Cada vez son más las mujeres saudíes que cuelgan el velo

Entre 2010 y 2015, el número de mujeres trabajadoras aumentó un 50% en Arabia Saudí. «He decidido que la sociedad está cambiando y simplemente voy a intentarlo»

Durante más de una década, Bashayer al-Shehri cubrió su rostro con un velo negro en público, al ponerse automáticamente el nicab, como el resto de mujeres de su familia, en Arabia Saudí. Al final, deshacerse de él resultó sorprendentemente sencillo. «Simplemente decidí que la sociedad está cambiando y que yo también quería probar; y resultó muy fácil», afirma al-Shehri, un estudiante de farmacia de 28 años de la capital, Riad, que estudia en Chicago y volvió a casa por vacaciones. «La verdad es que no noté ninguna diferencia en el trato de la gente y la forma en que me percibían». 

Un número aún reducido, pero creciente, de mujeres saudíes está plantando cara a un código de vestimenta que obliga a las mujeres a cubrirse de negro de los pies a la cabeza en este país conservador del Golfo. La posibilidad de viajar y el acceso a internet les ha permitido abrirse a otras costumbres e ideas, y las mujeres urbanas más jóvenes y con formación están cambiando las tendencias.

El cambio va a más. Al-Shehri sigue portando un pañuelo y se cubre con un vestido hasta los pies, tradicionalmente negro, llamado abaya. Con todo, el hecho de ver rostros descubiertos y abayas de colores en Riad supone toda una victoria para las mujeres de Arabia Saudí. 

También hay avances en otras áreas. El Gobierno ha impuesto restricciones a la facultad de la policía religiosa de realizar arrestos. Algunos analistas afirman que el Gobierno no puede llevar a cabo las reformas que requiere este país, dependiente del petróleo, sin levantar las restricciones que pesan sobre la mitad de su población. «El cambio social y cultural forma parte integral de Vision 2030, un factor fundamental para aumentar la presencia de la mujer en la economía», afirma Monica Malik, economista jefe en el banco Abu Dhabi Commercial Bank. Saudi Vision 2030 es una declaración oficial de intenciones de reforma. 

Entre 2010 y 2015, el número de mujeres trabajadoras en Arabia Saudí aumentó el 50 por ciento, hasta más de 830.000. A medida que se integran en el mundo laboral las mujeres de Riad y Yeda, se van viendo más abayas de color blanco, verde, morado y con estampados florales, que hace cinco años habrían escandalizado a muchos.

El cambio ha creado una industria artesanal de mujeres saudíes que venden vestidos poco convencionales, unas en boutiques elegantes y otras, en Instagram. 

Para esas mujeres, los vestidos de colores son un símbolo de los logros que se van alcanzando con cautela en el ámbito de las libertades sociales en Arabia Saudí, donde los clérigos influyen sobre la política y predican su fe a millones de seguidores en Twitter. Este reino sigue siendo el único país del mundo en el que las mujeres no pueden conducir y la tutela las somete a una dependencia jurídica respecto de los varones de la familia, lo que significa, que no pueden salir del país sin permiso. De los 24 objetivos previstos en Vision 2030, solo uno, fomentar la integración de la mujer en el mundo laboral, hace referencia a un avance a favor de la mujer. 

Una fatwa, o edicto, publicado en la página web oficial del reino, sobre normativa religiosa, establece que las abayas no deben contar con «decoración que llame la atención» o «se asemejen a la vestimenta de los infieles o los hombres». Sin embargo, las declaraciones oficiales realizadas en julio sugieren cierta tolerancia sobre la cuestión de los colores. Mientras no sea ceñidas ni transparentes, «no veo ningún inconveniente» en que una abaya sea marrón o de otro color que no llame la atención, afirmó Sheik Abdullah al-Manea, miembro del Consejo de Expertos de Arabia Saudí, en declaraciones al diario Okaz.

