El ambiguo guiño de Hernández de Cos al Santander, BBVA, el Sabadell… y la banca

El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, apoya algunas de las peticiones del Santander y otros bancos, pero deja sin resolver la pregunta clave para el sector

El Banco de España ha hecho suyo el discurso pro clima del Banco Central Europeo (BCE). El pasado viernes, el gobernador Pablo Hernández de Cos, durante el congreso anual de ASCRI, centró toda su intervención en los restos de medición y de gestión de estos riesgos.

El gobernador apoyó algunas de las argumentaciones que están dando los bancos. Por ejemplo, la necesidad de que exista una normativa internacional estandarizada que permita valorar correctamente los riesgos climáticos.

Sin embargo no avanzó (tampoco cerró claramente la puerta dejando espacio a la ambigüedad) si los reguladores y los supervisores puedan encontrar alguna vía para ‘premiar’ la financiación sostenible; que hoy uno de los ejes estratégicos (y de marketing) de muchas entidades financieras.

«Para la correcta valoración de los riesgos climáticos es necesario contar, en primer lugar, con definiciones comunes y con datos de calidad y granularidad suficiente», señaló en su discurso.

«Desafortunamente, los avances en el establecimiento de una taxonomía global son todavía limitados, dada la complejidad de la materia», valoró el gobernador.

Algunos bancos españoles, como el Banco Santander, a través de su presidenta, Ana Botín, han insistido en algunas intervenciones que es necesaria una armonización para los grupos que operan en distintos países. Lo hizo en una conferencia previa a la celebración de la COP-26.

También el gobernador, de alguna manera, hizo un guiño al sector al reconocer que el aumento de la regulación es un peso para las entidades.

«Sin duda, esta normativa (las normas de divulgación de riesgos medioambientales, sociales y de gobernanza de la EBA), supondrá un esfuerzo significativo para las entidades que, en última instancia, dependen de la información disponible de sus contrapartes», reconoció Pablo Hernández de Cos.

¿Merece la pena premiar la financiación sostenible?

Sin embargo, la respuesta más ambigua vino en la temática más relevante para las entidades financieras: ¿se merece la banca un premio por dar crédito verde que fomente la transición energética?

Desde algunos frentes se ha defendido que se la podría aplicar en capital para fomentar que se conceda este tipo de créditos, pero también existen voces que alerten del riesgo a la inversa: si se premia el consumo de capital de estos créditos tal vez se pueda fomentar una burbuja indeseada.

Y Hernández de Cos no ha resuelto el dilema, aunque de sus palabras, parece más bien que se inclina hacia el no; es decir, a que sea la penalización a lo ‘sucio’ lo que provoque que ofrecer financiación sostenible -verde y alineada con la taxonomía de la Unión Europea- sea más atractivo para las entidades.

«Nosotros -los reguladores financieros y los supervisores-, en el marco de nuestros mandatos de garantizar la estabilidad financiera, podemos -y debemos- contribuir activamente a las acciones internacionales para luchar contra el cambio climático», reflexionó.

«La identificación de los factores de riesgo climático y de sus canales de transmisión, la medición adecuada de sus impacto económico y financiero, la transparencia sobre las exposiciones a estos y la definición y desarrollo de las posibles medidas de mitigación y de reducción de riesgos por parte de los actores de los mercados financieros son fundamentales para que se produzca un cambio en los precios relativos de los instrumentos financieros que, a su vez, ayude a internacionalizar las consecuencias derivadas del cambio climático», afirmó.

La banca, a pesar de que todavía se mueve en aguas movedizas regulatorias sobre cómo se penalizará los riesgos climáticos (a corto plazo se podrían aplicar sobrecostes dentro del Pilar II, pero ya en algunas ocasiones se ha deslizado que podrían ir a sobrecargar el Pilar III), están siendo muy activos a dar visibilidad sus planes de financiación verde o sostenible.

El Santander, por ejemplo, mantiene el compromiso de movilizar 120.000 millones en financiación verde entre 2018 y 2025; una cifra que se incrementa hasta 220.000 si se amplía el horizonte temporal a 2030.

Por su parte, el BBVA ya ha completado más del 40 por ciento de su compromiso de movilizar 200.000 millones hasta 2025. No es una meta exclusiva en financiación verde, sino que también contempla incluir la financiación con objetivos sociales, que se queda fuera de la evaluación de riesgos climáticos.

El último que se ha incorporado a esta carrera ha sido el Banco Sabadell. Coincidiendo con la junta de accionistas de este ejercicio, avanzó objetivos concretos en ESG, entre los que incluyó metas en sostenibilidad.

En concreto, espera movilizar 65.000 millones de euros entre 2021 y 2025; por lo que para los próximos cuatro ejercicios, y teniendo en cuenta que en 2021 movió 11.000 millones, tendría que poner en circulación alrededor de 54.000 millones.

Uno de los catalizadores de esa cifra será una mayor participación en el mercado de capitales y en la emisión de bonos sostenibles para sus clientes. Para 2025 espera haber acumulado 17.000 millones en operaciones.

Dentro del IBEX, Caixabank y Bankinter todavía no habrían presentado objetivos concretos en dicha materia.

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