de la advertencia del gurú George Soros sobre la similitud de la presente situación con la crisis de 2008, cuando quebró Lehman Brothers. Pero no es el primero que dice algo así. En España, Juan Ignacio Crespo, un estadístico del Estado que estudia los ciclos económicos, lleva tiempo advirtiendo de que el desplome de las materias primas presagia una nueva recesión. «Acumulan una caída del 40% desde 2011, lo que supone un gran daño a los emergentes. La expansión americana dura ya demasiado y hay una recesión industrial global. La actividad manufacturera se contrae en China, EE UU e incluso en India», alerta. No descarta, por eso, que se produzca una quiebra importante que desate un 'efecto Lehman'.

En 2016 se verá quién tiene razón aunque está claro que va a ser un año convulso, con China como principal foco de incertidumbre. Lo que ha ocurrido esta semana ha sido muy parecido a lo de agosto. El lunes el nerviosismo se desató por el dato de actividad manufacturera, que se situó por debajo del 50 (nivel que marca contracción) por décimo mes consecutivo. El jueves las alarmas saltaron por las maniobras del Banco Popular de China con el yuan, ya que el organismo fijó un cambio que suponía una depreciación del 0,5%. Era el octavo día consecutivo de bajada, lo que hizo pensar que la entidad estaba llevando a cabo una devaluación encubierta. Pero se le debió ir de las manos porque luego tuvo que salir en apoyo de la divisa. Un yuan débil favorece las exportaciones pero también puede provocar una huida de capitales si la caída es demasiado rápida. Para frenarla, el banco central chino ha utilizado más de 500.000 millones de dólares de sus reservas en 2015.

Cambio de modelo

Los tejemanejes con el yuan acentuaron el pánico en la Bolsa china, dominada por pequeños inversores que no saben todavía a qué atenerse. Ya había mucho miedo porque el viernes vencían unas restricciones a las ventas de los grandes accionistas, aunque luego se han prorrogado. Lo que se ha tenido que suprimir es el mecanismo para clausurar la negociación cuando la caída superase el 7%, ya que solo contribuía a aumentar los nervios.

Todas estas rectificaciones y cambios han alimentado el miedo a que las autoridades chinas no puedan gestionar bien la transición de la economía desde un modelo basado en la industria a otro más volcado en el consumo interno. También hay serias dudas sobre la veracidad de los datos de crecimiento que dan y se teme una situación mucho peor.

Y en cuanto aumenta la incertidumbre en torno a China, se acelera el desplome de las materias primas debido a que el 'dragón rojo' consume cerca del 50% del total mundial de acero, aluminio, níquel, cobre y zinc. Si se ralentiza más de lo esperado, la demanda será menor.

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El cobre ha marcado estos días nuevos mínimos en siete años pero la atención está en el petróleo. El barril de Brent se ha dejado más de un 10% esta primera semana de 2016 en la que se ha situado por debajo de los 33 dólares, su valor mínimo en más de 11 años. Desde el verano de 2014 acumula una pérdida del 72%, una de las mayores caídas del 'oro negro' en toda su historia. 

La causa de este desplome es que las dudas sobre la demanda de China, que consume un 12% del total, se producen en un momento de exceso de oferta. El mercado está inundado de crudo debido a la estrategia de países como Arabia Saudí o Rusia de bombear a todo trapo para defender su cuota frente a tecnologías como el 'fracking' de EE UU.

Oriente no ayuda

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Este año se suman, además, las tensiones entre Arabia Saudí e Irán, dos de los pesos pesados de la OPEP. La ejecución de un importante clérigo chií ordenada desde Riad está en el origen del conflicto. Contra lo que cabría esperar, este enfrentamiento ha empujado más a la baja el precio porque se espera que los saudís abaraten su oferta con objeto de dificultar las cosas a Teherán, justo cuando Occidente le levante las sanciones y pueda vender su crudo.

Cuando Goldman Sachs dijo en septiembre que el petróleo podía ponerse en los 20 dólares, pocos le creyeron. Ahora muchos analistas lo sitúan ya por debajo de 30. Más dolor para unas economías emergentes cuyas economías dependen del crudo y otras materias primas. El Banco Mundial ha revisado a la baja sus previsiones de crecimiento para este año. Para Latinoamérica pronostica una expansión nula, mientras que en el caso concreto de Brasil augura una contracción del 2,5% este año que se sumaría a la caída del 3,7% en 2015. Malas noticias para compañías como Santander, Telefónica y Mapfre, con fuerte exposición al país.

Pero no solo sufren los países productores. Las compañías vinculadas a las materias primas como las mineras o las petroleras también están pasándolo muy mal. Arcelor Mittal, por ejemplo, ha perdido un 13% solo en el arranque de 2016 y ya fue la peor del Ibex en 2015, con un desplome del 56%. Otras como Glencore están todavía peor. Ahí puede surgir la quiebra que vaticina Crespo.

A todo ello se suma el proceso de subida de tipos en EE UU, que arrancó en diciembre. Ahora existe un gran nerviosismo por saber el ritmo al que la Reserva Federal incrementará el precio del dinero este ejercicio, dado que supone más presión para los emergentes al hacer más difícil el pago de sus deudas en dólares. El espectacular dato de empleo de 2015 publicado el viernes no hizo sino avivar los temores a nuevas subidas. Son muchos los frentes abiertos y, según dice el refrán, «lo que mal empieza, mal acaba».

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