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La aparición de algunas abayas de color beige o rosa en un mar de abayas negras puede parecer un detalle insignificante, pero los cambios en la vestimenta de las mujeres reflejan un cambio más profundo en la sociedad saudí, afirma Hala Aldosari, un estudiante de intercambio en el Arab Gulf States Institute de Washington. «En los últimos años, hemos visto debates en los medios sociales que han aumentado la concienciación, particularmente sobre las condiciones de las mujeres y las influencias culturales», declaró Aldosari en un e-mail. Sin embargo, a nivel político, «los problemas de las mujeres no son una prioridad para la familia real, que tiene que contentar a los grupos religiosos» más conservadores, afirma. 

Si bien es cierto que el heredero de la Corona, el príncipe Mohammed bin Salman, prevé movimientos económicos sin precedentes, como la venta de las acciones de la compañía petrolera del Estado, sus objetivos respecto de las mujeres son más modestos. Según Vision 2030, programa que preside, el Gobierno quiere fomentar la incorporación de la mujer al mundo laboral hasta el 30 por ciento, desde el 22 por ciento, en los próximos 14 años. Un objetivo inferior que el nivel actual del 31 por ciento de Sudán.

Fundamento cultural 

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La autoridad religiosa oficial del reino afirma que las mujeres deben cubrir su rostro y sus manos, pero muchos estudiantes afirman que esta norma tiene un fundamento cultural y no se basa en las Escrituras. Y si bien es cierto que la imagen estereotípica de la mujer saudí es la de un remolino de tejidos negros, en ciertas partes del sur del país, el atuendo típico consiste en vestidos con estampados de flores y sombreros de paja. No obstante, el concepto de requisitos religiosos prevalece en el imaginario popular. «Personalmente, yo prefiero cubrir mi rostro por cuestiones religiosas», afirma Heba Ahmed comercial de cosméticos de MAC, en Riad. «Esta es una sociedad tradicional; y no creo que tenga nada de malo».

Tras la participación de cuatro mujeres saudíes en los Juegos Olímpicos de Río con el rostro descubierto, surgió un hashtag en Twitter afirmando que «no representan» a Arabia Saudí. «Nos centramos en la participación de la mujer y perdimos el respecto por nuestras tradiciones», afirmó un internauta. 

Muchos de los cambios que animaron a las mujeres a decidir sobre su indumentaria recientemente llegaron de la mano del Rey Adbullah, que nombró a mujeres como miembros del Consejo de la Shura y puso su nombre a la primera universidad mixta del país. Asimismo, ordenó que las tiendas de lencería y maquillaje únicamente tuvieran empleadas, lo que mejoró los datos del empleo entre las mujeres y evitó situaciones embarazosas, al tener que comprar prendas íntimas a hombres. 

Este movimiento que comenzó como un cambio generacional, se vio acelerado con la caída de los precios del petróleo, afirma Paul Musgrave, profesor asociado de Ciencias Políticas de la Universidad de Massachusetts, en Amherst. Cuando llegó al poder el Rey Saman en enero de 2015, el lastre del precio del petróleo ya se había traducido en recortes en los ingresos del Gobierno. El año pasado, el reino registró un déficit presupuestario cercano a los 100.000 millones de dólares. El Gobierno está reduciendo las subvenciones a la energía y ha introducido un IVA que ha aumentado el coste de la vida. Las viejas políticas ya no son sostenibles, afirma Musgrave, y la presión para que trabajen las mujeres, va a aumentar. No obstante, mientras no puedan «desplazarse al trabajo, viajar, acceder y permanecer en un puesto de trabajo sin el permiso de sus tutores, el acceso de las mujeres al trabajo no será significativo», afirma Aldosari.

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En una rueda de prensa celebrada en abril, el príncipe heredero Mohammed afirmó que las mujeres «deben ser eficientes y productivas». A la pregunta de si Arabia Saudí permitirá conducir a las mujeres (pagar taxis o tener un chófer puede suponer la mitad del salario), contestó que el Gobierno no puede forzar algo que rechaza la sociedad.

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